Covid-19: dos trabajos parecen saldar la controversia sobre el origen de la pandemia

Ofrecen evidencias de que, efectivamente, se habría iniciado en un mercado de Wuhan; rastrearon el inicio del brote a dos eventos de transmisión ocurridos a fines de 2019.

14 de marzo, 2022 | 00.30

El 31 de diciembre de 2019, China informó a la oficina local de la OMS que se habían producido varios casos de neumonía de causa desconocida en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei. El 3 de enero de 2020 ya había 44 pacientes notificados, 11 estaban gravemente enfermos y los 33 restantes, en situación estable. Presentaban fiebre, dificultades respiratorias y lesiones invasivas en ambos pulmones. Según informaciones difundidas en los medios de comunicación, de alguna forma esas personas estaban vinculadas con un mercado de venta al por mayor de pescado y animales vivos que se había cerrado el 1º de enero por saneamiento y desinfección ambiental. Algunos eran comerciantes o vendedores que trabajaban allí. Otros, clientes.

Los síntomas eran comunes a varias enfermedades respiratorias y la neumonía es una patología frecuente durante el invierno. Pero el hecho de que se produjeran tantos casos que requirieron hospitalización en el mismo lugar y al mismo tiempo exigía monitorear la situación con cuidado.

Hoy, dos años más tarde, con seis millones de muertes notificadas y varias teorías sobre el origen de la pandemia (algunas, de novela, como que el virus se habría escapado o habría sido fabricado en un laboratorio), todo apunta a que las sospechas iniciales sobre el origen del patógeno que la causó y todavía tiene a maltraer al mundo habrían sido correctas. De hecho, aunque la comisión enviada por la OMS a investigarlo en enero de 2021 no ofreció resultados concluyentes, dos estudios preliminares (todavía no revisados por pares) que se dieron a conocer recientemente sugieren que el salto de animales silvestres a humanos se habría dado en el mercado de Huanan, ubicado en una ciudad de 19 millones de personas en el sudeste asiático.

Trama de misterio

Los trabajos, que juntos suman 150 páginas y podrían leerse en clave detectivesca, ofrecen evidencias que respaldan esa visión: el SARS-CoV-2 habría pasado de los murciélagos a un animal alojado en ese mercado y de allí a los seres humanos, con cuyo sistema inmunológico nunca había tenido contacto. La adaptación que hizo posible la transmisión humano/humano, la falta de sistemas de monitoreo y prevención adecuados, y los viajes intercontinentales hicieron el resto.

Estos estudios, en especial el de Worobey y colegas, traen claridad sobre algunos de los primeros eventos de la circulación del SARS-CoV-2 en humanos –afirma la viróloga Carolina Torres, integrante del consorcio PAIS de monitoreo genómico–. Muestran que la hipótesis que ubicaba al mercado de Huanan como epicentro del brote que originó la pandemia es la más probable. Encuentran una fuerte asociación geográfica entre los lugares de residencia de los casos iniciales y las cercanías del mercado, tanto de los casos relacionados en forma directa con el mercado (como vendedores infectados) como de los aparentemente no relacionados (personas que no refirieron contacto o nexo con el mercado). Si bien en estos estudios no se encontró al SARS-CoV-2 en muestras de animales, otro punto a favor de esta hipótesis es la detección del virus en muestras ambientales del mercado (como aguas residuales, o muestras de cajas o carros de transporte) en las mismas áreas donde se comercializaban animales vivos”.

Ya desde antes de estas publicaciones, la mayor parte de la comunidad científica consideraba extremadamente difícil que el Covid-19 hubiera sido causado por un accidente de laboratorio. Las sospechas de unos pocos recaían sobre el Instituto de Virología de Wuhan, un laboratorio de coronavirus ubicado a unos 12 km de distancia, y especialmente en Shi Zhengli, investigadora china especializada en coronavirus que en su país es conocida como la “mujer murciélago”, según cuenta en un notable artículo para Technology Review la bióloga molecular y periodista de la misma nacionalidad Jane Qiu.

A lo largo de los últimos 18 años, Shi reunió una colección de más de 20.000 muestras de tejidos de murciélagos, aunque solo alrededor del 10% contienen coronavirus, y solo el 10% de estas últimas están relacionadas con el SARS-CoV-1, alrededor de 220. Fue allí donde un investigador de su equipo llamado Yang Xinglou logró aislar el SARS-CoV-2 a partir de una muestra tomada a uno de los primeros pacientes, apenas cinco días después de que la oficina de la OMS hubiera sido alertada. Este laboratorio también fue el primero en secuenciar su genoma.

