Avance de especialistas argentinos: curan úlceras con injertos de pelo

El equipo de cirugía dermatológica del Hospital Italiano ensayó esa estrategia en 60 pacientes con resultados muy alentadores 

24 de agosto, 2024 | 09.58

Un procedimiento similar al que hace más de 60 años se presentaba frente a la Academia de Ciencias de Nueva York para solucionar el problema estético y emocional de la calvicie, el implante de pelo, puede contribuir a resolver otro trastorno mucho más complejo: las úlceras de larga data, difíciles de tratar, que se presentan generalmente en personas de edad avanzada por presión, diabetes, enfermedad arterial, várices y otras causas más infrecuentes, como enfermedades reumatológicas, y que pueden ser resistentes a los tratamientos durante años. 

Se basa nada más y nada menos que en el injerto de folículos pilosos en la zona lesionada. Especialistas de la sección “Heridas” del Departamento de Dermatología del Hospital Italiano, liderados por la doctora Anahí Belatti, completaron el primer ensayo de América Latina y, hasta donde se puede saber, una de las series más grandes del mundo con excelentes resultados. De 60 pacientes tratados, entre el 70% y el 80% de las heridas se cerraron satisfactoriamente en el término de tres meses, sin complicaciones significativas, necesidad de internación ni cuidados de alta complejidad. Tal vez lo más notable es que no se presentaron nuevas úlceras en la zona de los injertos.

La doctora Anahí Belatti (al centro) y su equipo: Damian Ferrario, Florencia Bertarini, Virginia Pombo, ⁠Noelia Capellato, Virginia Campoy, Eugenia Pérez Cortiñas, Maria Echeverría

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El secreto de este “abracadabra” es que los folículos pilosos contienen células madre que promueven la regeneración de la piel, estimulan la cicatrización y ayudan a cerrar la herida de forma más rápida y efectiva que los métodos de rutina hasta ahora.

“Para aplicar esta técnica, nosotros vemos al paciente como un todo, como un sujeto con una herida –explica Belatti–. Se le hace un primer un diagnóstico de por qué la presenta, ya que no es lo mismo una persona con una úlcera venosa que llegue en estado de desnutrición, que tenga diabetes asociada, dolor, con anemia o sin, con obesidad o delgada… Se van resolviendo las comorbilidades que se asocian con su patología. Una vez que logramos estabilizarla, tenemos que trabajar sobre el tejido para que esté vital y recién ahí le hacemos los injertos. Se trata de una intervención quirúrgica reparadora para la epitelización (la capa superior de la piel que algunos tienen más oscura y otros, más clara). Eso es lo que se pierde y uno repone con  los injertos”.

El tratamiento consiste en retirar uno por uno, con un instrumento similar a un sacabocados de dos milímetros de diámetro (llamado “punch”), cilindros completos del cuero cabelludo, cada uno con el folículo, grasa, dermis y epidermis, y depositarlos en orificios de 1,5 mm realizados en la herida siguiendo una forma de espiral, siempre desde el borde hacia el centro. Para hacerse una idea, la dermatóloga propone imaginarlos como una maceta que recibirá “plantines”, en un sustrato que tiene que ser fértil (“vital”).

“Generalmente, se ponen de dos a cuatro unidades foliculares por centímetro cuadrado de la herida, hasta llegar a un máximo de 100 por sesión, si la herida es grande, porque si no, es mucho tiempo y el paciente se cansa de estar acostado –explica–. No es un problema de la técnica en sí, ya que no es un procedimiento cruento. Se hace con anestesia local, como si fuese el odontólogo o le sacáramos un lunar”.

