No solo en la Argentina, sino en el mundo, la pandemia destruyó todo tipo de planificación económica, para dar paso en un primer momento a la emergencia diaria, y en esta etapa pos comienzo de vacunación, a planes de corto alcance que minimicen los daños sufridos. Es aquí donde se encuentra el gobierno, buscando una compleja combinación de reactivación económica sin incrementar los niveles de emisión y déficit fiscal primario, el cual se proyecta para este año en un 4,5 por ciento del PBI, luego de haber llegado al 6,5 en 2020. Lograr una sólida puesta en marcha de la actividad con disciplina monetaria y fiscal en medio de una pandemia no finalizada, parece un desafío inédito, aunque es cierto que la interrupción de la actividad económica por las restricciones a causa del Covid, permitirá que el crecimiento de este año, si es que no se produce una segunda ola, pueda superar incluso el 5,5 por ciento proyectado, en la medida que la base de comparación 2020 será en algunos casos sobre caídas de más de 20 puntos de la actividad.
Hacia delante
En efecto, el plan de corto plazo del gobierno incluye una fuerte apuesta a la reactivación económica y la estabilidad salarial como vía de aumento del empleo y del consumo, que mueve el 70 por ciento del PBI. Para ello, busca disminuir la tasa de devaluación, que fue la principal fuente de inflación del año pasado, y está privilegiando dos actividades mano de obra intensivas como la industria, con un férreo control de las importaciones por parte del Ministerio de Desarrollo, y la obra pública, para el cual el Presupuesto 2021 asigna casi 285.000 millones para obras viales, vivienda, agua y saneamiento, que se sumarán a otros 100.000 millones provistos por el FGS de la Anses. Ambos sectores vienen creciendo hace tres meses, y paralelamente, durante enero el gobierno logró alcanzar un superávit fiscal primario, mientras produjo el menor incremento de la base monetaria de los últimos 11 meses, la cual ya venía con una caída del 0,7 por ciento mensual. El correlato de esto último, es la finalización del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para más de 9 millones de argentinos de bajos recursos, del ATP para subsidiar a 240.000 unidades productivas, bonos a jubilados que, junto al aumento del 8,07 por ciento, implica en términos reales menos de la mitad de lo que se les incrementó a los jubilados de la mínima en el lapso comprendido hasta abril del año pasado, o las posibles actualizaciones tarifarias con el fin de no incrementar la cuenta de subsidios.
El hecho de poner nuevamente en escena central la creación del empleo y la protección del salario, clave para reanimar una economía que se mueve en un 70 por ciento por el consumo interno, emparenta la actual política con la del kirchnerismo, pero la reducción de asistencia a sectores de ingresos medios y bajos, puede obturar también la posibilidad de un despegue. Desde el equipo económico señalan que mantener los niveles de emisión y déficit de 2020, podría provocar nuevas corridas cambiarias y fuertes rebotes inflacionarios, lo cual haría caer cualquier esbozo de reactivación, cuando no de viabilidad política. Si bien en absoluto podría descartarse este escenario, otros economistas plantean que los históricos profundos desequilibrios macroeconómicos fueron a raíz de problemas en el frente externo o la ausencia de divisas, lo cual no se vislumbra luego de dos años de fuerte superávit de la balanza comercial, y en donde enero del presente cerró con una ganancia de 1.068 millones de dólares, junto a precios records de los principales productos de exportación argentinos, además de la ausencia de muchos de los vencimientos de deuda en moneda extranjera gracias al reestructuración del año pasado y el planteo al FMI.
Lo cierto es que este delicado equilibrio que plantea el gobierno podrá tener como logro obtener una reactivación sin mayores tasas de inflación ni riegos de desbordes cambiarios, generando en medio de un contexto extremadamente crítico, el doble beneficio de mayor trabajo, ingreso real, consumo, y estabilidad macroeconómica. O, por el contrario, una también segura puesta en marcha de la economía, pero sosteniendo bajos salarios reales y provocando una disminución del consumo en sectores que vieron reducir sus beneficios sociales, lo cual se presenta no solo poco viable para reafirmar la base electoral del Frente de Todos, sino fundamentalmente para que el grueso de la ciudadanía perciba un cambio significativo en sus vidas. Nada está escrito, en estos tiempos de pandemia.