La última semana arrancó con un golpe directo a la vida y al bolsillo de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. La nueva Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, presentada por Javier Milei en el Congreso de la Nación, cosechó la media sanción en Diputados y aguarda por su próximo tratamiento en la cámara alta, donde aún el panorama del debate está abierto. Entre los 279 artículos que conforman el proyecto preocupa en particular la intención de transformar el régimen jubilatorio y la posible eliminación de las moratorias previsionales, una política clave para la inclusión impulsada hace 20 años por el expresidente Néstor Kirchner y luego ampliada en varias oportunidades, que le permitió a millones de personas acceder al derecho a jubilarse y a una vida adulta digna e independiente.
El Título IX del proyecto libertario contó con el apoyo de 125 legisladores, oficialistas y opositores dialoguistas, que votaron a favor. En su desarrollo propone la derogación del sistema de moratoria previsional y en paralelo la creación de la figura de la “Prestación de Retiro Proporcional”, que se trata de una pensión para las personas que llegan a la edad de jubilarse sin haber acumulado los 30 años de aportes necesarios. Además establece que dicha edad pasaría a ser de 65 años, sin distinción de género. En términos concretos significa que, de aprobarse la ley, quienes hasta diciembre accedían a la moratoria van a perder el derecho para empezar a cobrar un haber mínimo equivalente a la Prestación Universal al Adulto Mayor (PUAM), que representa el 80% de la jubilación mínima, hoy valuada en $260.141,60.
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Teniendo en cuenta que en nuestro país una mínima porción de mujeres llega a dicha edad habiendo cumplido los requisitos necesarios para acceder a una jubilación, la medida pone en riesgo un derecho adquirido y trastoca de forma directa su economía y autonomía, en medio de una crisis económica que tiene a los jubilados y mujeres como principales víctimas del ajuste. Según los últimos datos publicados en 2023 por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del gobierno, que estaba a cargo de la socióloga Sol Prieto, 9 de cada 10 mujeres y 7 de cada 10 varones se jubila sin aportes. Esta tendencia se puede observar también al analizar la composición de las jubilaciones que se lograron a través de las moratorias pasadas: 85,4% de las mujeres y 50 % de varones. De aprobarse la con la Ley bases, si estas cifras se proyectan hacia adelante, se calcula que para los próximos años solamente 1 de cada 11 mujeres van a poder jubilarse.
Las estadísticas evidencian una marcada brecha de género producto del aún vigente paradigma binario del mundo y la división sexual del trabajo, que siguen empujando a las mujeres, por acción u omisión, a ocuparse mayoritariamente de las tareas del cuidado, lo que las condiciona en su acceso al mercado formal y por ende las limita en su desarrollo productivo y profesional. Actualmente se calcula, por ejemplo, que las mujeres con dos niños a cargo destinan más de 10 horas por día para mantener el hogar y la crianza. Justamente, en el periodo 2019 - 2023, en el marco de un proceso de reparación histórica por la desigualdad estructural, se pusieron en marcha políticas de Reconocimiento de las Tareas de Cuidado y el trabajo en las Casas Particulares que, a pesar de que han sido históricamente invisibilizadas, representan un total del 16,8% del PBI de nuestro país.
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La reforma previsional oculta detrás de la Ley de bases
La licenciada en Economía y directora de la asociación civil EcoFeminita, Candelaria Botto, explica que en realidad la eliminación de la moratoria implicaría prácticamente una reforma previsional para las mujeres. Con la implementación del nuevo esquema tendrían que esperar 5 años más para acceder, ya no a una jubilación, sino a una pensión universal de adulto mayor, con algún tipo de extra si tuvo aportes o no, cuestión que se definirá en la letra chica del proyecto: “En lo concreto implica que un montón de mujeres no van a poder acceder a una jubilación, que es el reconocimiento de un aporte económico a tus años activos hacia la sociedad. Una pensión está pensada como una transferencia de ingresos del Estado, entendiendo que todo adulto mayor debería tener una cobertura mínima universal, un piso garantizado, pero que es el 80% de la jubilación mínima. Entonces, en términos simbólicos, son cosas distintas: una cosa es un plan social, que no genera un derecho, y otra cosa es una jubilación”. En el caso de las parejas casadas la pérdida del derecho implica que si uno de los dos fallece, el otro ya no tendrá la posibilidad de cobrar dicha pensión, como si ocurre con la jubilación.
