La primera vez que el paleontólogo argentino Diego Pol, investigador del Conicet en el Museo Egidio Feruglio de Trelew, visitó la localidad de El Tranquilo, en la formación de Laguna Colorada, al Sur de la provincia de Santa Cruz, corría 2002. El lugar presentaba interés porque cuatro décadas antes, José Bonaparte, uno de los “padres” de la paleontología local, había encontrado allí los primeros restos de nidos fósiles de Mussaurus patagonicus, una especie sauropodomorfa (de cuello largo) del Jurásico temprano, de hace más de 192 millones de años. Al regresar, “Aparecieron varias cosas. Volvimos al año siguiente y encontramos más, y ya nos dimos cuenta de que los hallazgos requerían un proyecto grande, con mucha más gente y multidisciplinario –cuenta Pol–. Los últimos diez años trabajamos duramente en este yacimiento y ahora estamos publicando un estudio que integra toda la información que tenemos de este lugar”.
El trabajo de un equipo internacional liderado por investigadores argentinos es extraordinario: en un paper que publica Scientific Reports (doi: 10.1038/s41598-021-99176-1), y a través del análisis minucioso de más de 100 huevos (algunos con embriones fosilizados) y más de 80 esqueletos, incluyendo pichones recién nacidos, juveniles, subadultos y adultos, hallados en un área de aproximadamente un kilómetro cuadrado, los científicos trazan un verdadero “fresco” de la vida de la especie que arroja las primeras evidencias de comportamiento social complejo en esos reptiles primitivos.
En otras palabras: todo indica que hace casi 200 millones de años, Mussaurus no solo volvía anualmente a ese sitio a nidificar, sino que vivía en manadas que protegían a los más pequeños.
Según explican los investigadores, los restos no estaban distribuidos al azar, sino que estaban agrupados de acuerdo con su edad: los pichones recién nacidos se encontraban en las cercanías de los nidos y los de un año estaban agrupados (once esqueletos, recostados unos sobre otros, lo que sugiere que los jóvenes estaban juntos como en muchas especies que viven en manadas). “Esto revela que Mussaurus tenía una estructura de rebaño muy organizada (…) podría ser una de las claves para el éxito evolutivo de los grandes dinosaurios herbívoros”, postulan.
No es la primera vez que se encuentran huevos fosilizados de dinosaurios. En Sanagasta, La Rioja, hace alrededor de una década descubrieron 80 nidos, y hay otros yacimientos en el Sur. “De toda la primera etapa de los dinosaurios, que es cuando empiezan a dominar el mundo, conocemos fósiles, pero no teníamos información sobre comportamiento –destaca Pol–. Este lugar no solo preserva nidos, huevos, la colonia reproductiva, sino algunos detalles de la estructura de la manada. Nos habla de una estructura social y de comportamiento que se mantenía a lo largo de los años. Por ejemplo, están los pichones siempre cerca de los nidos. Hay grupos de individuos jóvenes, de uno o dos años, que se mantenían juntos entre ellos, porque cada vez que encontrábamos uno de estos esqueletos, estaba asociado con otros. Y, por fortuna, los fósiles quedaron sepultados en el lugar y en el momento en el que murieron, se preservó el comportamiento ‘congelado’. Esto es mucho más que una colonia reproductiva. Hay diferentes aves que se reúnen para tener pichones y después se va cada una por su lado. Pero acá tenemos varias generaciones de Mussaurus: los bebés, los de uno o dos años, los de cinco o seis… Y después los adultos que estaban todos juntos. Eso es típico de una manada como las de grandes mamíferos, que tienen la ventaja de proteger a los pichones y a los jóvenes en las etapas más vulnerables”.
El polvo del olvido
Probablemente, esta infrecuente instantánea de un episodio de la evolución se la debamos a una sequía muy marcada. “Las rocas nos dicen que es posible que este tipo de fenómenos o altas temperaturas pueden haber provocado la muerte de los animales, que luego fueron sepultados por polvo arrastrado por el viento”, explica Pol.
