Por Carla Perelló, de la redacción de NODAL
Luciano Concheiro Bórquez llevó una vida de militancia desde muy joven y supo combinar su preparación académica con tomas de tierras en la década de 1970. Es licenciado en Economía Agrícola en el Instituto Gramsci en Roma, Italia; maestro FLACSO y profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). También es consultor de la ONU. Ha sido nombrado por el electo presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como el próximo subsecretario de Educación Superior. Esta semana, en Argentina, participa de uno de los mayores encuentros académicos que existe en el mundo: la 8ª Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales. En esta entrevista con NODAL recorre su historia, incluyendo los cuadros de Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Emiliano Zapata que cuelgan en su oficina y por los planes que tienen previsto para las y los estudiantes mexicanos.
En una entrevista usted cuenta que participó de las tomas y movilizaciones del 68, ¿de qué manera lo marcó ese tiempo para pensar la educación actual en México? ¿Cuál considera que es el legado de esa generación tras 50 años?
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Efectivamente, tenía 15 años, y estuve en todas las principales manifestaciones y en la tristemente célebre Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre cuando el gobierno decidió montar toda una provocación y disparar sobre la masa inerte, además de iniciar un tiroteo entre la policía y el Ejército. Aquella noche sufrimos un shock todos los jóvenes. Yo estaba en la escuela secundaria, que era parte de la secundaria anexa a la Normal Superior y teníamos una relación con los maestros. Esos niños que éramos, de 12, 13, máximo 15 años, que apenas entrábamos en la adolescencia, entendíamos que el mundo había que cambiarlo, consideramos desde aquel momento que nuestro sentido de vida estaba alrededor de la transformación social, entonces paramos. El 68 fue un acontecimiento por demás creativo, de insurrección total, con características propias. Fue producto de una movilización ligada a la Revolución Cubana y a su defensa, y un movimiento estudiantil y popular. Se recuperaba la perspectiva de la universidad al lado del pueblo y así se fueron dando una serie de manifestaciones de cientos de miles de personas. Se establecieron barricadas en los pueblos que son parte de la Ciudad de México, a lo mejor para alguien de afuera es extraño, pero esta ciudad es un pueblo de pueblos. Más de la mitad del territorio es campesino, repartido en reforma agraria después de la Revolución, entonces nos rodea un campo muy organizado, un campo de ciudad, que significa la unión entre el lugar de habitación y del trabajo en términos muy importantes. Y, pues, creo que en este apoyo que dio el pueblo, la idea de la democracia y de la ruptura con el autoritarismo son las tareas pendientes para México. Lo que hoy llamamos la “Cuarta Transformación” que se inició el 1° de julio de este año (N de R: fecha en la que AMLO ganó las elecciones) se inspira en el 1968, porque podríamos decir que es el punto de quiebre en nuestro país con el autoritarismo y el arranque desde los jóvenes y los estudiantes para transformarlo. El 68 nos constituye en una perspectiva de transformación como la que hoy hemos iniciado.
¿Qué rol debe tener el Estado para con las y los estudiantes universitarios?
Creo que es muy importante destacar que la política en términos de educación no puede ser más que una política de Estado. Si es una política gubernamental, que obedece solamente a la correlación de fuerzas y a los intereses partidarios o de los distintos grupos, no lograremos conseguir una transformación como la que todos nosotros deseamos y estamos construyendo. El papel creo que debe de girar alrededor del fortalecimiento de la autonomía universitaria, como fue hace cien años en Córdoba, Argentina. Hoy esa autonomía se encuentra acotada por las políticas neoliberales, por los presupuestos recortados, por las políticas de evaluación y certificación del trabajo universitario, que gira básicamente alrededor del control de las universidades, del establecimiento de la desconfianza y de la uniformización. En lo que refiere a los proyectos de cambio, el rol que el Estado debe de tener para con las y los estudiantes girará alrededor de distintos ejes. Uno: un Estado para con las y los jóvenes que se va a concentrar en 11.3 millones de becas dedicadas a la juventud en todo el país. Segundo: estas becas tendrán un vínculo en el mundo del trabajo, es el programa “Jóvenes construyendo el futuro”. Esta visión se centra en el trabajo y del gozo del trabajo porque no queremos llevar adelante una política asistencialista, sino precisamente darle el poder a los jóvenes de empujar una transformación. Como tercera cuestión: tiene que ser en libertad, que la crítica fluya. Tenemos que abrirnos mentalmente y sobre todo en términos prácticos a que florezcan mil flores, pero no para cortarlas, sino para que esas mil flores florezcan, nos impacten y nos ayuden a cambiar el mundo y el estado de las cosas que en México son insostenibles. También queremos que sean las y los jóvenes quienes promuevan una cultura por la paz. No creemos que la violencia que se ha venido dirigiendo hacia ellos y ellas siga su curso, queremos parar la violencia que ha traído en los últimos diez años 200 mil muertos y más de 65 mil desaparecidos, queremos cambiar profundamente esta situación y pensamos que una cultura por la paz sólo es posible si las y los jóvenes participan en ella. Quizá un último elemento sea importante destacarlo: nos proponemos que, al final de nuestro sexenio, la calidad esté determinada por la inclusión social y enfrentar las inequidades. Nos proponemos hacer una oferta educativa, insisto, para el conjunto de las y los jóvenes y que ni un estudiante que quiera seguir su educación a nivel superior se quede fuera de la educación.