Botto remarca la necesidad de entender quiénes son estas mujeres, por qué llegan a la edad jubilatoria sin los aportes necesarios, y cómo se vincula si trayectoria de vida con la estructura socioeconómica de nuestro país durante los diferentes períodos gubernamentales: “Son mujeres que rondan los 60 años, salieron al mercado laboral a fines de la última dictadura cívico militar, enfrentaron la crisis económica que produjo, después atravesaron la hiperinflación con Alfonsín, la primera hiperinflación con Menem, después el desempleo en los 90, la crisis del 2001 y los últimos años. Si uno ve la realidad propia de la economía argentina se puede comprender por qué no cumplen con los años de aporte”. En este mismo sentido advierte que, a diferencia de los países occidentales, en Argentina la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo se registró principalmente en los 90s y con una perspectiva de ingreso complementario, es decir que “en medio de una situación de desempleo y falta de ingresos, las mujeres salían a buscar una changa, un trabajo en una casa particular, de pocas horas, que pudieran compatibilizar con el trabajo doméstico no remunerado. Y esos trabajos en la mayoría de los casos se daban en el mercado informal”.
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Milei suele negar sistemáticamente la desigualdad de género existente en el mercado, la brecha salarial y ha llegado a preguntar en vivo en una entrevista televisiva: "Mi mamá no trabajó y mi papá sí, ¿cómo pueden tener la misma jubilación?”. Dicho paradigma responde a una lectora lineal y ahistórica de una problemática compleja y multidimensional, pero también presenta una clara mirada de clase: “Cualquier persona que haya trabajado sabe que uno no decide si es formal o informal. Ahí atrás hay una mirada clasista porque se está mirando el problema desde el lado del empleador y no desde el lado de las y los trabajadores”, indica la directora de Ecofeminita.
“Como pasa con los femicidios, hay una reacción a las conquistas de las mujeres, una revancha”
Silvia Guzmán Rodríguez tiene 60 años y 24 de aportes. Es de Sarandí, Avellaneda, pero vive en Monte Grande desde que se casó y decidió formar una familia. Tiene dos hijas y una nieta de 7 años. “Soy maestra jardinera y trabajé como docente de nivel inicial durante 3 años. Después me pedí licencia y me dediqué a estar con mis hijas hasta que fueron a la escuela. En ese momento tampoco era tan accesible pagar un jardín maternal. Ahí arranqué a estudiar Gestoría y trabajé entre el 94 y el 2000. Hacía transferencias de coches, habilitación de negocios, trabajaba de forma independiente", relata. Hoy Silvia también trabaja de abuela: “Ayudo a mi hija, que es veterinaria, con la crianza, en la casa, cuido a mi nieta, la llevo a la escuela, le doy de comer”, cuenta.
Su historia es el reflejo de miles de mujeres de nuestro país que dedican gran parte de su vida a sostener a sus familias, a la crianza y a las tareas de cuidado, fundamentales para el funcionamiento de un hogar y de la sociedad toda. “Una siempre trabaja, aunque sea un trabajo no remunerado, es un trabajo. Son horas que pasas haciendo arreglos, limpieza, cuidar a los chicos, es una dedicación que vale tanto o más que un trabajo de afuera porque encima no hay límite de horario, lo seguís ejerciendo a la noche, los fines de semana, hasta que te vas a dormir”, señala.
En ese sentido reconoce las políticas previsionales y las moratorias que durante las últimas décadas le permitieron a millones de mujeres acceder a una jubilación: “Con Cristina se jubilaron un montón de amas de casa, porque es un trabajo de verdad, que en general los gobiernos de derecha no reconocen. Atrás de eso está la justificación del ajuste, pero además hay una cuestión de machismo, de no reconocer a la mujer en su trabajo y su dedicación. Creo que hay un ensañamiento con las mujeres, tenemos un gobernante bastante machista. Como pasa con los femicidios, hay una reacción a las conquistas de las mujeres, una revancha”.
