Ganó la batalla judicial para quitarse el apellido de su progenitor denunciado: hoy, junto a su madre, cuentan su historia como sobrevivientes

Jazmín Stolfini logró que la Justicia reconociera su derecho a la identidad y le permitiera quitarse el apellido de su progenitor denunciado por abuso sexual. Su historia está atravesada por la violencia institucional que también sufrió su madre, Silvia Piceda, sobreviviente y madre protectora. 

24 de diciembre, 2025 | 06.00

Luchar sirve. Siempre en colectividad. Ese es el mensaje que dejan en claro Silvia Piceda, madre protectora y cofundadora de la asociación Adultxs por los Derechos de la Infancia, y su hija Jazmín Stolfini, quien estrena su nuevo apellido desde agosto del corriente año. Este es el apellido de su abuela materna que reemplaza al de su progenitor denunciado. Su derecho a la identidad ganó una batalla legal que hoy muestra con orgullo en su DNI, dejando atrás la dura historia que ella y su madre supieron convertir en una causa colectiva.

Silvia es sobreviviente de abuso sexual, ocurridos entre sus 9 y 10 años de edad por parte de un primo y amigos de su padre. Lo contó en su casa, pero nada cambió: “No sentí que hicieran nada para defenderme y nunca más se habló del tema”.

En el 2009, Romina, la hijastra del progenitor de Jazmín, se acercó a contarle que ella había sido abusada por él cuando tenía entre 9 y 11 años. “Yo ya estaba separada de este hombre, pero tenía contacto con Jazmín. También me enteré que su papá, abuelo de mi hija, había abusado de múltiples niñas incluidas las tres nietas”, relató Piceda, que buscó entonces ayuda en el juzgado de familia donde ya se libraba una demanda por alimentos. Sin embargo, de nuevo, nadie la escuchó y terminó huyendo de su propia casa con su hija para protegerla de una decisión judicial que la obligaba a revincular a su hija con su progenitor denunciado.

“Empecé a entender la decisión de mi mamá de protegerme, y la importancia de hablar. Con esto que me pasó, tenía que hacer algo para transformarlo, para sentirme mejor y ayudar a otros chicos que estén pasando por lo mismo”, analiza hoy Jazmín, que rompió el silencio que enquista historias como la que les tocó vivir no sólo dando entrevistas sino también con la producción de su documental “Poder Decir”. La pieza audiovisual es producto de una tesis realizada junto a dos compañeros de su carrera Comunicación Social en la UBA, Delfina Freidzon e Iván Ezquerro. La película fue construida a partir de testimonios en primera persona de sobrevivientes de violencia judicial luego de denunciar abusos intrafamiliares, incluyendo la propia, y terminó ganando dos premios nacionales. “Fue un mimito”, dijo Jazmín, con una sonrisa que se escucha del otro lado del teléfono.

El documental expone el carácter “adultocéntrico” de la Justicia que no da valor a la palabra de las infancias que llegan a los juzgados de familia. Tal como señaló Silvia al respecto, no son casos aislados, “el 20% de la población sufrió abuso sexual en su infancia, según UNICEF”. “La asociación Adultxs ya tiene 13 años de trabajo ininterrumpido a nivel nacional e internacional, de tener contacto continuo con sobrevivientes adultos, con protectores y protectoras de niños víctimas de abuso. Es doloroso: es una de cada 5 mujeres y uno de cada 7 varones”.

El problema no termina allí. “Sólo el 2% de las denuncias por abuso sexual infantil llegan a una sentencia para el agresor”, informó Alejandrina Román, psicóloga, sexóloga, educadora sexual y especialista en abuso sexual infantil. Aun así, Jazmín logró ser oída y torcer su destino.

Derecho a la Identidad

Todo este dolor fue convertido en lucha. No fue fácil. Para cambiar su apellido, Jazmín llevó adelante un proceso judicial que requirió juntar pruebas, testigos e informes psicológicos.

Este proceso lo inició con abogados de patrocinio gratuito de la UBA, pero ella no sintió que entendieran el enfoque que quería darle a su demanda. Incluso, en diálogo con este medio, señaló que se sintió revictimizada en algunas entrevistas con ellos y decidió abandonar la demanda hasta que conoció a Brisa Ottogalli, quien se convertiría en su abogada para lograr su nuevo nombre. La letrada llevaba poco tiempo de recibida, pero demostró que acompañar a Jazmín en su demanda adecuadamente no requería larga experiencia, sino voluntad y empatía. Fue entonces cuando Jazmín dejó de ser víctima de una sistemática violencia institucional por parte del Poder Judicial y logró el acompañamiento de amigos, compañeros de trabajo y de la facultad e incluso de un preceptor de su escuela secundaria que fueron a testificar para que finalmente pueda ser nombrada sin que su historia la asalte.

Para Jazmín Stolfini fue inicialmente un “proceso desgastante”, pero entendió cuál es el punto de quiebre para que la historia termine en triunfo: “Creo que la única manera de poder llevarlo adelante es teniendo una red. Pero se puede. Yo lo logré”. 

