Estados Unidos, la nación más poderosa de la Tierra, el país que cautivó a millones de personas en el mundo con la utopía del “sueño americano”, se derrumba.
No hay ningún enemigo externo que lo esté acosando. Nadie los bloquea ni los sanciona. Sin embargo, el interior de sus instituciones, de su proyecto civilizatorio, de su sociedad se están descomponiendo, lenta e inexorablemente. Las mentes más agudas de Estados Unidos así lo ven.
“El imperio estadounidense atraviesa problemas profundos: desintegración, decadencia, avaricia desatada en los estratos más altos, miedo institucionalizado que monopolizan unos pocos políticos”, analiza el filósofo norteamericano Cornel West en una entrevista con la Internacional Progresista. “En la actualidad, el neoliberalismo está tan desprestigiado que su legitimidad está casi destrozada. Hay una desigualdad tan grotesca, una xenofobia tan horrible y una depresión tan fuerte que empuja a la gente a buscar alguna alternativa al orden neoliberal. Si las tendencias dominantes se mantienen en EEUU vamos a enfrentar a una coalición fascista construida a partir del poder de las grandes sumas de dinero y la gran xenofobia militar. O sea el neofascismo por un lado y el neoliberalismo por otro. Nosotros (los progresistas) tenemos que encontrar una alternativa”.
En la última elección presidencial, con la toma del Capitolio por grupos violentos de ultra derecha (6/1/21), el país estuvo, por varias horas, al borde del golpe de Estado. A este evidente deterioro institucional se sumó otro episodio revelador: durante la epidemia de Covid, Washington no pudo ocultar su total incapacidad para ejercer el rol de “líder mundial” que se ha autoasignado durante décadas, así como tampoco fue capaz de asumir la protección de su propia ciudadanía. En Estados Unidos murieron más de un millón de personas por el virus.
“La crisis social no es nueva”, asegura el académico Jorge Majfud desde Estados Unidos. “Lo significativo es que ahora se ve. Las crisis no se perciben cuando hay un grupo que lo domina todo y reprime al resto; cuando hay una narrativa absolutamente dominante y sectores subyugados. Pero ahora en EEUU se observan claramente dos problemas muy grandes: una gran frustración económica y una enorme desilusión del ánimo patriótico nacional”.
Aquella imagen de la familia idílica de clase media, difundida hasta el hartazgo por películas y series de televisión como el Show de Dick Van Dyke (furor televisivo desde 1961 a 1968) fue deglutida por el neoliberalismo. “Hoy, en el país más rico y poderoso del mundo, la mayoría está endeudada o no tiene nada. Gran parte de los estadounidenses siente la fuerte insatisfacción de vivir al día y ver cómo decaen los ingresos”, dice Majfud. “Esa frustración se expresa en el alcoholismo y en la drogadicción. En Estados Unidos mueren por año, 100.000 adictos a drogas como el opio. Hay un millón de personas sin techo. Al revés de lo que sucede en la mayoría de los países desarrollados o ricos, en EEUU la expectativa de vida ha disminuido dramáticamente, sobre todo entre los hombres blancos de la clase trabajadora.”
Otro sector muy afectado de la sociedad son los jóvenes también muy endeudados e imposibilitados de vislumbrar perspectivas prometedoras para el futuro como las tenían sus padres. Como profesor de humanidades de la Universidad de Jacksonville, Majfud ha podido constatar esa situación crítica que, como aclara, “no se debe a los importantes avances que han tenido sus compañeras de estudio a nivel laboral o académico sino a una apatía del sector masculino. Incluso, en este momento, los universitarios varones son minoría”.
La violencia y masculinidad
La decadencia de un Imperio que fue el ordenador del mundo (a sangre y fuego) desde 1945, es una verdad difícil de procesar. La retirada de las tropas de Afganistán, el retroceso en Siria donde EEUU no pudo derribar el gobierno de Bashar al-Assad, y los recientes acuerdos con Venezuela (donde tampoco pudo derribar al gobierno de Nicolás Maduro) son golpes duros para una sociedad construida sobre la creencia de la excepcionalidad, la omnipotencia y el supremacismo.
Como si fuera un gas venenoso, esa energía violenta encarnada en la figura del “patriota” y expresada en el machismo, la belicosidad, la ley del más fuerte y la justicia por mano propia hoy está liberada a su suerte, sin control ni contención. Por eso pueden verse, en algunos estados del país, grupos de ultraderechistas civiles que, desde sus camionetas 4x4, amenazan con armas de guerra a quienes ven como antipatriotas.
“Hoy el enemigo no está en otros países, está adentro. En EEUU desde siempre se consideró al izquierdista como un antipatriota, casi como un traidor. En la actualidad, también son enemigos los que critican y los que proponen una relectura de la historia blanca, racista o sexista. Y es importante entender que, en cada hecho de violencia que ocurre, también está en juego la masculinidad”, asegura.
“En el siglo XIX, el imperialismo y las guerras eran vistos como un símbolo de masculinidad. Eso continúa hasta hoy. En los diarios de fines del siglo XIX y principios del XX, a los antiimperialistas se los representaba con vestimenta de mujer y aquellos que no iban a la guerra eran considerados homosexuales o su masculinidad era puesta en duda. Se debe entender que lo que sucede en la actualidad son golpes muy fuertes para la autoestima estadounidense.”
La crisis socio económica, la frustración de saber que el país dejará de ser pronto el número uno en la economía por el avance de China y la pérdida de referentes y estructuras conocidas es tierra fértil para los sectores ultra fascistas y súper religiosos.
Menos evidente, por ahora, es la emergencia de grupos que se oponen al neofascismo y buscan alternativas al orden neoliberal. Pero los hay. Sectores de izquierda que cuestionan el status quo económico y social; la elección de legisladores que tienen como referente al demócrata Bernie Sanders o jóvenes que increpan a dirigentes, (como ha pasado con el canciller Anthony Blinken en congresos y encuentros como la Cumbre de las Américas en Los Angeles) aparecen cada vez con mayor asiduidad.
Nadie puede imaginar hoy qué rostro tendrá el derrumbe del imperio estadounidense, pero es muy probable que el motor esté oculto dentro de sus propias fronteras.