Silvia empezó el año pasado a gestionar los trámites para lograr el reconocimiento de los años de crianza y acceder a la moratoria por los años que le faltan, pero luego de la votación de la última semana su situación es de total incertidumbre: “Empecé el papeleo y entre una cosa y otra se me pasó el tiempo. Es un proceso lento. Estaba muy confiada que me iban a salir, pero con esto estoy preocupada. Encima vas a ANSES y hay gente que la echaron, carteles de trabajadores que no están más - dice en relación a los más de 1200 despidos que se registraron durante las últimas semanas de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) en todas las oficinas del país – Tal vez yo, al tener a mi marido que sigue trabajando, tengo otra situación, pero estaba con esa ilusión de que iba a tener mi dinero, tener lo mío. Jubilarse es estar tranquilo, tener un sueldo a fin de mes que te da autonomía”.
Así como ocurrió con la gran marcha de los estudiantes en contra del desfinanciamiento de las universidades nacionales, cree que la única forma de frenar el avance de la Ley de Bases es convocar a una gran movilización en las afueras del Congreso Nacional: “Yo estoy pensando en ir el día que se vote en el Senado, hay que estar presionando desde afuera. La calle es la herramienta que tenemos, y una herramienta pacífica frente a la agresión del gobierno. A los Senadores que tienen que votar les pido que piensen en las mujeres que no se pueden jubilar, que piensen en todo lo que han hecho, y en todo el pueblo argentino que se merece vivir bien. No puede ser que haya personas grandes de 70 u 80 años que tengan que seguir trabajando porque no tienen para comer, eso es muy cruel”, concluye.
“La mayoría de las mujeres trabajamos siempre en negro, somos invisibles para los patrones”
Ana Maya es de Mendoza, tiene 59 años, y a pesar de haber trabajajado toda su vida no tiene aportes. Nació en la región de San Carlos pero reside hace tiempo en la localidad de La Reducción, ubicada en la zona de Rivadavia, al este de la provincia. Es mamá de dos mujeres y un varón, y abuela de cuatro nietos. Se reconoce como “viñetera” porque es el oficio que la acompañó desde su infancia más profunda hasta el año pasado cuando tuvo que dejar la actividad por problemas de salud: “Tengo primaria completa, no tuve la posibilidad de seguir estudiando. Desde chica mis padres me llevaron a la viña a la cosecha, mi papá era un laburante de la tierra, de la chacra. Es una actividad que hice casi toda la vida porque arranque de muy chica a los 12 o 13 años, y ya después continué siempre con los trabajos precarizados temporarios, trabajos que podía hacer una adolescente”.
Denuncia que en la viña las mujeres suelen participar en varias etapas de la producción pero sin el reconocimiento que se merecen ni un salario acorde. “En primavera se cortan los sarmientos de la parra para que den frutos para el año que viene; después se atan con totoras o cintas; y después cuando llega la temporada de verano se des brota para que dé más fortaleza al brote para la producción. Estos son trabajos que en general hacemos las mujeres, porque somos más delicadas, y según los patrones ‘más livianas’. La planta de vid esta levantada para arriba, hay que andar con los brazos levantados, y después cuando se bajan tenés que trabajar agachada así que es bastante complicado el trabajo. Eso lo hacemos las mujeres”, explica.
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Lo paradójico es que, al tratarse de trabajos temporarios, la mayoría de las mujeres contratadas para estas tareas específicas, incluso en empresas importantes, lo hacen de forma precarizada, en la informalidad, sin aportes ni cobertura de obra social: “La mayoría de las mujeres trabajamos siempre en negro, somos invisibles para los patrones. Es desvalorizado nuestro trabajo, mientras que los varones están en blanco. Si recorrés las fincas de Mendoza pasa lo mismo en todos lados. Como es trabajo temporario, de 2 o 3 meses, no se blanquea, pero en realidad si sumás todo el tiempo es casi medio año que has trabajado sin aportes”. Además Ana cuestiona el rol del sindicato de los vitivinícolas, Soeva, que “nunca se preocupó de que el trabajador cobrara como realmente debía”.
Pero no solo eso, Ana está casada hace 44 años y, a la par de su trabajo en la tierra, fue la encargada de sostener el hogar y las tareas de crianza mientras sus hijos crecían: “La etapa de crianza fue una muy difícil porque tenía que organizarte un montón, con la comida, llevarlos a la escuela, la ropa, la limpieza, un montón de cosas que toda ama de casa sabe. Volvía de trabajar y seguía trabajando en la casa – recuerda - el trabajo de la ama de casa es un trabajo, no es un hobbie. Toda ama de casa y mujer tiene el derecho, tanto si ha trabajado en otra cosa o no, de tener una jubilación que le corresponde por ley. Yo estoy a meses de jubilarme y si se aprueba esta ley anti obrera no voy a poder, incluso habiendo trabajado toda mi vida en tareas muy duras, muy difíciles, y criando tres hijos. Y así como yo hay miles de mujeres en Argentina”.
