Debilidad en una parte del cuerpo, confusión, problemas para hablar, un dolor que "parte" la cabeza... Cualquiera de estas señales y otras, como vértigo, pérdida del equilibrio o falta de coordinación, puede indicar el comienzo de un cuadro que en el país se presenta una vez cada cuatro minutos: el accidente cerebrovascular (ACV).
Ahora, un análisis epidemiológico de la Comisión de Neurología de The Lancet (https://www.thelancet.com/journals/laneur/article/PIIS1474-4422(23)00277-6/fulltext) proyecta que estos eventos aumentarán un 50% para 2050, de 6,6 millones a 9,7 millones, si no se toman medidas en forma inmediata. “Pero lo más significativo de esos números es que el 91% del incremento ocurrirá en países de bajos ingresos o en vías de desarrollo”, destaca el doctor Lisandro Olmos especialista en rehabilitación neurológica y director médico de Rehab Center, en Luján.
El ACV o stroke (según su denominación en inglés) es la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad. Se trata de una emergencia médica que puede cambiar la vida de una persona en cuestión de minutos. Ocurre cuando se reduce o interrumpe el flujo sanguíneo que irriga una parte del cerebro, lo que puede producir un daño irreversible por falta de oxígeno y nutrientes. En un ACV pueden llegar a morir hasta 1,9 millones de células cerebrales por minuto. Por eso, es crítico que el diagnóstico y el tratamiento se realicen dentro de las primeras cuatro horas y media, para prevenir secuelas duraderas.
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“Se calcula que luego de un año de ocurrido un ACV, únicamente el 10% de los sobrevivientes tiene una recuperación completa. Otro 10% fallece y el 80% queda con algún grado de secuela que impacta significativamente en su calidad de vida –afirma Máximo Zimerman, neurólogo y director Médico del Centro Cites Ineco en un comunicado de la entidad–. Imposibilidad para mover una parte del cuerpo (brazos, piernas), entumecimiento u hormigueo en las extremidades, caída de un párpado, dificultad para hablar (palabra ´arrastrada´, balbuceo, dificultad en la pronunciación), alteraciones en la visión (ver doble, borroso o dejar de ver súbitamente), pérdida de la conciencia, dolor de cabeza intenso y confusión. Si pensamos que se puede estar ante un ACV, cada minuto cuenta. No hay que medicarse o ir a descansar. El tiempo es cerebro: cada instante que pasa es una posibilidad de hacer un procedimiento y revascularizar la zona afectada. Tampoco es recomendable tomarse la presión: es probable que haya presión aumentada debido al ACV. Hay que dirigirse a una institución de salud o llamar a una ambulancia de inmediato”.
Se evalúa que el aumento previsto tiene que ver con el crecimiento demográfico y con el envejecimiento de la población. Sin embargo, de acuerdo con Olmos, “mientras el crecimiento poblacional en los países desarrollados se dará en personas de más de 65 años y será de más del 100%, el de sobrevivientes de ACV rondará el 110%. En cambio, en los países de bajos ingresos la pirámide poblacional crecerá en población joven y edades intermedias”.
Un editorial del Journal of the American Heart Association de septiembre de 2022 (DOI: 10.1161/JAHA.116.003661) afirma que “el peso del ACV es extremadamente alto. Estimaciones recientes indican que 33 millones de personas sobrevivientes y que este cuadro resulta en más de 102 millones de años perdidos por discapacidad. Por lo tanto, el monitoreo epidemiológico es de una importancia crítica para analizar las tendencias, establecer necesidades (…) y evaluar prioridades de prevención y terapéuticas para el futuro”.
Los ACV se presentan en dos categorías: hemorrágicos o isquémicos. Los primeros ocurren cuando se rompe una arteria y se produce un hematoma en el cerebro. Los segundos son causados por la obstrucción de una arteria que nutre alguna parte del cerebro y que, al quedarse sin sangre, se ve privada de oxígeno. En esa área se da lo que los especialistas llaman un “infarto” cerebral, que causa la muerte de neuronas. La mitad de estos últimos ocurre en países de ingresos medios o bajos.
Varios estudios observan crecimiento de ACV en edades más tempranas. Aunque la incidencia aumenta con la edad, alrededor del 10 al 20% de estos eventos ocurre en personas de entre 18 y 50 años, en las que tiene un efecto profundo en su calidad de vida. “En contraste con el ACV en adultos mayores, la incidencia de ACV isquémico en adultos jóvenes está creciendo en todo el mundo”, afirman Esther Boot y colegas en el Journal of Neurolog, Neurosurgery and Psychiatry (Boot Ekker MS, Putaala J, et al. J Neurol Neurosurg Psychiatry 2020;91:411–417).
