Y el debate político, para cuándo

31 de octubre, 2021 | 23.35

El desencanto por la política, la ilusión de la salvación individual que conspira contra todo compromiso colectivo, el desinterés por desentrañar las causas de las frustraciones nacionales y de los valores en juego, constituye uno de los mayores triunfos del Neoliberalismo. Recuperar la confianza en la existencia de otra alternativa que la que nos presentan como un fatal determinismo, impone penetrar la superficialidad de consignas inconsistentes y ahondar el debate que ilumine ese otro camino que nos brinda la democracia.

El ser peronista

A esta altura de los tiempos, habiendo corrido tanta agua bajo el puente que proponía una convergencia entre el Capital y el Trabajo con predominio de este último que es, en definitiva, el que crea la riqueza de las Naciones; sorprenderse con ciertos episodios que cíclicamente se verifican dentro del Peronismo, sería pecar de ingenuidad.

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Tampoco se trata de apelar a un “peronómetro” cuyo control nadie, seriamente, puede atribuirse, ni de desconocer el amplio arco que comprende esa fuerza política que hace a su misma conformación y a sus postulados programáticos históricos que son parte, justamente, de su riqueza como Movimiento. 

Capaz de expresar la pluralidad en la diversidad sin desmedro de su verticalismo, que no implica “autoritarismo”, sino, un imprescindible reconocimiento a una conducción en la cual se diriman las diferencias y se evite caer en “liberalismos acartonados” o en recurrencias a instancias “asamblearias” en que todo se diluye a la hora de adoptar decisiones impostergables.

Liderazgo y conducción política centralizada que, valga remarcarlo, en nada menoscaban una democracia popular en tanto existan -y más aún, cuando se promuevan- espacios de discusión en todos los niveles orgánicos e inorgánicos. Por el contrario, es en esas instancias de base e   intermedias en las que se convalidan aquellas cualidades que adquieren determinados referentes, que es inherente al Peronismo desde su origen.

Dirimir quienes son o no son, quienes son más o menos peronistas, da para todos los gustos y colores, aunque pareciera que sí es posible -sin pretender absolutos- señalar algunas cuestiones que permiten definir una identidad ideológica – doctrinaria que demarca fronteras.

Una primera, aunque no exenta de debates, es advertir que apelar a categorizaciones eurocéntricas no parece ser un camino que ayude a ese propósito. Buscar similitudes con las corrientes socialdemócratas o socialcristianas, por ejemplo; emparentarlo con totalitarismos, en alguna medida resultantes de aquéllas, tampoco.

Otra, ligada a la anterior, es recurrir a calificaciones de izquierdas y derechas. Tan desdibujadas en los últimos cincuenta años, cuando no reperfiladas en centrismos o progresismos que provocan más confusiones que certezas. A la par que no despejan la compleja madeja que constituye el Peronismo como exponente, por antonomasia, de los movimientos populares, nacionalistas y propulsores de una Patria Grande que, con sus peculiaridades, se han dado en estas tierras al sur del Río Bravo.

Descartadas esas vías de aproximación a su esencia doctrinaria, entiendo que es de mayor utilidad atender a su derrotero histórico y a las cualidades que le fueran reconocidas por las grandes mayorías en Argentina, manteniendo su vigencia a casi 70 años de su aparición y a más de 47 años de la desaparición física de su líder indiscutido, caso sin precedentes al menos en Latinoamérica.

Su condición “antiliberal”, en cuanto el liberalismo encierra una filosofía individualista que no vincula “libertad” con “igualdad” e, incluso, se desentiende de esta última naturalizando las desigualdades como determinismos -casi inquebrantables- derivados del origen social. Como también, en cuanto a una concepción de profesionalismo de la política sin participación directa de referentes de otras organizaciones libres del Pueblo y, especialmente, del movimiento obrero, que daba cuenta del paso de una democracia liberal a una democracia social.

Imbuido de una convicción “anticapitalista”, en cuanto se lo entienda correlato en el campo económico del liberalismo, sometido totalmente a las reglas del Mercado y enemigo de toda intervención del Estado ya sea en la indispensable regulación para alcanzar equilibrios sociales, en el dominio y/o control de bienes esenciales del patrimonio común, como en el manejo de determinadas actividades estratégicas para un desarrollo autónomo en beneficio del conjunto de la población.