“A los senadores les quiero pedir que piensen en el pueblo argentino, en las miles de mujeres que vamos a quedar sin jubilarnos, que no estamos pidiendo que nos la regalen, la ganamos, tenemos derecho a recibirla”, expresa. Si bien Ana tiene fe y cree que es posible el rechazo de la ley en la Cámara de Senadores, ya está pensando en posibles alternativas para el futuro: “Tengo la esperanza de que esta ley no se apruebe, pero también estoy pensando qué voy a hacer. Me gusta la costura, así que me tendré que dedicar a coser y tratar de vender algunas cosas, hacer algo para genera ingresos porque a esta edad a las viñas no voy a volver a trabajar, tengo tres hernias de disco en la columna y un pinzamiento en el nervio ciático. Lo que no quiero es ser es una carga para mis hijos, eso me da mucha pena”.
“Una vez un jefe me llegó a decir ‘esto no es un trabajo’”
Estela Leone es del Oeste, de Ramos Mejía, pero vive en Lanús hace más de 25 años cuando con su marido decidieron mudarse por cuestiones laborales. Tiene tres hijos y tres nietos. A sus 59 años acumula solamente 10 de aportes, que surgen de la suma de los años trabajados en la formalidad, y el reconocimiento por las tareas de crianza de sus hijos a partir de la medida impulsada por ANSES en 2021 que benefició a más de 300 mil mujeres de todo el país. Trabajó en blanco como viajante de comercio para una revista de capacitación docente, pero el resto de sus labores siempre fueron en la informalidad en comercios, atención al cliente en locales y como profesora de yoga dando clases en centros de jubilados: “Me faltan 20 años de aportes porque me dediqué a mi casa, a la familia y al trabajo informal. Lo que ya sabemos que por horarios, por los chicos, por un montón de cuestiones, nunca me formalizaron. Al contrario una vez un jefe me llegó a decir ‘esto no es un trabajo’”.
En los 90s, mientras su marido viajaba por trabajo, Estela se dedicó a criar y cuidar de sus tres hijos. “Era una necesidad, aunque fui muy feliz criándolos”, afirma. Asegura que ser ama de casa es un trabajo que debe ser reconocido, y recuerda con emoción que su madre, con quien comparte casi la misma historia, pudo jubilarse gracias a la moratoria previsional que decretó el presidente Néstor Kirchner en 2005, en lo que fue una de las primeras políticas de estado pensadas para consolidar un modelo de inclusión y restitución de derechos con perspectiva de género. “Fue una transformación, yo me puse muy contenta cuando Néstor como Presidente empezó a valorar a la mujer. Antes si tomaban a una mujer en un trabajo era porque se le pagaba menos y se aprovechaban de si necedidad”, dice.
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En diciembre de 2023, evaluando la gravedad del panorama político, empezó los trámites para la moratoria, pero hoy no tiene certezas sobre su situación. “Yo entiendo que debería seguir pagándola, aunque sea por más tiempo porque si se aprueba la Ley voy a poder jubilarme recién a los 65. Lamentablemente la sociedad va para atrás. Siento una tristeza profunda porque retrocedemos años y perdemos todo lo que habíamos conseguido – se lamenta - creo que el presidente esta ensañado contra las mujeres, su discurso es una desvalorización permanente. Si fuera por él ni tendríamos que votar. Todo el terreno que habíamos ganado, ese lugar en la sociedad, por la lucha de las mujeres, lo quiere destruir”.
“Yo creo que hay que salir a la calle, los trabajadores tienen que luchar – afirma Estela con total convicción- creo que en el Senado tal vez puedan frenarlo, pero ese día tendríamos que salir a la calle como se salió por el tema de las Universidades, porque no es solo el perjuicio a las mujeres, este proyecto destruye un montón de cosas. Y a los senadores les diría que tengan memoria, que piensen en el pueblo que está sufriendo, está triste, en los trabajadores, los jubilados, en la gente que luchó tanto para que este país avance. Les diría que no se pueden perder los derechos de los hombres y mujeres de nuestra patria”.