Sin embargo, para Sebastián Ameriso, jefe del Centro Integral de Neurología Vascular y jefe del Departamento de Neurología de Fleni, esto no está tan claro. “No hay suficiente evidencia sobre el crecimiento de ACV en jóvenes –comenta–. Posiblemente, lo que hay es más alerta, más capacidad de diagnóstico, episodios que antes no se diagnosticaban hoy sí se detectan; por ejemplo, una causa muy frecuente son las disecciones o lastimaduras en las arterias, que es lo que en su momento tuvo Gustavo Cerati. Eso puede dar síntomas muy menores (dolor o signos neurológicas leves) y si uno no tiene una alta sospecha diagnóstica, puede pasarse por alto”.
Según Olmos, “La valoración debe hacerse considerando la calidad de los trabajos publicados. En los países del Primer Mundo no cabe duda de que está aumentando la incidencia en personas menores de 55 años. Pero cuando uno evalúa las referencias bibliográficas, son trabajos hechos fundamentalmente en esa parte del planeta, con una capacidad de registro mucho mejor que la de los países en vías de desarrollo. Las causas parecerían ser independientes de los factores de riesgo tradicionales y entrarían dentro de la clasificación de ‘stroke de causa desconocida’. Cuando uno ya quiere avanzar sobre esta parte del mapa, hay una importante carencia de información, sobre todo en países africanos y latinoamericanos. No aportan datos o son menos confiables. Hoy uno estaría en condiciones de decir que la incidencia en personas jóvenes menores de 55 años está aumentando sobre la base de la evidencia científica aportada por trabajos publicados en países de primer mundo respecto de países en vías de desarrollo, donde la información es más incierta, la calidad de los estudios es menor y por ende, si bien son los que más volumen de nuevos accidentes cerebrovasculares van a presentar en los próximos 30 años, también es donde más se carece de buenos datos estadísticos”.
La Organización Mundial de ACV dio a conocer en septiembre de 2023 la declaración global sobre los compromisos para afrontar este cuadro. Allí, sostiene que se puede prevenir y tratar mediante estrategias rentables y basadas en evidencias.
Un trabajo publicado hace ya algunos años por el especialista argentino que dirige el Programa de Enfermedades Cerebrovasculares y el Laboratorio Corazón-Cerebro de la Universidad de Western Ontario, Canadá, Luciano Sposato y colegas (https://ir.lib.uwo.ca/anatomypub/109) mostró que la incidencia de ACV en países de altos ingresos viene declinando en consonancia con un mejor control de los factores de riesgo. Un hallazgo más que interesante es que paralelamente parecen declinar los casos de demencia.
Una de las principales causas del ACV es la hipertensión arterial, seguida en importancia por el tabaquismo, la diabetes, el consumo de alcohol y las dislipidemias, todos indicadores detectables mediante un control anual. La alimentación saludable, la actividad física y un consumo reducido de sal también reducen el riesgo, según el Ministerio de Salud de la Nación.
Se calcula que 4 de cada 10 personas que mueren por un accidente cerebrovascular podrían haberse salvado si su presión arterial hubiera estado controlada y que dos quintos de las muertes por esta causa en personas menores de 65 están ligadas al tabaquismo. Olmos subraya que “en los países de menores ingresos el verdadero desafío es lograr el control de los factores de riesgo y la vigilancia epidemiológica para evitar un creciente número de ACV; en los países desarrollados hoy se está trabajado en tecnologías cada vez más avanzadas en la rehabilitación de los pacientes que sufrieron un evento cerebrovascular para poder intervenir de forma cada vez más precoz y efectiva, dado que en 30 años el número de profesionales para atenderlos será insuficiente”.
E insiste: “Todo ello debe llevar a nuestro país a tomar medidas urgentes en cuatro niveles: la vigilancia epidemiológica, la prevención, el diagnóstico precoz y el tratamiento inmediato; y la rehabilitación. Recientemente en la Argentina se consensuó un único Proyecto de Ley en la Cámara de Diputados contemplando este cuadrilátero del ACV. Constituye un paso muy importante, ya que reconoce a la rehabilitación como parte esencial en los programas de tratamiento, mediante una intervención con abordajes modernos basados en tecnologías de última generación, la terapia personalizada mediante equipos interdisciplinarios que provean intensidad inmediatamente después de ocurrido el evento”.
La metodología FAST para detectar los primeros signos de un ACV
- F (Face – Cara): Cara caída de un lado o torcida
- A (Arm – Brazo): Incapacidad para levantar ambos brazos a la misma altura
- S: (Speech – Habla): Dificultades para hablar
- T (Time – Tiempo): Si nota alguno de estos síntomas, llame de inmediato a los servicios de emergencia. Cada minuto cuenta.