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La nota completa:
LA MUERTE DE ALBERTO NISMAN
Me animo a escribirlo porque ayer leí la nota que salió en La Nación, de una periodista que se lo encontró a Jaime Stiusso en un bar tomandosé un café con leche con mediaslunas y le hizo una entrevista impactante y exclusiva. En mi caso no lo quise publicar antes por miedo a que nadie me creyera, pero esto es lo que me pasó hace cuatro días en mi barrio. Todavía no puedo creer la casualidad o el destino.
Yo estaba en la parrilla del Mono, en Acoyte entre Gurruchaga y Acevedo. Pleno Villa Crespo, Warnes, a tres cuadras de mi casa. Mediodía. Me senté en la vereda a almorzar como tantas veces. En eso veo que en la mesa de al lado se sienta un hombre a quien reconozco enseguida. Pide un chorizo, unas papas fritas, un cuarto de vino de la casa y un sifón. Lo vuelvo a mirar desconfiando de mí mismo, pero su cara era inconfundible, entonces le digo sin levantarme de mi silla porque estábamos lo suficientemente cerca.
_Disculpemé, maestro, usted es Héctor Magnetto?
Me dice sí, soy yo. Pensé que era una oportunidad única. Entonces le digo _¿Y a usted le jode si le hago una entrevista y la publico en mi facebook?
Magnetto viste ropa informal. Botitas de gamuza, unos jeans gastados, una campera con corderito, y un gorro azul que dice Cañossilen. Parece un vecino más del barrio, un tipo cualquiera.
Yo soy Barragán, el de 678, le digo, se lo aclaro para no crea que me estoy haciendo el distraído.
Para nada, Barragán –me dice Magnetto- ya sé quién sos vos, lo que sí te pido es que publiques exactamente lo que te digo, no quiero que me usen para hacer operaciones políticas, ni esas pelotudeces.
En ese momento le traen la jarrita de acero inoxidable con el vino, el sifón, y la panera. Me hace un gesto con la jarra y me dice ¿un vinito? –No, Don Héctor, le digo, cuando trabajo no tomo.
Hacés bien, me dice. Dale, arrancá antes de que me traigan el chorizo, porque tengo un hambre que me comería una vaca. Yo estoy un poco nervioso, tenso, pero él agarra un pancito, le pone salsa criolla y empieza a comer. Tomo aire y voy derecho con mi primera pregunta.
_¿Usted puso toda su maquinaria comunicacional al servicio de Cambiemos para que Macri hoy sea presidente y favorezca al capital concentrado y a Paul Singer que también puso dinero para la campaña?
-No, ni en pedo, me dice. Macri ganó porque la gente eligió la república, se dio cuenta de que los kirchneristas son todos unos delincuentes y unos asesinos. ¿A vos te parece, cómo lo amasijaron a Nisman esos kirchneristas? Todos en cana tienen que ir. El chorizo ya había desaparecido del plato. Porque aquella frase reveladora la pronunció entre bocado y bocado. Magnetto es un hombre de buen apetito, pensé. ¿Cómo hará para estar siempre tan delgado? Pero no me quedé conforme con la respuesta. Así que le insistí.
_No me contestó lo de Paul Singer, Don Héctor. Él mandó a su task-force, hizo campaña en los medios y el panameño del estudio Mossak Fonseca dice que Singer le pagó a Lanata para operar en contra de Cristina.
_¿Vos sabés que estas papas fritas son iguales a las que me hacía mi vieja? Me dice. Mi mujer nunca me hace papas fritas por ese colesterol de mierda.
_Y Paul Singer?- le insisto sin dejar que me distraiga con sus evasivas.
_Un hombre de negocios, Barragán. Cuando vos hacés negocios, cuando te va bien, cuando hacés guita grosa, todo el mundo te critica y te pega. La gente es jodida, es envidiosa. Vos fumá que es como yo te digo: la gente es chota, Barragán. No se banca el éxito ajeno.
Para cuando terminó de hablar quedaban tres papas en las bandejita de acero inoxidable. Magnetto me dice: uh, qué hijo de puta que soy, no te convidé papas. ¿Te pido una porción? Le digo que no pero insiste. Dale, te pido unas papas. Yo le digo que no, que gracias, que no quiero nada de él porque soy un periodista independiente y no me parece ético recibir nada de mi entrevistado. La calle de golpe se queda en silencio, dejan de pasar autos, es extraño en Acoyte a esta hora. La moza está quieta mirando algo a lo lejos, una paloma se nos acerca a comer las migas del piso. Magnetto saca un atado de Parissiennes de diez y enciende uno. Le pega una pitada larga, me mira y me dice _Ojo con escribir boludeces, poné lo que te dije, eh? Por supuesto, Don Héctor, le digo. Acá lo que importa es la verdad, siempre la verdad. Y yo soy un periodista.
Entonces mete la mano en el bolsillo de atrás del pantalón y paga la cuenta de ochenta pesos con un billete de cien con la cara de Evita. Le traen los veinte de vuelto y deja diez de propina.
La soda quedó entera. Hasta con el nylon puesto.