Un antiguo grabado egipcio de hace más de 3000 años, en el que se ve a un sacerdote con una pierna atrofiada, es probablemente el registro más antiguo que se conozca de la poliomielitis. La enfermedad neurológica que produce parálisis aguda fláccida acompañó a la humanidad a lo largo de su historia… hasta que el científico norteamericano Jonas Salk desarrolló un método para cultivar el virus, inactivarlo y producir grandes cantidades de su vacuna.
En la última etapa del esfuerzo mundial para erradicarla, como se logró en 1980 con la viruela, la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, volvió a subrayar frente a un grupo de periodistas la importancia de reforzar los esquemas de vacunación del calendario nacional, cuyo cumplimiento se relajó durante la pandemia.
“Mientras haya un niño sin vacunar o un caso de polio, hay riesgo de poner en peligro la eliminación de la enfermedad en las Américas, un logro del que este año se cumplen tres décadas –destacó–. Las vacunas son víctimas de su propio éxito; las nuevas generaciones no tienen conciencia del riesgo de las enfermedades prevenibles por la inmunización; no saben lo que es tener un chico en un pulmotor o esperando un trasplante de hígado por hepatitis A”.
Y agregó que, como en el resto del mundo, en la Argentina preocupa el descenso en la cobertura de las vacunas del calendario nacional. “En 2019, en menores de un año llegábamos al 83% y ahora tenemos 75%, y al ingreso escolar teníamos 85% y ahora tenemos 70%”, detalló. Algo similar ocurre con la vacuna contra la hepatitis A, que permitió eliminar los trasplantes de hígado desde marzo de 2007 y cuya cobertura alcanzaba usualmente a más del 90%.
“Fuimos la primera región en eliminar la polio, la única que logró eliminar el sarampión, la rubéola y la rubéola congénita. Pero con la globalización, la posibilidad de que volvamos a tener un brote está –insistió–. Con la pandemia, las coberturas de vacunación bajaron; tenemos que mejorarlas para evitar aumento de casos o brotes de enfermedades eliminadas”.
Una antigua compañera
El virus de la polio circula en la Tierra desde hace millones de años. Entre los diferentes brotes registrados en el país, el mayor, con casi 6500 casos se produjo en 1956. "El 24 de octubre se celebra el Día Mundial de la Polio por el nacimiento Salk, que hizo la primera vacuna [inyectable] –contó Cecilia Freire, jefa del Laboratorio de Neurovirosis del Instituto Malbrán–. Después se reemplazó por la Sabin [en gotas], que fue la vacuna de la erradicación. Salk fue enormemente generoso, porque (tal como hizo Milstein con los anticuerpos monoclonales) no quiso patentarla. Cuando se discutió de quién iba a ser, contestó ‘¿Se puede patentar el Sol?”
Menos contagioso que el SARS-CoV-2 (que se transmite por via aérea), el virus de la polio lo hace por via fecal/oral. De cada 100 chicos infectados, uno desarrolla la enfermedad. Y dado que el único reservorio es la especie humana, la Organización Mundial de la Salud se puso como meta erradicarlo de la faz de la Tierra en 2000, sin éxito todavía.
“No se pudo; restan todavía dos países endémicos –afirmó Freire, que hace décadas se dedica al tema–. Los virus de polio son tres. De los ‘salvajes’, se erradicaron el dos y el tres. Queda solo uno circulando en forma endémica en Pakistán y Afganistán cuya situación sociopolítica es muy compleja”.
Además, mientras la vacuna de Salk se producía con un virus muerto, y era imposible que se replicara en el organismo, la de Sabin utilizaba uno atenuado que hacía el mismo circuito que el virus salvaje: ingresaba por la boca (gotitas), se replicaba en el intestino y se eliminaba por la materia fecal. Al ser de ARN [como el SARS] y con alta capacidad de mutación en el intestino de los chicos infectados, produjo lo que se conoce como “virus Sabin-derivados”. Estos pueden diseminarse de persona a persona y producir brotes. “Ahora, el desafío es eliminar los brotes por Sabin-derivados en África y en el Sudeste asiático, Australia y la Polinesia –explicó la investigadora–. La OMS tomó la decisión de erradicar primero el serotipo salvaje 1 en Pakistán y Afganistán, y luego los Sabin-derivados. Cuando esto ocurra, se va a poder decir que la polio está erradicada”.
