La justificación de despidos, parálisis de proyectos, reducción de ingresos… en suma, destrucción del sistema científico, se reduce en los últimos meses a tres palabras: “No hay plata”. Pero aunque resulte difícil de creer, tampoco se ejecutan las cosas que no cuestan ni un centavo, ya que dependen de simples actos de seguimiento administrativo.
Es lo que ocurre con la supercomputadora Clementina XXI (que lleva ese nombre en honor a la primera que tuvo el país), que está en veremos. Adquirida en 2021 por el ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación a un costo de cinco millones de dólares, que fueron financiados con un crédito del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), está alojada en el Data Center del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), modernizado por el Ministerio de Defensa para albergar este equipo con una inversión cercana a los dos millones de dólares para ponerla a disposición de toda la comunidad científica y tecnológica local reservando un 10% del tiempo de uso de su gran poder de cómputo para el SMN.
El contrato de adquisición de la máquina estipulaba que el pago se haría en tres cuotas: una en el momento que se adjudicara la licitación, la segunda a la entrega de la máquina y la final cuando se aprobara para su uso. Este último pago incluye los gastos de funcionamiento por los siguientes tres años, mantenimiento y repuestos. Pero quedaba un detalle: para poder usar esta máquina junto con la anterior que tenía el SMN, como estaba previsto, con el fin de aumentar la capacidad de cálculo para pronóstico, era necesario instalar un sistema eléctrico de media tensión, ya que en la actualidad funciona con uno similar al que llega a los hogares familiares. “El plan era llevarlo a media tensión, como si fuera una industria, lo que permite tener una capacidad eléctrica mucho mayor, y poder aumentar la capacidad de cómputo en el futuro”, cuenta el físico Pablo Mininni, coordinador del Sistema Nacional de Computación de Alto Desempeño (Sncad).
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Pero aunque el SMN cumplió con toda la adecuación eléctrica que le correspondía, y las empresas involucradas, Lenovo e Intel, estaban interesadas en que el trámite se cumpliera lo más rápido posible, sólo ayer llegó el transformador de media tensión que tenía que proveer Edenor.
“Ahora estamos esperando que lo instalen lo más rápido posible, porque el equipo así no se puede usar –cuenta Mininni–. Lenovo e Intel están pendientes porque quieren terminar de cobrar y además, en un mes se hacen las nuevas pruebas para el ‘top 50’, entonces si se puede tener toda la máquina funcionando ingresaría en un mejor puesto de esa categoría”.
Según explica Mininni, el ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación estuvo muy pendiente del progreso de este proyecto, llamando Edeno, explicando su relevancia y asegurándose de que se cumplan los plazos pactados. “Eso desde el cambio de gestión se frenó y la empresa [Edenor] empezó a trabajar con otros tiempos –detalla–. Recién en el último mes tuve una reunión con las secretarias de Paula Nahirñak [subsecretaria de ciencia y tecnología], que ya vienen de gestiones anteriores y pusieron la mejor buena voluntad, y les solicité que [la funcionaria] repita esas gestiones, o sea que vuelva a llamar periódicamente para asegurarse que cumplan con los plazos, porque ya llevamos seis meses de demora”.
El encargado de esas diligencias en el gobierno anterior era el también físico Juan Pablo Paz, ex viceministro de Ciencia, Tecnología e Innovación. “La supercomputadora se puso en marcha, la empresa Lenovo estaba terminando la instalación de los últimas componentes del equipo que se había traído de Europa y el SMN estaba a cargo de la obra civil –subraya–. La computadora costó cinco millones de dólares y la obra civil está presupuestada en aproximadamente 1.800.000 dólares, que pagó el Ministerio de Defensa, en cuya órbita se encuentra el SMN. Lo único que faltaba de la obra civil era la puesta en funcionamiento de un tablero de media tensión. Se conectó en forma provisoria y eso permitió que la computadora pudiera funcionar a mitad de potencia. Con esa prueba, quedó ubicada y así figura en el ranking oficial que se publicó en noviembre del año pasado 196 del mundo entre las de mayor poder de cómputo. Es la primera vez que la Argentina tiene una computadora entre las 500 más poderosas y se esperaba que cuando funcionara a toda potencia estaría un poco más arriba, probablemente entre las 100 más poderosas. Eso era lo que prometía Lenovo. La cuestión es que desde ese momento hasta ahora no se hizo nada de nada en lo que se refiere a la alimentación eléctrica. Y es un trámite en el que no hay que invertir nada. Cuesta creerlo. En teoría están todos interesados en que esto se ponga en marcha, pero pasaron seis meses, ¡seis meses!, y la computadora no está funcionando. Es un crimen. Seis meses paralizada una máquina de ese porte, de esa calidad y de ese costo es un montón de plata tirada a la basura. Me da mucha pena, mucha indignación, porque es un proyecto hermoso, y se resuelve levantando el teléfono y haciendo microgestión”.
A pesar de todo, el SMN continuó el proyecto y el experto a cargo del área de infraestructura, sistemas y comunicaciones, Pablo Loyber, alguien crucial para este proyecto, sigue en su puesto.
“Se trata de hacer una llamada telefónica una vez por semana para que la compañía cumpla con sus plazos –concluye Mininni–. Es un trabajo que vengo haciendo, pero que tiene que hacer una secretaría. El último plazo que habían dado era para instalar el transformador era hace 20 días, pero recién lo trajeron ayer. Lo importante ahora sería que se haga la instalación. Una vez que Edenor lo prenda, la máquina puede estar disponible para el sistema científico muy rápidamente”.