Entre los cambios que ya se anunciaron de cara a la asunción de la próxima gestión de gobierno, de la que usted participará, es el freno a la reforma educativa, ¿qué falencias veían al respecto? ¿Qué ejes considera que no deben dejarse afuera?
En México la cereza del pastel, como decimos por acá, estaba pensada que fuera la mal llamada Reforma Educativa, porque básicamente en lo que se convirtió es en una precarización del trabajo, en persecución de los trabajadores y se conculcaron derechos laborales. Era una reforma laboral regresiva ante lo que reconoce nuestra Constitución, porque no tenía ningún propósito educativo, era imponer evaluaciones a las maestras y maestros, romper con la vinculación de la educación normal para la educación básica y establecer mecanismos punitivos expulsando a los profesores que no quisieran hacerla. Planteaba también acabar con los sindicatos, y este es el sindicato de trabajadores más grande a nivel continental, con arriba del millón cuatrocientos mil trabajadores agrupados. Y fueron las movilizaciones de las y los maestros, que se agrupan en la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación, las que permitieron generar un cuadro de cambios exigiendo la abrogación y desaparición total de esta mal llamada reforma educativa. En este sentido, consideramos que debemos recuperar algunos ejes: que las plazas de las y los maestros se mantengan federalizadas de forma tal que no sean utilizadas para el control político. Tenemos que liberar al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de todo elemento corporativo de dominio político por parte del Estado y de lo que fue el partido de Estado por décadas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), para permitir la libre afiliación, el desarrollo democrático de las organizaciones de los trabajadores y su participación en la transformación en la educación. Por eso, creemos, que hay que recuperar el sentido de la evaluación como un elemento sine qua non para el desarrollo de una educación crítica con despliegue social. No debemos dejar fuera este aspecto que tiene la propia educación y que sido eje en nuestro país básicamente a partir de las tres transformaciones previas: me refiero a la Guerra de Independencia, a la Reforma con el triunfo rotundo de los liberales sobre los conservadores y a la educación laica y gratuita. Hoy es fundamental la posible extensión de esa gratuidad y de esa universalización de la educación a nivel medio y superior.
En una entrevista, en 2015, se lo puede ver en la UAM en una oficina con fotografias de Emiliano Zapata, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos, ¿por qué? ¿qué representan ellos para usted?
Efectivamente en mi oficina, en la unidad Xochimilco, tengo a Zapata, al Che Guevara y a Camilo Cienfuegos. Empezaré en términos históricos: el Che Guevara representa para nosotros lo más profundo del sentido del hombre y la mujer nuevos. Creo que el Che Guevara no solamente ha sido inspiración, sino que representa toda aquella rebeldía, todo aquel romper con el orden de cosas, ser congruente en la vida diaria de lo que hay que ser como revolucionarios. Es un hombre que privilegió la práctica, transformar y construir, ligada al mundo de las ideas. Representa el sentido del ser revolucionario. Camilo Cienfuegos como cubano maravilloso guajiro campesino representa la unidad con lo popular y es, a la vez, un hombre de profundo sentido nacionalista. Tiene una proyección también con el Che Guevara, compañeros entrañables, en un sentido latinoamericano y nos recuerda a los mexicanos el nacionalismo entre los cubanos que refiere también a nuestro nacionalismo porque nos une con Martí la lucha por Nuestra América antiimperialista. Y termino con Emiliano Zapata. El año próximo nuestro gobierno va a proclamar al 2019 el año de Emiliano Zapata porque van a ser cien años de su asesinato, el 10 de abril de 1919. Yo desde los 14 años pertenecí a las Juventudes Comunistas, luego al Partido Comunista y fui parte del Partido Socialista hasta que se fusionó con otros partidos y no solamente soy agrarista, investigador de la cuestión agraria, sino que de joven siendo dirigente estudiantil, en la facultad de Economía, recibí el reclamo de los dirigentes campesinos. Ellos plantearon que si queríamos luchar por cambiar a México teníamos que seguir adelante con la Revolución Mexicana en el reparto agrario. Con sólo 19 años me fui por largas temporadas de la universidad combinando mi educación con la práctica política a la lucha por la tierra. En los primeros años 70 realizamos arriba de 2300 tomas de tierra, logramos conquistar la tierra para las y los campesinos, y Zapata no solamente era nuestra inspiración. Lo quiero decir así, no es un simple grito: Zapata vive, la lucha sigue. Zapata vive entre nosotros, nos inspira, significa esta diversidad que somos México, él era un calpulecac, el dirigente de una comunidad agraria, de las comunidades que se llaman altepetl y dentro de ellos de los calpulis, esto es de la estructura organizativa milenaria en aquello que es la mayor constante en nuestro país: la comunidad. La comunidad es la constante en la historia de México, la única, podríamos decir. Vinieron latifundios, propiedades privadas, ranchos, estancias gigantescas, y la comunidad ahí resistió. Emiliano Zapata es un hombre que tenía ideas muy claras de la liberación de las y los campesinos bajo la idea de la vuelta a la comunidad originaria, a la de sus abuelos, en Nanacamilpa, en el Estado de Morelos. Representa el sentido de la reciprocidad y la solidaridad entre los seres humanos como un elemento fundamental que nos constituye. Ellos tres representan un sentido de vida de una muy otra vida, como dirían los zapatistas de hoy día, por eso los tengo tan presentes, los llevo en mi corazón, pero sobre todo son la inspiración de una práctica transformadora de nuestro país.