El implante de folículos pilosos para curar heridas se puede aplicar también en áreas que carecen de pelo, como la espalda o la planta de los pies. “En general, el crecimiento se modula de acuerdo con el terreno sobre el cual lo depositamos –aclara–. Es decir, no crece 30 cm; algunos solo dan un vello muy pequeñito, y otros pueden crecer hasta cinco centímetros. Se pueden cortar, pero a los pacientes que nosotros atendemos no les preocupa mucho, porque son personas que atravesaron situaciones muy complicadas, terribles, con heridas que no curan, a veces durante años, y además suelen darse en las piernas, que son áreas que naturalmente tienen pelo. Solo quedan cabellos residuales que se pueden cortar con una tijera”.

Esta tecnología no es nueva, lo que el equipo del Hospital Italiano mostró en un trabajo listo para publicarse es su aplicabilidad. “No la inventamos nosotros –destaca la especialista–. Lo que logramos es extrapolarla a las heridas”. Aunque también hay experiencias en España, China y la India, se trata de la primera en la Argentina y en América Latina. 

Los procedimientos se realizan en forma seriada, por partes, para no incomodar al paciente y para hacerlos más accesibles a individuos mayores, que les temen a los quirófanos y a la anestesia central. Es muy importante la destreza del cirujano, que debe asegurarse que el pedacito de piel que extrae del cuero cabelludo contenga el pelo y el bulbo, hay que  llegar hasta la profundidad del folículo. Requiere entrenamiento y paciencia de orfebre.

El primer control se hace dos a cuatro días más tarde. “En ese lapso, empezamos a ver cómo responden los injertos, que siempre empiezan a mostrar un estímulo de epitelización desde el borde –explica Belatti–. Hay que darles tiempo para que se incorporen y comiencen a crecer. Eso no ocurre inmediatamente, lo vamos viendo a lo largo de las tres semanas siguientes, dependiendo del caso, y esperamos alrededor de tres meses para ver si se cierra toda la herida. Si no ocurriera, podemos hacer una segunda aplicación”.

Gráfico esquemático de la técnica para curar úlceras con implantes de pelo

Entre las mejoras que ofrece este procedimiento están la reducción del dolor, menor riesgo de complicaciones, un posoperatorio menos complicado para el paciente y estabilidad en el tiempo, porque en general no vuelven a aparecer úlceras donde se pusieron los injertos. Se podría decir que con las células madre, esa zona recibió “respuestos cero km, directo de fábrica”. 

Los casos en los que no se logró la curación se debieron a las patologías de base, como cáncer, artritis u otras, que fue difícil estabilizar. “Muchas veces es la causa que generó la úlcera lo que no deja que cierre –subraya–. El paciente diabético tiene enfermedad de la microcirculación, alteraciones asociadas con su estado inmunológico… Cuando el ‘lecho’ está envejecido, con células que ya no responden, lo que nosotros llamamos ‘senescentes’, uno tiene que ir a este tipo de tratamientos para devolverle vitalidad llevándolas desde otro lugar”.

Y concluye: “Nosotros injertábamos piel de muslo en las úlceras y nos iba bárbaro. Pero salimos de esa zona de confort cuando vimos las publicaciones sobre injertos de pelo en heridas. Nos adentramos en este nuevo mundo porque, con lo anterior, en el área dadora teníamos una nueva úlcera, teníamos que suturar, a veces se complicaba, el paciente tenía dolor, había que esperar 15 días para sacarle los puntos, hacerle curaciones. Con esta técnica, en la que sacamos unidades foliculares, el paciente tiene una curación súper sencilla: se coloca alcohol dos veces por día y en una semana está curado. La zona dadora es muy noble y al paciente lo libera del miedo a tener dos úlceras”.

Desde 2019, el equipo de especialistas del Hospital Italiano realizó más de 60 procedimientos de este tipo y recientemente presentó un artículo (https://doi.org/10.1016/j.abd.2023.08.012), con esquemas, fotos y videos, para facilitar su implementación y que pueda ser replicado en diversos entornos clínicos en cualquier parte del mundo, informa un comunicado del centro médico. Las úlceras de piel son un trastorno muy prevalente entre adultos mayores y su incidencia seguirá creciendo al compás de la expectativa de vida.