El rechazo a la “partidocracia”, concibiendo al partido en tanto formando parte de una construcción mucho más amplia -en organizaciones y protagonistas- y, fundamentalmente, como herramienta electoral, cuya incidencia disminuye notoriamente -o llega a ser imperceptible- concluida la etapa comicial.

Un marcado nacionalismo popular, que no se propone expansivo en desmedro de otros Estados, sino, que se plantea como plataforma necesaria de alianzas, especialmente regionales, para constituir Bloques de países que mejoren las posibilidades de negociaciones internacionales. Con el sostenimiento de principios fundamentales en cuanto a la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

En relación a esas clásicas “banderas” consustanciales a esa fuerza política, es posible extraer otros elementos caracterizantes e identitarios.

La distancia prudente -o directo rechazo- de Organismos multilaterales ligados al Capitalismo imperialista y sus satélites europeos, como el Banco Mundial y el FMI a los que la Argentina no se integró sino hasta después del derrocamiento de Perón en 1955, lo que también se verificó con respecto a la OIT.

La estrecha relación entablada con el Movimiento Obrero, erigido en “columna vertebral” del Peronismo, poniendo un sello indeleble en la opción por la clase trabajadora como destinataria central de las políticas de Gobierno en miras a la ampliación de derechos, a condiciones dignas de labor y a un mejor vivir. Pero también, la decisión de tener por principal aliado al sindicalismo, entendiéndolo como su representación natural, ayudando a su fortalecimiento e integrando a sus cuadros gremiales a los distintos poderes del Estado.

Las afinidades, enfrentamientos o desacuerdos no definen, por sí mismo, la pertenencia que quepa reconocérsele a quienes se enrolan en el Peronismo, ni mucho menos es esperable una homogeneidad que opere como delimitante.

Sin embargo, aún dentro de las variadas expresiones que se registran en ese Movimiento Nacional, es preciso adscribir a sus postulados básicos y proyectarlos en conductas consecuentes con los mismos para que aquel reconocimiento sea factible.

La Tercera Posición

Fermín Chávez en “Tercera Posición y Unidad Latinoamericana”, comienza diciendo que las sombras de Yalta y Chapultepec se proyectaban sobre el Cono Sur cuando el gobierno constitucional peronista inició su gestión a mediados del cuarenta y seis. (…) El reparto del mundo arreglado en la primera de esas conferencias no era un secreto.

Recordando que el 25 de noviembre de 1946 al hablarles a los trabajadores en el Teatro Colón, Perón afirmó que “Los partidos totalitarios realizaban toda su obra para la guerra y nosotros estamos realizando toda nuestra obra para la paz”, y que el movimiento que él encabezaba rechazaba tanto el “régimen capitalista” como el “estatal puro”. Agregando el autor, que dos días después, en el mismo escenario, se dirigió a los industriales (señalando) “Parecería que una tercera concepción pudiera conformar una solución aceptable, por la cual no se llegaría al absolutismo estatal, ni se podría volver al individualismo absoluto del régimen anterior. Será una combinación armónica y equilibrada de las fuerzas que representan al Estado moderno (…) tratando de conciliarlas, de unirlas y de ponerlas en marcha paralela para poder conformar un Estado en el cual, armónicamente, el Estado, las fuerzas del capital y las fuerzas del trabajo, combinadas inteligente y armoniosamente, se pusieran a construir el destino común con beneficio para las tres fuerzas y sin perjuicio para ninguna de ellas”.

Podría especularse que, desaparecida la bipolaridad de antaño, esa Tercera Posición resultaría anacrónica. Sin embargo, las hegemonías a nivel planetario en disputa por un nuevo reparto del mundo y, en particular, el Neoliberalismo predominante que ha exacerbado al máximo las peores prácticas imperialistas llevando a niveles de desigualdad sin precedentes, con un grado de acumulación de riquezas en pocas manos absolutamente indecente, indica lo contrario.

