Aparecen las vacunas contra el COVID-19, y con ellas la esperanza de poder iniciar el camino hacia el fin de la pandemia. Pero desde luego no es solo un problema de las ciencias de la salud sino también de política y por ello el mapa de creación y circulación de las vacunas, comienza a transparentarse en el contexto mundial. Ese conflicto ya instalado es tan antiguo como el Estado moderno y la no existencia de un orden mundial acorde al sistema político nacional que crearon esos mismos estados. Todos los teóricos del Estado moderno concentraron sus esfuerzos en insistir en la necesidad una institucionalidad política, llamada Estado, para el ordenamiento social; por eso se ocuparon en definir su misión y rol principales y dados estos puntos otorgarle legitimidad. Sin ella la vida del Estado correría serios riesgo para sobrevivir. Esos debates articulados con diversas y fundamentales luchas políticas, derivaron finalmente en la consolidación del Estado moderno en la forma nacional hacia finales del siglo XX, para coronar un período iniciado entre los siglos XV y XVI. Pero no fueron pocos los filósofos que mencionaron otra preocupación: si el Estado aseguraba un orden fronteras adentro, ¿Quién lo haría en la comunidad internacional? ¿Era posible pensar otra forma de regulación de la vida entre los estados que no fuese mediante la guerra? Se lo preguntaron Thomas Hobbes y más de un siglo después Immanuel Kant, entre otros; el enorme esfuerzo que se había puesto en crear un sistema político que asegurara el monopolio de la violencia en una institución laica y no en una persona, se veía amenazada por las ambiciones que esa misma institución podía generar por deseos expansionistas. Como sabemos no se equivocaban y en los dos últimos siglos se han reproducido las guerras ahora entre estados incluso democráticos. El deseo de Kant a “la paz perpetua” conoció muy pocos momentos en la modernidad. Los estados nacionales lograron generar un orden con algunos niveles de justicia en su interior, inicialmente garantizando los derechos individuales, pero en la relación entre estados la situación distaba de ser pacífica. No fue sino después de dos guerras que involucraron a una gran cantidad de países, es decir la I y la II Guerra Mundial, que los estados comprendieron que había que plantear algún tipo de principios a nivel mundial, aunque consientes de la imposibilidad de contar con herramientas de regulación, dado que no era factible crear una institución de poder mundial. Así nace la declaración de los derechos del hombre de 1948, luego de la creación de un organismo como las Organización de Naciones Unidas, que con un criterio realista, lejos del romanticismo de las Sociedad de las Naciones de la primera posguerra, buscaba intervenir en futuros conflictos. Pero no fue el único cambio; como luego de toda guerra, los estados debían desplegar un nuevo marco para sus castigados ciudadanos sobrevivientes, una suerte de compensación ante las desagracias sufridas. Así nace el Estado de Bienestar, una combinación de políticas económicas y sociales que otorgó mejores niveles de vida a las sociedades de posguerra y que alcanzó una influencia a nivel mundial con distintas variantes. Para nuestro presente donde los profetas del neoliberalismo ganan pantallas y diarios y nos repiten supuestas recetas económicas infalibles, que volvieron a traernos pobreza durante el macrismo, nos parece de otra galaxia que durante casi 30 años se aplicaran políticas económicas que sostenían el salario y la intervención del Estado en buena parte de la economía. Los que hoy nos insisten que hay un único camino, entre 1945 y 1975 eran solo una escuela marginal en las políticas públicas. Esas políticas fueron las que construyeron sistemas de salud y de educación inclusivos, también en nuestro país desde la llegada del peronismo. Aun cuando el neoliberalismo comenzó a ganar terreno desde fines de los 70, se inició el debate acerca de un criterio de justicia a nivel mundial. Se plasmó en la Corte Penal Internacional para la ex Yugoslavia, en continuidad con la declaración de los derechos del hombre de 1948; procesos lentos y acotados, pero que reconocen la necesidad de garantizar justicia por encima de las instituciones estatales nacionales. Si avalamos el criterio de tribunal penal, nos habilita para ampliar el mismo a otras dimensiones y qué más claro en este momento que el acceso a las vacunas. Por eso, insistir en este primer punto: el acceso a las vacunas no es un tema que deba resolver el mercado, porque se vincula a un derecho a la salud en donde está en juego la vida. Solo el imperio del neoliberalismo desde hace décadas a nivel mundial, permite que la discusión sea en los términos en los que se está dando ahora. Por eso era esperable que los países centrales, EE.UU. y los de Europa occidental, planteen plazos poco claros para que los países del tercer mundo accedan a las vacunas que ellos producen, sin que exista ninguna institución internacional, la ONU o la OMS, que exijan o al menos propongan algún tipo de acuerdos a nivel mundial. Que se haya escuchado la voz del Papa Francisco exigiendo que la vacuna llegue a todos, da muestra de la ausencia de instituciones y de políticas, ocupándose de algún nivel de ordenamiento internacional. Que Rusia y China, sean proveedores en los países de América Latina, también nos está indicando algo. Se ha visto incluso la escaza eficiencia de organismos regionales como la UE frente a la pandemia, cuanto más a nivel mundial. Existió una reunión virtual del G-20 sin mayor impacto, y no se ha realizado ninguna cumbre o iniciativa a nivel mundial para plantear acciones frente a la pandemia; su ausencia deja en evidencia que los países más ricos tienen el suficiente poder para impedir abrir el juego al resto. Por eso no se trata de una demanda por justicia en términos ideales, sino de advertir como el sistema mundial se ha tornado mucho más cerrado y por lo tanto injusto para los países más pobres y sus sociedades. Es eso lo que restringirá la circulación de las vacunas y no una cuestión de producción, sino de concepción política. Si de la pandemia el mundo iba a salir mejor, estas acciones no son muy alentadoras.
Las vacunas y la Injusticia global
28 de diciembre, 2020 | 09.49
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Sergio De Piero
Politólogo y docente universitario UBA, UNAJ, UNLP.
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