El peronismo, a través de la incorporación de las minorías

En “Perón. La inclusión política de árabes, judíos y japoneses” el historiador israelí Raanan Rein aborda uno de los componentes menos explorados. El detalle de las políticas que respaldaban el carácter democratizador y ampliador de ciudadanía del movimiento político. 

13 de febrero, 2022 | 13.27

Previo a la pandemia, tras las charlas que el historiador israelí Raanan Rein brindaba en el país durante alguna de sus estadías, era común que sobre el final alguien del público se le acercara para agradecerle sus conferencias e investigaciones, con las que derribaba diversos mitos vinculados al peronismo. Estos comentarios se intensificaron cuando abordó el tema del vínculo entre la comunidad judía y los primeros gobiernos de Perón, y posiblemente hubieran continuado en el lapso en que se dedicó a investigar las relaciones entre el peronismo y las comunidades árabes, y luego japonesas, pero la pandemia interrumpió sus frecuentes visitas a nuestro país.

Lo cierto es que Rein, doctor en Historia por la Universidad de Tel Aviv, de la cual es también vicerrector, y condecorado en Argentina con la Orden del Libertador San Martín y el Sello del Bicentenario por su aporte a la cultura argentina, acaba de publicar el volumen Perón. La inclusión política de árabes, judíos y japoneses (Grupo Editorial Sur) en donde plasma estas tres investigaciones, las últimas de una enorme obra que abarca cerca de cincuenta libros, la mayor parte sobre el peronismo, y otros 150 trabajos académicos.

El libro se distingue de casi todos estos trabajos, y del realizado por el resto de los peronólogos por estudiar el componente étnico en el apoyo al peronismo, un elemento que en rigor resulta central para analizar este movimiento, pues tal como señala Rein “las expresiones simbólicas de integración social e incorporación política eran no menos importantes que sus expresiones materiales y concretas”.

Y es que en efecto, si el peronismo y los populismos en general se asocian con movimientos multiculturales y policlasistas, en las que las demandas materiales son solo una de las variadas que conforman a sus adeptos, para comprender los primeros gobiernos peronistas, resulta central entender la respuesta que este le dio a una sociedad conformada en gran medida por inmigrantes e hijos de inmigrantes que hasta entonces habían estado ausentes de la arena política.

“Con su rehabilitación de la cultura popular y el folklore, sus esfuerzos por re-escribir la historia nacional, y su inclusión de las minorías étnicas que previamente languidecían al margen de la sociedad, el peronismo cimentó la ruta hacia la Argentina multicultural actual”, plantea Rein, y añade un dato fundamental dentro de las innovadoras prácticas políticas que tuvo este movimiento, como lo fue el hecho de que en lugar del tradicional crisol de razas que auspiciaban los gobiernos liberales hasta entonces, Perón no vio contradicción alguna en que se siguieran sosteniendo las identidades étnicas y se desarrollara una plena integración a la ciudadanía argentina, más allá de que, como se desprende de la obra de Rein, dicha ciudadanía era de alguna forma otorgada por el apoyo al peronismo.

En sus primeros capítulos, la investigación abreva en una gran cantidad de acciones y discursos que exhiben los amplios puentes que Perón, y Eva tendieron hacia la comunidad judía argentina, lo que profundiza el interrogante de la frecuente asociación, en la cultura popular e incluso en algunos espacios académicos, entre el movimiento peronista y el nazismo. Según sostiene Rein, este mito solo se puede explicar por el apoyo inicial brindado al peronismo por parte de grupos nacionalistas de extrema derecha, la entrada al país de criminales de guerra nazi, que en rigor no difirió de lo que sucedía en gran parte de América, y el hecho de que Perón, que además llegó al poder poco después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, era un dirigente militar carismático, elemento habitual en los regímenes fascistas.  

Nada de ello impidió, demuestra Rein, que durante la década peronista se registrarán menos incidentes antisemitas que en cualquier otro período de todo el siglo XX, que muchos judíos se incorporarán a la burocracia estatal, que el suplemento cultural del diario La Prensa, en manos de la CGT peronista, publicará en tres años a más autores argentinos judíos que el diario La Nación en cincuenta años, o que se destacaran funcionarios, líderes sindicales y empresarios de origen judío, cuyas trayectorias se narran en la investigación, así como la de la Organización Israelita Argentina (OIA), la entidad judía creada para apoyar al peronismo, sobre la que Rein demuestra que no era sólo un ámbito de cabildeo de un grupo de judíos para llegar al poder peronista, sino que también, en muchos otros casos, expresaba la genuina convicción de apoyar a un partido y un líder que había transformado sus vidas.

Si bien, señala Rein, los esfuerzos para captar el voto judío fueron en general mayores que el realizado para lograr el voto árabe, debido fundamentalmente al deseo de Perón de cambiar su imagen de antisemita y las sospechas de apoyo al fascismo y al nazismo que difundían miembros de la oposición y también círculos en los Estados Unidos, las relaciones con este otro grupo étnico también permite ver el nuevo cariz que la década peronista le imprimió a la Argentina, y explica, en el primero de los casos, la década del noventa, cuando el peronista Carlos Saúl Menem, de raíces sirias, llegó a la presidencia junto a una gran cantidad de funcionarios de origen árabe para manejar los destinos de esa crucial época de la Argentina, que también se narra en el libro, pero también el hecho de que entre 1946 y 1948 los diputados de origen árabe hayan pasado de 5 a 25, todos estos últimos dentro de la bancada peronista, así como el surgimiento de intendentes y varias dinastías de gobernadores de origen árabe aliados al peronismo en las provincias del norte.  

Lo cierto es que aun cuando las divisiones internas en el mundo árabe dificultaron una representación unificada de este colectivo, incluso pese a los esfuerzos del propio Perón por impulsar una organización central dentro de su modelo corporativo, el Centro Peronista Descendientes de Sirios-Libaneses, la Comisión Sirio-Libanesa de Difusión del Segundo Plan Quinquenal del Gobierno, o la Comisión Pro Reelección del Presidente de dirigentes libaneses fueron algunas de las organizaciones que nacieron para dar apoyo a este movimiento, y en donde Perón solía resaltar al aporte de los árabes al país y la gratitud por el aporte que supieron brindar a la Argentina, algo que cobraba un espacial valor frente al contenido negativo que las elites le habían conferido hasta el momento a este grupo étnico.

El carácter minoritario, en comparación con inmigrantes judíos y árabes, que tenía la comunidad japonesa a mediados del siglo pasado, da cuenta también de menores registros y acciones, pero la investigación de Rein encontró también allí políticas que respaldaban el carácter democratizador y ampliador de ciudadanía del peronismo, como el hecho de que para 1954 fuera electo el primer diputado nacional proveniente de la comunidad japonesa, que asumió por el peronismo, o que para mayo de 1955, poco antes del derrocamiento de Perón, se creara la sección japonesa del Partido Peronista, para continuar el apoyo que la Asociación Japonesa Argentina le había brindado a Perón en 1953, donde el entonces presidente señaló que “la comunidad japonesa en la Argentina es una comunidad que ha demostrado a lo largo de muchos años, que está formada por hombres buenos, respetuosos de la ley y amantes de este país”.

Para aquel tiempo, muy atrás había quedado la campaña del inicial peronismo que en 1948 buscó convertir a estos descendientes de japoneses al catolicismo.  Y es que como en su relación con otras comunidades étnicas, sostiene Rein, Perón “había visto a la Argentina como un país esencialmente católico, pero evolucionó hacia una visión más inclusiva, de una sociedad multireligiosa y multicultural que debía abarcar y celebrar dicha diversidad”.