Victorio D'Alessandro es uno de los actores de registro más versátil de su generación. Detrás del joven de 21 años de Casi Ángeles -que conoció a los ángeles y demonios de la fama- hay un artista inquieto que encuentra en el teatro un espacio para liberar su creatividad y desplegar sus muchos intereses. En un extenso mano a mano con El Destape, el actor, que en la actualidad es el protagonista del enternecedor drama Las cosas maravillosas en el Multiteatro, reflexiona sobre su historia personal y laboral, confiesa secretos y lanza una primicia de cara a su participación en la segunda temporada de En el Barro, el esperado spinoff de El Marginal.
A propósito del título de la obra de teatro, ¿cuáles son las cosas más maravillosas de tu vida?
- Ese es un ejercicio que hice apenas empecé a leer la obra. De pronto me encontré haciendo una lista de cosas, no tanto del orden de lo material, sino más bien sensaciones, lugares, personas y momentos importantes en mi vida. Me pregunté mucho cuál era el origen de esas cosas que me provocan deseo y me motivan a seguir vivo… fue un trabajo muy introspectivo que pude desandar en las charlas con la directora de la obra, Mey Scápola. La lista era más o menos así: pasar una tarde de verano en la quinta de mis padres en Escobar, que es donde me crié de muy chico; la sensación de pisar pasto estando descalzo; los abrazos de mi mamá, porque están cargados de verdad; no querer terminar un libro porque estoy enganchado y me apena que se termine la historia; los encuentros en los aeropuertos con las personas que hace mucho tiempo no veo. Son cosas simples, pero muy poderosas.
Sucede que vivimos inmersos en una “sociedad del cansancio”, como menciona el filósofo Byung-Chul Han, que nos lleva a la locura del algoritmo que nos moviliza a través de pantallas, y cuando hacés este tipo de ejercicio de introspección terminás dándote cuenta que, al final, las cosas más importantes casi siempre son las simples. Es como esto que tenemos vos y yo ahora: una charla frente a frente mirándonos a los ojos. Estamos abombados por recetas y estilos de vida que nos dicen cómo hay que hacer para ser feliz, pero en las cosas sencillas está la magia de lo duradero. Y un poco de eso habla la obra, de esa búsqueda.
En algún momento de tu historia, ¿entraste en una crisis que te llevó a frenar y repensar el sentido de tu vida y la felicidad?
- Me pasó cuando terminé el secundario que tenía muchas cosas en la cabeza sobre lo que quería hacer, pero ninguna tenía la profundidad necesaria como para dar el primer paso y decir “es este el camino que quiero para mi vida”, tenía mucha indecisión. Estaba por meterme en una facultad de algo que no me gustaba -de hecho me anoté en periodismo deportivo pero lo abandoné enseguida- y en ese estado de confusión y pérdida decidí viajar solo al sur y hacer un retiro de silencio durante una semana y me propuse estar conmigo y tratar de no verbalizar tanto las cosas sino de levantarme y hacer, y eso me llevó a procesar muchas cosas por dentro. Seguramente la felicidad formaba parte de esa búsqueda, pero para mí lo más importante era saber dónde iba a poner toda mi energía. Y la puse en la actuación.
¿Había algo que sentías que te trababa para tomar una decisión?
- ¡El miedo! Miedo total, pensar demasiado las cosas, hacerme una película de algo que no viví y no confiar en mí. Le tuve miedo al fracaso.
¿Perdiste el miedo al fracaso?
- Sí, porque creo que el fracaso es parte de la vida y es un aprendizaje. No hay que tener miedo de que te vaya mal porque el “no” está siempre ahí y uno evoluciona ante esa frenada de carro… A los actores no nos gusta toparnos con una respuesta negativa, pero te ayuda a crecer no solo como actor, sino como persona. Enojarse con eso, es enojarse con el camino de la actuación y la verdad es que no conduce a ninguna parte.
Tu momento de mayor exposición como actor fue Casi Ángeles. ¿Vos habías visto alguna de las tiras de Cris Morena antes de sumarte a la producción?
- No, nunca había visto nada de Cris Morena. De hecho me habían llamado para un casting de una serie una vez, pero no había ido porque estaba más en un lugar rebelde y no me interesaba mucho la televisión. Solo participé en un bolo como extra en un capítulo de Floricienta, donde solo aparece mi cara, pero nada más del mundo Cris Morena y tampoco me preocupaba la idea de los castings porque estaba muy metido en lo teatral y encontrándome a mí en todos los ejercicios, conociendo gente con mi búsqueda. Cuando hice el casting de Casi Ángeles fui tan suelto a la audición que, francamente, no me importaba si iba bien o mal porque eso no me iba a correr de mi eje, que era el teatro… eso me sacó una mochila de presión.