Hace falta una aldea

El triunfo legal es de Jazmín, pero también es de Silvia, que la protegió a tiempo para que su historia no se repita en su hija: “Me da muchísimo orgullo la capacidad de perseverar que tiene Jazmín. Como mamá, salí a protegerla cuando había un riesgo clarísimo de agresión y traté de darle las herramientas que tuve a mi alcance para que pueda tener la posibilidad de decidir”.

Silvia no tuvo esa red de apoyo en su infancia. No la ayudó su familia cuando contó las agresiones sexuales que sufría, ni la ayudó la Justicia cuando contó que su ex pareja y su padre abusaban sexualmente a niñas menores de edad. El sistema de justicia tampoco ayudó a Romina, la hermana mayor de Jazmín. Ambas fueron revictimizadas, tratadas de “mentirosas, de confabular contra un buen hombre”.

“Mi logro es haber sido una madre protectora. Por eso, invito a otros adultos y adultas a ser protectores también. A estar para aquellos chicos que sufrieron lo mismo que nosotros, que son quienes luego tienen herramientas para salir a buscar su propia vida y no quedan parados en su trauma”, instó Silvia.

“Para criar a un/a niñx hace falta una aldea”, reza un eslogan de la asociación Adultxs, fundada por la actual pareja de Silvia, Sebastián Cuattromo, hace 13 años, también sobreviviente. Desde allí, se unen para contener y asesorar a adultos y adultas sobre la problemática de abuso sexual infantil. Porque eso necesita un niño o niña para crecer y desarrollarse de manera segura: una red protectora, una aldea.

Falsas denuncias

Actualmente, el Congreso de la Nación aloja proyectos de ley impulsados por el Gobierno Nacional que buscan endurecer las penas por falsas denuncias, especialmente en casos de abuso sexual infantil, violencia de género e intrafamiliar, modificando el Código Penal para aumentar las sanciones.

Tal como le sucedió a Silvia, Romina, Jazmín, y tantas otras víctimas de abuso sexual, la Justicia tiende con facilidad catalogarlas como “falsas denuncias” sin mayores pruebas o peritajes. Pero este posicionamiento político del oficialismo y algunos sectores sociales más conservadores no le sorprende a Silvia: “Me parece lamentable que el Gobierno refuerce la idea de que las víctimas mentimos, y a la vez me parece absolutamente esperable”.

“En nuestra sociedad machista y adultocéntrica, cuando hay conflictos de intereses entre los derechos de los niños y la comodidad de la población adulta, los adultos van a elegir su lugar más cómodo. Es muy incómodo asumir que los agresores y agresoras están entre nosotros, los adultos, y especialmente en la esfera familiar”, apuntó.

A pesar de que el fenómeno de las “falsas denuncias” no sólo no está respaldado por investigaciones ni evidencia suficiente, la poca información informal que existe al respecto señalan lo contrario: en promedio, las falsas denuncias no superan el 4%. “Creemos que están queriendo hacer ley a partir de la excepción. Justamente, que el 20% de la población haya sido víctima de agresión sexual habla del silenciamiento, de la descreencia y de la impunidad”, opinó la cofundadora de Adultxs. Y cerró: “Es más difícil para las víctimas hablar en este contexto, donde desde el Estado nacional se propone la crueldad como modo de vinculación. Antes, creíamos que lo que el Estado hacía era insuficiente, pero ahora recortaron directamente los recursos económicos para atender víctimas. Hoy hay ausencia total del Estado con un discurso de crueldad sin frenos”. Por esta misma razón, Silvia y Jazmín invitan a “hablar más, contar y compartir más, aportar más amor y ternura, encontrar espacios seguros, sostener al otrx, proteger a los niños, niñas y adolescentes…”.

No estás solx

Para aquellas víctimas de abuso sexual en su infancia, o madres o padres protectores hay un espacio de contención, asesoramiento e información: Adultxs por los Derechos de la Infancia. Cada sábado, realizan una reunión virtual de “Grupo de Pares”, de 15 a 17 hs. El espacio es anónimo, gratuito y empático. “No hace falta hablar para participar. A veces venimos de tanto silencio que cuesta muchísimo poner en palabras. Pero escuchar a otros que pasaron por lo mismo es magnífico”, comentó Piceda.

A ese sostén se suma un taller teórico mensual, también virtual, que funciona los segundos sábados de cada mes. Allí trabajan herramientas de resiliencia, psicología, sociología, antropología y aspectos jurídicos, y participan distintos profesionales como abogados dando charlas.

Además, Adultxs mantiene vías de contacto directas como Instagram, Facebook y X, que se encuentran detalladas en su página web: adultxsporlosderechosdelainfancia.com.

El objetivo es siempre el mismo: romper el aislamiento y la soledad: “Cuenten absolutamente con nosotros para esa tarea”.

El trabajo de las y los integrantes de esta asociación requiere de apoyo económico para poder seguir subsistiendo, por lo que en la página web se encuentran también las vías para sostener, entre todos, una red que lucha porque las historias inspiradoras de Jazmín, Silvia, y tantas otras personas, sean cada vez más. Luchar sirve.