La segunda ola de coronavirus es, hoy, la mayor amenaza que parece enfrentar la actividad económica. Sucede que hasta la semana pasada, con un nivel de actividad en franco repunte, una estabilidad macroeconómica reflejada en la calma cambiaria, y una inflación que incluso las consultoras del establishment afirman que irá a la baja por el retraso del tipo de cambio, la incertidumbre de los vencimientos de cerca de 7.000 millones de dólares a los organismos multilaterales, -Club de Paris y FMI-, parecía ser el principal problema para una disrupción del actual rumbo. Sin embargo, existieron en estos días dos noticias claves al respecto.
La primera de ellas, fue la ampliación de los derechos especiales de giro (DEG) del FMI para todos sus países miembros, lo que podría llevar a la Argentina a recibir, por su cuota de participación, 4.400 millones de dólares en lugar de los 3.300 originales, a la que se sumó la posibilidad cierta de una postergación en los vencimientos previstos para mayo de 2.600 millones con el Club de Paris, -un organismo que a diferencia del FMI solo se integra por (Estados) acreedores, y no plantea “hojas de ruta” económicas.
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Si todo sale según lo planificado, la postergación del pago y el giro del FMI servirían no solo para no entrar en default con estos organismos, sino fundamentalmente para no adoptar el programa de ajuste y subordinación económica que plantea el FMI para cada acuerdo que con el mismo se firma. Por eso, las palabras de Guzmán, avaladas por el FMI, respecto a que “hemos estado trabajando de forma constructiva junto al equipo del FMI en construir entendimientos comunes sobre el funcionamiento de la economía argentina” se marinaron muy bien con las de Cristina "Todos sabemos que en los plazos y tasas que se pretenden es inaceptable (…) no es un problema de subjetividades, es un problema de que no podemos, no tenemos la plata”. Y es que pese a la supuesta contradicción que intentaron transmitir los medios neoliberales, las palabras de Cristina no son más que una simple realidad, la imposibilidad del país de afrontar los vencimientos de los 45.000 millones de dólares, y más 3.000 millones de intereses, que la alianza Cambiemos tomó en préstamo para devolver en cuotas hasta el año 2024, bajo su irresponsable populismo financiero.
En tanto, el paciente trabajo del equipo económico junto al FMI intenta sostener los puentes creados, bajo el conocimiento de que una ruptura afectaría tanto a la Argentina como al FMI, debido a su irregular actuación pasada, donde incumplió con su carta orgánica. Como corolario, en la semana, el Banco Mundial ratificó créditos a la Argentina por más de dos mil millones de dólares para este año, de los cuales ya fueron desembolsados 400.
Mientras, la economía real
Tal vez, el mayor problema de estas proyecciones y anuncios, es que su único correlato con la realidad social es promover una estabilidad que tan solo alcanza para no empeorar aún más las condiciones de vida del grueso de la población, para quien la reducción de la ayuda social otorgada en el pasado para una pandemia que no finalizó, sumado a una inflación que se mantiene en valores cercanos al cuatro por ciento mensual, solo pareciera dar algún respiro al millón de trabajadores que, gracias a la reactivación, pudieron reincorporarse al mercado laboral, sobre los 4 millones que perdieron su trabajo en pandemia. Por los demás, trabajadores y jubilados ven día a día aminorados sus ingresos por la inflación, con lo que el mayor ritmo de empleo no está modificando significativamente los niveles de consumo interno, claves para un país cuya economía se mueve en un 70 por ciento por su mercado doméstico. En otras palabras, los nuevos ingresos de los flamantes trabajadores contratados a causa de la reactivación, no alcanzarían para compensar la fuerte pérdida en el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones.
En datos, es posible ver que según el Indec, para enero todos los sectores de actividad, a excepción de los servicios sociales y personales (-0,2%), aumentaron las dotaciones de personal, destacándose industria y construcción, principales tomadoras de mano de obra, que han experimentado, en enero, en el primer caso, una suba en actividad del 4,4 % interanual y de 1,7 % respecto a diciembre, mientras que la construcción lo hizo en un 23,4 % y 4,4 % respectivamente. Pero sin embargo, el consumo en supermercados aumentó en forma interanual por debajo de ambas cifras, (3,6 %) siendo además que este es el canal privilegiado de compras para las clases populares, por encima gastos vinculados a indumentaria o esparcimiento. Recuperar el consumo con los actuales niveles de inflación y desempleo, -el viernes se confirmó que la tasa del año pasado fue del 11,1 por ciento- resulta un desafío extremo para compensar los 13,1 puntos de consumos privado perdidos en 2020.
Pero la foto actual debería ser distinta a la película, pues como se señaló, la muy factible baja de la inflación que se experimentará a partir del mes próximo, sumado a la reactivación económica, con un PBI que este año podrá crecer hasta el 7 por ciento, podrá lograr que empiecen a converger los buenos datos macro con la realidad cotidiana de los trabajadores. Por eso, la segunda ola de coronavirus, y su administración por parte del gobierno, parece ser uno de los grandes interrogantes, también en la economía. El otro, es que pasará con el FMI y el Club de Paris en 2022. Pero esa, ya es otra historia.