¿Qué sentís por Cris Morena?
- Tengo una amistad con Cris Morena y un cariño enorme porque es una persona muy frontal y es honesta: así como te dice las cosas buenas, te dice las malas. No se guarda nada, es un personaje muy querible que no tiene filtros. Ella busca hacer el bien, no quedar bien. Me parece que tiene una exigencia en lo que hace que la coloca en un nivel de una productora a la altura de grandes proyectos, y creo que si se propusiera hacer una tira para mayores, lo haría muy bien porque siempre pone la vara muy alta. Por supuesto, todo esto conlleva que no sea una persona que te dé comodidad todo el tiempo, sino que genera ambientes para que el actor crezca y evolucione. E insisto, si te tiene que decir cosas que no te van a gustan, las va a decir, pero para un aprendizaje. Al menos, ese fue mi caso.
Cuando yo me incorporé al elenco de Casi Ángeles me encontré con una factoría de pibes y pibas que actuaban, cantaban, bailaban, completísimos… yo solo era actor. Recuerdo que cuando me ponían a bailar con la coreógrafa, parecía que estaba teniendo un ACV en vivo. Le decía a la coreógrafa que prefería practicar en casa y me decían que así no era, porque era un ejercicio grupal con Lali y “La China”. Estaba ese nivel de exigencia y Cris estaba presente en todo momento. Sí entiendo que cuando uno es más chico y se encuentra con personas que tienen este carácter a la hora de llevar ciertos proyectos, hay que tener un acompañamiento para digerir algunos comentarios. Yo lo llevé bien y eso hizo que siempre, incluso ahora, esté presente en un saludo o un gesto. Eso es valioso.
En una entrevista para este portal contaste que al principio no te fue sencillo lidiar con la presión de la exposición de Casi Ángeles. ¿Volviste a analizar ese momento de tu historia habiendo pasado más de una década?
- Es fuerte. La exposición masiva cuando sos pendejo es algo que empezás a dimensionar más adelante. Es extraordinario, pero porque es algo que se corre de lo común. Me acuerdo que cuando hacíamos Casi Ángeles yo tenía la cultura de ir a los videoclubes a alquilar películas y cuando salía y daba la vuelta había un grupo de chicas esperándome para fotos o un autógrafo. Fue un proceso raro para mí… todavía le sigo esquivando a los momentos de exposición o a las reuniones con mucha gente (risas). A la vez ocurrió que cuando nos juntamos con algunos de los chicos de Casi Ángeles para el evento del Cris Morena Day parecía que no había pasado el tiempo porque la química estaba intacta.
¿Tener tantas fans fue un beneficio para conseguir citas?
- Yo no soy galán, pero creo que se construye una imagen desde afuera de que sí lo soy. Es muy curioso eso, porque tanto cuando laburé con Cris como mi etapa de actor en tiras de Polka estuvo marcada por personajes que eran uno más: el boxeador, el policía… no era un Gabriel Corrado, un Facundo Arana.
De todas maneras tus personajes en Polka empezaban como secundarios pero luego iban cobrando mayor relevancia conforme avanzaban las tiras y tenías arcos románticos…
- ¡Sí, eso pasaba! Pero a lo que voy es que nunca me tocó ser galán. Siempre me tocaban personajes lindos que crecían de a poquito… cuando apenas había terminado mi recorrido profesional con Cris y estaba haciendo trabajos por fuera de la atmósfera adolescente, entré en Polka y sentí que iba a contar historias adultas y tocar otras fibras. Y así fue: el primer personaje que me tocó era un pibe que tenía problemas con el alcohol.
Lo que siempre estuvo ahí fue la tentadora oferta de ser galán. La distancia es de una cuadra, estuvo muy cerca la posibilidad y está en uno frenar y hacer plata con otra cosa que no rife al actor que uno busca ser. Está bueno y es trabajo, pero me doy cuenta que no es el camino que quería seguir ni el que deseo tomar para el futuro. Por eso en cierto momento también le puse un freno a Polka y emprendí mi búsqueda hacia otro lado. Siempre termino volviendo al teatro porque es el espacio donde puedo crear y experimentar.
Quiero volver al tema de las fans y las citas, porque esa pregunta fue respondida a medias.
- (Risas) Una cosa es acceder a las citas de extraños que aparecen y son provocadas por mi exposición y otra cosa es conocer a alguien con quien potencialmente podés llegar a construir algo. A mí me da un poco de miedo el tema de las propuestas extrañas que llegan, pasa con los fandoms. Siempre pienso “voy a conocer a alguien por Instagram”, pero después pienso que puede ser una fanática y puede ser algo complicado de transitar. Nunca me pasó, pero me hago la película y lo pienso. Es un riesgo. A veces me pasa que estoy charlando con gente de otros temas y de pronto me saltan con comentarios re fanáticos y pienso, para adentro mío, “esto es un montón” (risas).