Hace pocos días fue Cristina Fernández la que destacó el sentido y vigencia de la Tercera Posición fundada por Perón, señalando que: “Hay un prejuicio cultural de los empresarios con el peronismo. Pero la expansión de las empresas argentinas, durante los gobiernos peronistas, dan que tenemos una propuesta que abarca al conjunto de la sociedad argentina (…) Por eso creo que el peronismo, nuestras ideas, nuestra historia, cobra frente a esta nueva realidad una inusitada vigencia (…) “El Peronismo es una alianza del pueblo, una articulación entre el capital y el trabajo, (…) la necesidad de que sea el Estado, la política, no el mercado, las corporaciones, el que regule la vida de las sociedades para que puedan acceder a un nivel de vida posible y merecido como seres humanos. Eso es el peronismo”.

Una Oposición de victimarios victimizados

La principal fuerza opositora demuestra estar en las antípodas de una disposición democrática responsable para el debate de ideas y propuestas, menos todavía a hacerse cargo de las políticas implementadas cuando fuera gobierno.

El vaciamiento institucional que llevaron a cabo, la persecución -y arbitrario encarcelamiento- de opositores, las prácticas constantes antirepublicanas, la crisis económica que provocaron agravada por un endeudamiento externo descomunal acompañado por una fuga de capitales que favorecieron y de la que se beneficiaron, no aparece registrado en su análisis de la problemática actual.

Una vez más Mauricio Macri eludió a la Justicia, en la causa por espionaje a los familiares de los tripulantes del ARA San Juan, al postergar su indagatoria invocando la necesidad de ser relevado de guardar secreto sobre información sensible. Y ante la falta de respuesta a la convocatoria de acompañarlo al Juzgado de Dolores, que sólo logró reunir a unas decenas de personas, con total desparpajo declaró: “Hay gente que lamentablemente está en la ruta porque había más controles policiales que los normales”.

“Es una causa totalmente armada conta Mauricio”, dijo Darío Nieto, quien fue su secretario privado y está hasta las verijas por la imputación de graves delitos. Que no contento con esa muestra de cinismo, agregó con respecto al magistrado interviniente: “Es un juez polémico y un juzgado de Justicia Legítima”.

El atildado Federico Pinedo, más sobrio en sus declaraciones, afirmó: “Me parece que es un caso politizado, que ya está resuelto antes de empezar (…) No me cabe duda que el juez lo va a procesar”.

En campaña electoral, Diego Santilli -el Colo- sostuvo: “El kirchnerismo en mayoría ha avasallado instituciones, ha buscado sancionar leyes que afectan al trabajo y a la inversión, con prepotencia y repitiendo errores del pasado”.

“El gobierno nacional tiene que hacerse cargo de los problemas, no describirlos (…) Nos piden a los intendentes que nos hagamos cargo de la inflación y no se resuelve persiguiendo a los comerciantes. Creen que apretándolos con militancia la inflación va a desaparecer”, declaró el otro Macri, su primo Jorge, el bonaerense.

La sabiduría popular ofrece una síntesis a todo ese macaneo, plasmada en el dicho: el ladrón piensa que todos son de su misma condición.

Porque la Política

Los debates televisivos, los únicos que se verifican, son de una pobreza notable, con cruces plagados de chicanas y carentes de ideas fuerza que se contrapongan, sin atractivo ninguno ni aptitud para brindar algún grado de esclarecimiento a quienes estén dispuestos a escucharlos, que son pocos a estar al nivel de audiencia alcanzada.

Una campaña que sigue atada a los cánones impuestos por publicitarios de productos comerciales, consultores de marketing, expertos en “coaching”, encuestadores, apegados a la mera formulación de consignas que se evidencian, cada día, menos efectivas ni generadoras de conciencia acerca de las raíces de los desafíos que afronta el país y de la trascendencia de la participación ciudadana en la determinación del destino común que, en parte, se decide en estas elecciones.

Multiplicar los ámbitos de discusión, reemplazar la virtualidad por la presencialidad -hoy factible- y el contacto personal para tener dimensión real de los problemas más acuciantes de la gente, profundizar los debates sobre los ejes principales que definen los Proyectos o Modelos de país en pugna, son exigencias para no volver a caer en engaños que ilusionan con cambios superadores que siempre terminan en la infelicidad del Pueblo.

Sigue constituyendo la Política la única herramienta que permite detectar las diferencias de las propuestas, incidir en las decisiones que comprometen nuestras vidas, impulsar las transformaciones que sean menester. El debate político, entonces, es indispensable y debe ser permanente, siendo responsabilidad de la dirigencia promoverlo más allá de las coyunturas electorales y ampliarlo en orden a sus contenidos.