No es la primera vez que ocurre

Aun sin evidencia directa de que el nuevo coronavirus estuviera presente en el laboratorio antes de que el primer brote estallara en Wuhan, se especuló con que un miembro de su grupo podría haber sido infectado por el virus durante el trabajo de campo o que los microbios que cultivaban, especialmente los que generaban por modificaciones genéticas para estudiar su evolución, podrían haber sido el puntapié inicial de la pandemia.

Sin embargo, una amplia gama de datos, como los surgidos del análisis de la estructura genética de los virus recolectados desde que explotó el primer brote, hasta mapas de puestos del mercado, actividad en redes sociales y la geolocalización de los primeros casos, les permiten a los autores concluir que lo más probable es que el SARS-CoV-2 se encontrara en mamíferos vivos que estaban a la venta en el mercado de Huanan a fines de 2019 y que habría saltado a las personas en dos eventos diferentes. En principio, la primera transmisión habría ocurrido a fines de Noviembre de 2019 y la segunda, semanas más tarde

“Estos dos trabajos fueron liderados por un grupo de científicos que tienen muchísima trayectoria en rastrear el origen de virus –explica Pilar Fernández, bióloga graduada en la UBA, especializada en ecología de las enfermedades zoonóticas y actualmente investigadora en la Escuela de Salud Global Paul Allen del Estado de Washington, Estados Unidos–. Uno de ellos, Michael Worobey, también estuvo involucrado en buscar el origen del VIH y tiene muchos trabajos sobre la pandemia de 1918. Ellos presentan gran cantidad de evidencias que respaldan la idea de que el origen del Covid fueron dos eventos de spillover [derrame], que es cuando un patógeno pasa de un animal a un humano. Y estuvieron concentrados en el mercado de Huanan”.

No es la primera vez que ocurre. Los científicos incluso mencionan otros nueve episodios con coronavirus. “La mayoría de las enfermedades que emergieron en el ‘antropoceno’ [la época en la que vivimos, signada por el impacto de las sociedades humanas en el planeta] tienen origen zoonótico –cuenta Fernández–. Es mucho más frecuente de lo que pensamos. Las estimaciones rondan el 75%. Se originan en animales silvestres o domésticos, y pasan a los humanos. Pero estos saltos suelen acabar en un callejón sin salida. Para que puedan generar una pandemia tienen que poder transmitirse de persona a persona”. 

Esta, precisamente, fue la diferencia entre el nuevo coronavirus y el SARS-CoV-1 (que provocó un brote mucho más limitado a principios de este siglo). Otra característica que favoreció su dispersión fue la cantidad de asintomáticos que genera la infección. “Se transmite muy eficientemente, pero además no presenta en todos síntomas tan evidentes –destaca Fernández–. Al principio no vimos que había una proporción grande de personas que no sabían que estaban infectadas, pero igual lo estaban transmitiendo. Es una de las cuestiones que plantea el paper: ellos hacen una investigación de cuántos fueron los casos reportados y cuántos podían estimarse que había circulando, y llegaron a la conclusión de que claramente se minimizó la transmisión. Además de que en un comienzo se pensó que no se propagaba por aerosoles…”.

El mapa de los primeros casos

Según consignan Carl Zimmer y Benjamin Mueller en The New York Times, otro estudio publicado por científicos del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades analizó los rastros genéticos de las primeras muestras recolectadas en el mercado (tomadas de las paredes, los pisos y otras superficies, así como de la carne que aún se encontraba en los congeladores y refrigeradores), en enero de 2020, cuando ya se había cerrado y desinfectado, y no había animales vivos.

Allí descubrieron dos ramas evolutivas, conocidas como linajes A y B, algo consistente con lo que plantean Worobey y colegas, cuando hablan de dos eventos de transmisión, cada uno con un crecimiento explosivo.
 
