El pianista, compositor y cantante entrerriano Sebastián Macchi está lanzando Melodía baldía, su sexto álbum, el más solitario y cancionero de una producción refinada de música popular conformado por piezas que, advierte, tardaron diez años en cerrarse, con un tiempo que hay que respetar como pasa en la naturaleza.
Es necesario que cada proyecto encuentre su pulso y que la ansiedad y las ganas de compartir no estén primero que la música, postula Macchi durante una entrevista con Télam.
En su camino musical y como parte del elenco estable del sello independiente Shagrada Medra de Paraná, figura el trío con Claudio Bolzani (guitarra y voz) y Fernando Silva (contrabajo) que publicó dos álbumes (uno sobre poemas de Juan L. Ortiz), un dúo de pianos con Lucas Nikotian y otro terceto junto a Gonzalo Díaz (batería) y Jo Ghiglione (bajo fretless), con una placa editada. Además ostenta un disco instrumental de piano solo.
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Sus composiciones fueron grabadas por Aca Seca trío, Trío Familia, Cecilia Palh y Mario Gusso y tomó parte en discos de Nico Ibarburu, Silvia Iriondo, Carlos Aguirre, Coqui Ortiz, Cecilia Palh, Luis Barbiero y el grupo Barro, entre más.
Para la reciente producción urdió un repertorio propio integrado por nueve piezas: Melodía baldía, Cancioncitá, Entre Ríos, Cina-cina, El reino de este mundo, Bienvenida, La noche sobre la costa, Yo y mi habitación y Tango.
El cancionero se empapa de la musicalidad de Macchi y da cuenta del baldío como fracción de tierra improductiva, que no ha sido explotada o no tiene propietario, sin embargo, esta tierra aparentemente desaprovechada es el hábitat de millares de insectos y animalitos; plantas medicinales crecen allí y otras que purifican el medio ambiente, formula el artista.
En un texto que acompaña el lanzamiento, el autor apunta: Los baldíos -además- eran esos sitios abandonados adonde en la infancia, solíamos jugar libremente, portales al infinito misterio y la imaginación. Misterio y libertad, imaginación, espacio y diversidad, equilibrio natural, horizonte abierto para ir....
De la realización generada en los períodos de relajamiento del aislamiento por la pandemia tomaron parte, entre más, Gonzalo Díaz, Fernando Silva, Anita Archetti, Mauro Leyes, el brasileño Vitor Gonçalves, Tavo Cortés, Leandro Drago, Nico Ibarburu, Hugo Maldonado y un ensamble de cámara integrado por Juan Pablo Arizpe, Soledad Rodríguez, Sebastián Orlando, Pablo Arcoba, Andrés Mayer, Marcelo Barolín, Pablo Sosa, Federico Bidart, Luis Barbiero, Eugenio Zeppa, Lucas Cantarutti y Samuel Herrera.
Además, Melodía baldía precisó de la grabación a cargo de Eduardo Vilar con Juan Ignacio Bonetti grabando voces, teclado, accesorios y vientos en los estudios móviles y encargándose de la edición de audio y premezcla junto a Macchi, una dupla que también participó de la mezcla a cargo de Nahuel Ramayo y de la masterización cuya responsabilidad central recayó en Gustavo Bruno.
El nutrido equipo en torno a un material solista apenas en apariencia, tiene para quienes lo adquieran una descarga digital exclusiva e incluye un librillo diseñado por Roxana Rainoldi con fotografías producidas por Laura Basílico utilizando técnicas artesanales como la clorotipia (impresiones sobre hojas de plantas muy sensibles a la luz), las cianotipias y las antotipias (a partir de tinturas orgánicas de cúrcuma y zanahoria).
Télam: ¿Cómo fue imaginar y plasmar un disco en los tiempos pandémicos?
Sebastián Macchi: En el contexto del confinamiento hacer este disco fue una manera de sostenerme con la energía creativa en algo que estaba más allá de ese asunto. Y para mí es como un regalo ya que todas las canciones son como pequeñas perlitas que quise tocar con otras personas como una muestra de la necesidad de que la música pueda ser compartida de algún modo aunque no sepamos cómo va a despertar el mundo mañana y tal como pasa ahora con los incendios, las fumigaciones o las sequías.
T: ¿Y sentís que logró ese cometido?
SM: Creo que sí. Fue un sostén para mí y para las personas que se sumaron. Y en lo personal y más allá de esa coyuntura, es la primera vez que hago un disco que no representa un proyecto grupal, un conjunto de personas, pero a partir de las canciones empecé a imaginar escenografías distintas para cada canción y eso permitió un montón de libertad y muchas convocatorias.
T: Pese a ser tu trabajo más solitario, hay una decisión y una escucha de ampliar ese juego
SM: Si lo pensamos a un nivel artístico es una manera de poder apreciar los muy diferentes paisajes y contagiarse porque definitivamente se trata de un hacer colectivo al servicio de la inspiración de este lugar donde hay mucho que decir en lo más sublime y en los más terrible.
En ese sentido, el arte siempre es un salvavidas desde los tiempos más remotos y tal vez en estos contextos distópicos vaya siendo una posibilidad sanadora. Hay una gran enfatización del espectáculo, de la imagen, de la estética, y el arte es una fuerza primitiva que siempre ha pulsado. Generar ese contagio como si estuviéramos debajo de un árbol fue muy sostén y una posibilidad creativa y liberadora que contiene todo lo soñado, todos los abrazos que quisiera dar y recibir.
T: Pero las canciones son anteriores
SM: Son canciones que ya estaban de entrecasa pero que el hecho de tener que crear algo nuevo me dio la posibilidad de verlas leudar. Y dejar que se complete el proceso. En estos tiempos tan impersonales de escucha poder mostrar que hay un concepto es la manera en que seguimos pensando los discos algunos de nosotros.
T: ¿Hay idea de cómo mostrar Melodía baldía en vivo?
SM: Me encantaría cerrar el ciclo de este trabajo con poder presentarlo y es una ceremonia que es necesario que suceda y la estamos pensando para fin de año. La música en vivo es algo que tiene una contundencia de índole vibracional a la que no hay con qué reemplazarla.
Con información de Télam