La propuesta del actual gobierno por llevar adelante un Pacto Social entre empresarios y trabajadores fue, en rigor, expresada desde antes que Alberto Fernández fuera candidato a Presidente. De hecho, fue Cristina Kirchner, en la presentación de su libro “Sinceramente”, quien hizo referencia a un “Contrato Social de Ciudanía Responsable”, citando como antecedentes “el Pacto Social de Perón y Gelbard”, un acuerdo de precios y salarios que fue central durante el último gobierno de Perón.
El planteo de Cristina era lógico, teniendo en cuenta los logros socioeconómicos obtenidos por el acuerdo diseñado técnicamente por la CGE, la gremial de pequeños y medianos empresarios fundada por Gelbard, quien como ministro de economía llevó adelante este acuerdo que permitió, durante el año y medio que estuvo al frente del ministerio de Economía, un descenso de la inflación del 80 por ciento en 1972 al 27 por ciento para fines de 1974, junto a caídas en los índices de desocupación del 6,6 por ciento a poco más del 4 por ciento y una suba del salario real del 19 por ciento, entre otros índices favorables.
Fue así que a poco de asumir, el 27 de diciembre de 2019, Alberto Fernández encabezó una reunión con dirigentes sindicales y empresarios, en la que firmaron un documento denominado "Compromiso argentino por el desarrollo y la solidaridad", donde hacían referencia a un “lograr un desarrollo inclusivo y sostenible” aunque sin mayores especificaciones. La idea se reflotó en noviembre, pero nada se avanzó, con lo que la semana próxima volverá a insistirse con la convocatoria. Aun cuando la tercer sea la vencida, la idea de reflotar el Pacto Social de Perón y Gelbard, tal como lo expresó Cristina, parece hoy día lejana.
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Y es que al trazar los principales puntos del exitoso Pacto de 1973, podemos ver una serie de elementos que expresan una distancia con el actual contexto:
- El Pacto era solo una parte de un expreso programa económico en favor de las mayorías populares, detallado en el “Plan Trienal”, y era encabezado por un presidente, Perón, que detentaba un fuerte poder político.
- El ministro de Economía Gelbard no había terminado el secundario, pero su profuso conocimiento y actividad gremial empresaria, con la que había establecido diversos acuerdos con la CGT en las décadas del cincuenta y sesenta, le permitía una capacidad negociadora única para arribar a acuerdos sindicales.
- En el sector del capital, los protagonistas eran, por vez primera en la historia, los pequeños y medianos empresarios, responsables del 90 por ciento de las unidades productivas y nucleados en la CGE, mientras que los grandes grupos económicos industriales nacionales y extranjeros, nucleados fundamentalmente en la UIA, y agrarios, en la SRA, se subordinaron a estos acuerdos, no por coincidencia sino por la hegemonía peronista.
- Prácticamente la totalidad de los trabajadores estaba registrados y sindicalizados, y si bien existían cuestionamientos por parte de sindicatos clasistas enrolados en la izquierda, la CGT contenía importantes bases, las cuales se sentían además respaldadas por su liderazgo, entonces en manos José Rucci.
Pocos o ninguno de estos puntos parece estar hoy sobre la mesa, y en más de uno la situación es exactamente inversa. A ello se suma, por más obvio que resulte, que en 1973 no existía una pandemia que teñía de incertidumbre cualquier modelo futuro, sin contar además que aquella Argentina venía de modelos económicos, aplicado por los anteriores gobiernos militares y radicales, que mantenían las bases industriales y de pleno empleo que había legado el primer peronismo, luego desguazadas por los sistemas neolibelarales iniciado con la dictadura cívico militar de 1976 y de los que la alianza Pro-UCR fue la última expresión.
Cierto es que la apuesta a una mesa de diálogo empresarial y sindical, un clásico del peronismo en busca de la armonización de clases, pareciera ser a primera vista un elemento positivo, en contraste con las teorías neoliberales que proponen la sumisión de los trabajadores al gran capital, aunque no menos real es que también la alianza Cambiemos intentó llevar adelante estos encuentros, bajo el nombre de “Dialogo para la produccion y el trabajo, lo que demuestra que estos espacios, sino se enmarcan en un plan consistente definido por el liderazgo presidencial, pueden no ser más que instancias de diálogo con resultados efímeros y limitados.
Así y todo resultan auspiciosas las definiciones de los ministros de Economía Martín Guzman y Producción Matías Kulfas, así como del jefe de Gabinete Santiago Cafiero y la vice Jefa Cecilia Todesca, en relación a la importancia de que las paritarias no tengan techo y que los salarios le ganen, luego de tres años, a la inflación: por relativamente poco que se pueda obtener en un acuerdo dentro del actual contexto, un anuncio de esta índole avalado y comprometido por los grandes grupos empresarios, sería un claro triunfo del gobierno.