El Mussaurus es uno de los primeros herbívoros de cuello largo, que luego dieron lugar a los gigantes cuadrúpedos. “Estos, de adultos solo podían caminar con las patas traseras –detalla Pol–. Los jóvenes, no, sabemos que andaban en cuatro patas. Pertenecen al primer grupo de dinosaurios herbívoros que conquistaron el mundo. Medían unos seis metros de largo y pesaban 1500 kilos, más o menos como un hipopótamo. Pero el esqueleto entero de un pichón cabe en la palma de la mano: pesaban 60 gramos”.
Para la paleontóloga Zulma Gasparini, investigadora del Conicet en el Museo de Ciencias Naturales de la Plata, que no participó en el estudio, el avance es notable desde muchos puntos de vista. “Es un trabajo señero –subraya–. No es nada nada común en paleontología de vertebrados encontrar estas series ontogenéticas; es decir, todo el desarrollo de una especie, desde el huevo hasta la adultez”.
Según la especialista, el trabajo llevó décadas porque costó mucho darse cuenta que los restos eran de la misma especie, ya que los cuerpos van cambiando. Por otro lado, fue fundamental haber reunido un equipo interdisciplinario: “Es importantísimo trabajar con geólogos especialistas en paleoambientes, como Adriana Mancuso [del Ianigla, en Mendoza] –destaca–. También, con personas como Ignacio Cerda [de la Universidad Nacional de Rio Negro], especialista en paleohistología, estudio de los tejidos, que se dan cuenta cómo va evolucionando el hueso, cómo se va conformando para identificar cuáles son los adultos, los subadultos y los recién nacidos. Alejandro Otero, el único especialista en dinosaurios del Museo de La Plata, trabaja en forma y función, estudia cómo caminaban y se trasladaban. Todos estos aspectos permiten ver grados de desarrollo en distintos momentos de la vida”. Y concluye: “Es algo excepcional”.
Por su parte, Martín Ezcurra, paleontólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y especialista en el origen de los dinosaurios, que tampoco participó en la investigación, destaca otro aspecto interesante. Más allá de ser una gran cantidad, los huevos hallados están entre los más antiguos que se conocen de todo el registro fósil, junto con los de parientes cercanos de Mussaurus que habitaban en lo que hoy es Sudáfrica.
“Hay algo muy llamativo y es que hasta el Jurásico temprano, que es la edad de esta especie, no tenemos cáscaras de huevo ni huevos con cáscara –explica Ezcurra–. Desde ese momento tenemos muchos ejemplos en distintos grupos de reptiles: dinosaurios, cocodrilos, tortugas, lagartos. Lo interesante es que estas cáscaras calcificadas aparecieron independientemente en todos ellos”.
Y más adelante agrega: “Tenemos muchos registros de comportamiento de manada en dinosaurios, pero a partir del jurásico tardío y del Cretácico, o sea, muchísimo más jóvenes. Lo que muestra esta localidad es también que individuos de la misma cohorte vivían juntos, que es algo que no teníamos antes en animales de tanta antigüedad. Otro dato importante es que, sumado al trabajo detallado de campo, los autores pudieron utilizar diferentes metodologías, como análisis de sincrotrón (un acelerador de partículas que no tenemos en la Argentina) , que permite hacer una especie de tomografía computada pero con muchísima mayor resolución. Esto les permitió ver en detalle los embriones”.
En su publicación, el equipo, que además de los argentinos Pol, Mancuso, Claudia Marsicano [del departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA], Cerda y Otero, incluye a Roger Smith, de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, Jahander Ramezani, del MIT, en los Estados Unidos, y Vincent Fernández, del European Synchrotron Radiation Facility, en Francia, argumenta que la antigüedad de Mussaurus coincide con la dominancia de los herbívoros más preponderantes en el mundo y con el aumento del volumen corporal. “Lo que planteamos es que los hábitos gregarios pudieron haber estado relacionados con el tamaño (porque tardaban más en crecer y tenían más años de vulnerabilidad) y también con el hecho de que se hicieran abundantes en todos los continentes”, concluye Pol.
Sin tiempo para festejar, el científico ya está de nuevo “en campaña”: se encuentra en la provincia de Rio Negro buscando cocodrilos herbívoros. “Es una etapa muy interesante que ocurrió hace 100 millones de años –se entusiasma–. Eran completamente terrestres y tenían adaptaciones para ser herbívoros, muy diferentes a los actuales. Ayer encontramos un cráneo bastante lindo”.