En el trabajo de Pekar y colegas se estudian en detalle las hipótesis de uno o múltiples saltos del virus desde animales al ser humano –destaca Torres–. Ellos analizan la diversidad de los virus que pudieron secuenciarse en las primeras semanas de la pandemia y utilizan modelos para analizar si es más probable uno u otro escenario, y concluyen que el de (al menos) dos eventos sería el más probable para explicar los datos de que disponemos actualmente. El virus que se pudo secuenciar de esas primeras muestras presenta lo que hoy conocemos como los linajes principales A y B, y ambos se encontraron en muestras ambientales del mercado, lo que indica la presencia de ambos linajes desde los primeros eventos trazables de la diversificación de este virus. Los autores de este estudio proponen que el virus ya se habría diversificado en los linajes A y B en un reservorio animal (posiblemente presente en el mercado de Huanan) y habría saltado en dos eventos independientes, aunque muy cercanos en el tiempo, a fines de 2019”.
Geolocalización de los primeros casos
Aunque estos estudios, por el rigor con el que se realizaron, parecen saldar la controversia sobre el origen de la pandemia y echan luz sobre distintos aspectos que pueden ayudar a tomar medidas de prevención, aun quedan incógnitas. Entre ellas, todavía no se identificó con precisión cuál es el animal que transmitió el virus a los humanos. Algunos también sostienen que el virus llegó al mercado solo después de propagarse. Pero los investigadores afirman que era extremadamente improbable que el patrón de dispersión de los casos que cartografiaron pudiera darse por casualidad.
 
Kristian Andersen, virólogo del Instituto de Investigación Scripps en La Jolla, California, y coautor de los nuevos estudios, que comentó los resultados en Twitter, dijo que era importante averiguar de dónde procedían los mamíferos salvajes que se encontraban a la venta en Huanan y buscar evidencia de brotes anteriores. 

Las piezas que faltan

Ya se sabe que el coronavirus no solo circula en los murciélagos y en los humanos. Se lo encontró en visones, en ciervos y en mascotas. Si, como todo parece indicar, estos resultados se confirman, queda claro que resulta urgente prestar atención a situaciones en las que humanos y animales interactúan. "Para atravesar la barrera de las especies, se necesita que el virus pueda transmitirse en forma eficiente entre animal y humano (es decir, que aquel los produzca, y que los tejidos susceptibles de ser infectados en el ser human tomen contacto con el microorganismo) –explica Torres–. En caso de que pueda multiplicarse en esas condiciones, podría ocurrir que la infección culmine allí o bien que el virus sea además transmisible entre humanos. Es en este último caso donde aparece el potencial pandémico de estas zoonosis. Eso no siempre es predecible desde análisis teóricos y casi siempre se requiere un abordaje experimental para comprobarlo".

Los científicos afirman que lo que ocurrió con el SARS-CoV-2 es casi una imagen especular de lo que sucedió con el SARS-CoV-1 hace justo dos décadas. Aunque también advierten que todavía faltan piezas para terminar de armar el rompecabezas. “Está claro que todo comenzó en un mercado, pero más allá de eso, tenemos mucho por averiguar”, afirmó Andersen.

“Si bien estos estudios traen luz sobre algunos aspectos, aún hay varios interrogantes sobre esos primeros eventos; en particular, sobre qué animales en concreto pudieron estar involucrados… –se pregunta Torres–. ¿Eran salvajes o de granjas? ¿Desde qué lugares pudieron haber llegado hasta allí? Entiendo que la misión de la OMS se encuentra en busca de respuestas a estas preguntas”.

Uno de los grandes desafíos que tenemos por delante en las próximas décadas es el aumento de estos eventos de ‘derrame’ –concluye Pilar Fernández–. Por dos razones: una es el cambio en el uso de la tierra y el avance de la humanidad sobre ambientes naturales, y otra, la modificación de los sistemas de producción, que puede favorecer un contacto estrecho con esos animales y el salto de patógenos. No sabemos dónde se va a encender la primera chispa del próximo incendio, pero sabemos que están dadas las condiciones. En este momento, uno de los problemas a los que estamos prestando atención es la alta circulación de gripe aviar de alta patogenicidad que circula en aves silvestres, pero que fue introducida y tiene alta mortalidad en las de corral. Se detectaron algunos casos en humanos, que fueron contenidos, pero hay que aumentar la vigilancia. La idea es estar atentos, saber qué está ocurriendo y que no nos tome por sorpresa. No hay un sistema de vigilancia global adaptado a todos los contextos que aproveche los recursos existentes en cada país. Se necesitan redes de alerta temprana”.