Sin casos desde 1984
El continente americano es el primero que eliminó la enfermedad. “Como país, nosotros tuvimos una participación importante –detalló Freire–: adherimos de inmediato a la decisión de la OMS y desde entonces, 1987, estamos trabajando en forma ininterrumpida con todos los gobiernos. A lo largo de estos años, a pesar de las diferentes políticas que se implementaron, el Ministerio de Salud, junto con el laboratorio del Malbrán, fuimos un modelo para las Américas. El último caso de polio en la Argentina fue en 1984. Desde entonces estamos libres de casos por virus salvaje”.
En este camino plagado de obstáculos, en 2016 se retiró de la vacuna Sabin trivalente el serotipo dos.“El 29 de abril de 2016, el pasaje de una fórmula antipoliomielítica a la otra fue el evento global sincronizado más grande de la historia –contó Vizzotti–. Más de 100 países se pusieron de acuerdo para sacar la ‘trivalente’ Sabin de las heladeras, ponerlas en contenedores sellados y destruirlas para que no quedara virus polio 2 en el mundo. Al día siguiente, se empezó a vacunar con la vacuna bivalente Sabin y reservamos la Salk (que en aquel momento no se conseguía) para las dos primeras dosis [a los dos y cuatro meses], que son las que presentan más riesgo de generar parálisis aguda fláccida en los bebés”.
Después, hubo que constituir un comité de certificación y grupos que fueron a todas las provincias para constatar que se hubiera cumplido adecuadamente con esa etapa. “Nuestro laboratorio, que es de referencia regional para la OMS (junto con el Fiocruz, de Rio de Janeiro), tuvo a su cargo la destrucción de los virus salvajes –relató Freire–. Teníamos una colección de todos los brotes que habían ocurrido en la Argentina desde los años setenta, inclusive el aislamiento del último caso, de un chico de Salta. Por el otro lado, en el Malbrán tuvimos que destruir todos los virus Sabin-derivados, obtenidos de cinco casos producidos en el país. Fue una tarea ciclópea”.
En el caso de la viruela, los últimos casos se produjeron por un escape en un laboratorio de Inglaterra. Produjo tres muertes: la de la persona que manipuló el virus, la de otra que se contagió y la del jefe, que se suicidó por la tragedia. En ese momento, a pedido de la reina, la Argentina le cedió a ese país dosis de la antivariólica, que se producía en el Malbrán, para que pudiera terminar de erradicar la enfermedad.
“Para que no se repitiera ese problema, la OMS decidió poner en práctica un plan internacional de contención de los poliovirus en el laboratorio –recordó Freire, que fue la encargada de implementarlo en el país–. Tuvimos que hacer un inventario de todos los laboratorios de la Argentina que tuvieran material de polio, u otros potencialmente infecciosos: muestras respiratorias o de materia fecal. Eran 1047. Fue un trabajo arduo”. Un chico peruano llamado Fermín fue el último enfermo de polio de América.
En momentos en que había brotes, la vacuna Sabin (en gotas), más económica y fácil de administrar, fue una herramienta fundamental para disminuir la incidencia de la enfermedad, pero para evitar el riesgo de brotes por el virus vacunal, se decidió pasar a la plataforma de virus inactivado. Así, “El 1º de junio del año pasado, en plena pandemia, la Argentina dejó de usar la vacuna bivalente y pasó a tener el esquema completo con la Salk, trivalente y sin riesgo”, destacó Vizzotti.
Como ocurrió en estos meses con las inmunizaciones contra el SARS-CoV-2, Salk y Sabin discutían entre ellos cuál era la mejor vacuna. Fue el primero el que saldó el problema: “No importa con cuál –dijo–, la cuestión es vacunar”.