MÁS INFO
Hay un rumor que señala que estás confirmado para la segunda temporada de En el barro, spinoff de la serie El Marginal, que prepara Sebastián Ortega para Netflix, ¿podés confirmarlo?
- Confirmadísimo. Ya tengo los libros, los estoy leyendo. La primera temporada de En el barro ya se filmó y ya se está filmando la segunda temporada. Va a ser cruda, violenta y la historia está muy bien. Es espectacular lo que armaron.
También tengo la información de que tu personaje tendría “un interés amoroso en el personaje de La China Suárez y varias escenas de sexo duro”. ¿Esto es así? ¿Qué podés adelantar de tu participación en la serie?
- Me tiraste cosas que ni yo sé si son ciertas o solo rumores. Sí puedo contarte que tengo un encuentro con “La China” pero es algo más global… Mi personaje entra en un ajuste de cuentas entre Gladys, la protagonista, y mi padre, que es un tipo pesado que está afuera de la cárcel, y “cae por la ventana” en este conflicto, es la carnada. Es un chico ajeno a la cárcel de mujeres y la va a pasar muy mal. No sé si va a tener sexo, su historia es de mucho sufrimiento. Es un personaje muy interesante porque puede leerse como metáfora de la caída de una persona desde lo psicológico y lo físico.
En estos últimos meses fuiste noticia por tu participación en la serie de Cris Miró. ¿Qué aprendizaje te dejó esa experiencia? ¿Pudiste conocer al novio de Cris, tu personaje?
- Cuando yo estaba en el colegio, Cris Miró estaba en su momento de mayor auge artístico y veía sus participaciones en los programas más populares de la televisión, pero nunca transité en profundidad el personaje hasta que me llegó la propuesta de estar en la serie y componer a Pablo, su pareja. Cuando empecé a investigar archivos, pude charlar con el hermano de Cris, que fue el que me comentó que Pablo estaba radicado en Miami y la importancia que había tenido para su hermana. Fue muy emocionante. Sé que el exnovio de Cris no quería saber nada con la serie y prefirió no involucrarse en el proyecto.
Haber estado en la serie de Cris Miró me abrió la cabeza en el sentido de que no era consciente de la importancia de la lucha de Cris para un montón de personas. Fue realmente un faro para muchos que encontraron en ella un ser sin tapujos, que no temía mostrar su personalidad y su esencia para lograr autenticidad. Fue muy valiente.
Lo terrible de tu personaje es que responde a la realidad que enfrentan muchos actores que deben someterse sexualmente ante productores para lograr un trabajo. Antes era moneda corriente en el espectáculo, ahora pasa pero hay mayor contención cuando se hacen las denuncias…
- Totalmente. Hay algo que me da un poco de risa de mi personaje, porque es tragicómico. Pablo es taxi boy y se acostaba con los productores a cambio de que estos le dieran un espacio para poder hacer Hamlet, de Shakespeare, y estos lo veían con total incredulidad y lo mandaban a estudiar teatro porque únicamente con la pinta no se consiguen las cosas. Y da un poco de tristeza porque es algo que veo ocasionalmente: actores que, sin la necesidad de ser taxi boys, persiguen la necesidad de ser prestigiosos en la actuación a cualquier costo.
Me imagino que la serie también te acercó a la realidad de las personas trans y pienso que pudiste vincularte con personas trans…
- Sí. Lo primero que le dije a Mina Serrano cuando la conocí fue “yo te voy a tratar de ella, ¿estás cómoda así?”. Para mí era y sigue siendo muy importante la cuestión del respeto por los pronombres y la identidad, porque también entiendo que sigo aprendiendo con estas experiencias de trabajo. Fue muy fácil trabajar con Mina, no hubo pudores. Terminé siendo mejor persona después de ese trabajo.
La última: me consta que sos una persona muy curiosa, pero me enteré hace poco que te recibiste de abogado.
- En realidad, rendí todas las materias pero nunca fui a hacer el trámite de la matrícula para ejercer y quedó todo ahí. Sabía que no iba a ser abogado, aunque me encanta la carrera. No me imagino estando el resto de mi vida en un despacho en Comodoro Py.
Ojo, quizás en un futuro tenés que actuar de abogado…
- ¡Eso me encantaría! Es un sueño, de verdad. Me gustaría tener una buena escena de un juicio por jurado, donde tenés que ser un excelente narrador. Quizás se me da.
Las cosas maravillosas puede verse los lunes y martes a las 20 horas en el Multiteatro (Avenida Corrientes 1283, CABA).