La madrugada del 14 de octubre del 2019, el tiempo en Quito parecía normal para esa época. Los 19 grados casi permanentes, su humedad baja y la falta de viento, hacían suponer un día absolutamente previsible.
Solo Paola Pabón, la joven “correista” prefecta de Pichincha, andaba con una intranquilidad en el cuerpo: Alexandra Arce, la ex alcaldesa de Durán, también correista, había sido detenida de forma absolutamente irregular hacía diez días, y una colaboradora le había mandado un mensaje a Paola: “con cuidado amiga, van a ir por vos, vienen por todos nosotros. Esto es una cacería”.
De tal suerte que cuando ese 14 de octubre a la madrugada, el escuadrón de quince policías pertrechados con cascos, chalecos antibalas y armas en ristre, se metió en su casa pateando la puerta y rompiendo vidrios y maderas, estaba viviendo finalmente aquello que no la dejaba dormir una noche entera desde hacía diez días. Ahora un joven policía de chaleco amarillo tartamudeaba mientras le leía las órdenes de detención sin mirarla nunca a los ojos. Su delito: Ser de Revolución Ciudadana, la agrupación política que liderara el ex presidente Rafael Correa. El Justificativo: apoyar una movilización popular contra el “paquetazo” que Lenin Moreno había decretado, que importaba entre otras cosas, un aumento de los combustibles de casi al doble, reducción de salarios, y recorte de gasto público.
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El resultado de los diez días de movilizaciones fue de novecientos ochenta detenidos y once muertos a manos de las fuerzas de represión. Al respecto de los muertos, el ministerio de gobierno dio su informe: ocho fueron en accidentes de tránsito y de los otros tres…se están investigando.
La persecución encarnizada contra los “correístas” no empezaba ni habría de terminar con este secuestro. Esto era apenas un pasaje más del plan. De hecho, Moreno ya le había dado un golpe de estado a su vicepresidente, el también correista Jorge Glass, que lleva dos años detenido sin pruebas y con riesgo de muerte, por orden del presidente.
Pero vamos más atrás: hacía poco menos de dos años, Lenin Moreno ganó las elecciones. Candidato elegido por Correa, (en una decisión tan unívoca como equivocada, imponiéndolo en la falta de discusión interna de Alianza País) recibía un Ecuador casi armado para cualquier contingencia. Incluso en salud.
Moreno recibía de Rafael Correa y su equipo, un sistema de salud en pleno desarrollo, y con unos planes y una inversión nunca vista: USS 3.500 millones de inversión (690% más que en todos los gobiernos anteriores) 4.500 nuevos médicos incorporados al sistema, y 570.000 nuevas personas registradas en el sistema de salud preventivo, entre otras cosas, como ambulancias y equipamientos varios. La entonces ministra Chang había avanzado grandemente en su plan de salud pública, y hubiera seguido si no fuera por una denuncia tan falsa, que no fue ni involucrada por la fiscalía: se la acusó por corrupción en la compra de ambulancias, y con la sola denuncia de ribetes mediáticos opositores Correa la renunció en el 2010.
El plan igual siguió (aunque no igual) adelante. Continuaron los barridos de búsqueda de datos de salud casa por casa en un esfuerzo logístico y científico sin precedentes en Ecuador. Corría el año 2015.
Por aquellos días, Orly Oyague, presidente de la federación médica ecuatoriana y pediatra-gerente de una clínica privada, llamaba a movilizarse contra el gobierno, con argumentos como “defiende al médico ecuatoriano”, “le dan nuestro puesto a extranjeros”, “quieren regular nuestros precios”, “quieren imponernos trabajar ocho horas!” y rematando con un lacónico “lucha por tu libertad”, llamaba a desobediencia civil contra el dictador castrocomunista Rafael Correa.
El plan de gratuidad y calidad en la salud pública hacia agitar fantasmas a los clanes de la medicina privada. Fantasmas que se perdieron en el éter, cuando Lenin Moreno ganó las elecciones.
Una vez más se cumplía otra sentencia de Simón Bolívar: “son traficantes del dolor ajeno”.
Desde aquel abril del 201, hasta ese junio del 2020, Lenin Moreno se dio por entero a dos tareas: perseguir correistas y empobrecer el estado, en favor de algunos amigos. Tareas solo interrumpidas para (en plena pandemia y con dólares en las arcas), optar por pagar la deuda externa ignorando a conciencia que ese dinero hacia falta para el combate contra el coronavirus.
Más o menos en este panorama llega a Ecuador el Covid 19: desarme de la economía, desinversión en salud favoreciendo a la medicina privada. Encarnizada, brutal e ilegal prisión de los correistas, dos millones de desempleados, y un absoluto y porfiado desconocimiento de planificación en un sistema de salud desfinanciado con maldad y desorganizado por nombramientos hechos por el presidente Moreno, tan inútiles como turbios, en los hospitales públicos.
Como todo en Ecuador, desde que asumió Lenin Moreno, faltan datos, pero se supo que el paciente “0” de coronavirus, se conoció el 14 de febrero. China había reconocido el suyo el 10 de diciembre y Europa a fines de enero. Vale decir que el mundo, (o los responsables de los países del mundo) estaban al tanto.
El resto es historia conocida más por fotos que por datos: muertos en las calles, muertos en baños públicos, muertos en los pasillos de las casas. Muertos envueltos en mantas. Muertos embolsados como desechos. Muertos. Miles de ecuatorianos muertos, pudriéndose sin consuelo donde los agarrara la mala hora.
Pero los datos, (aunque los ecuatorianos los saben muy disminuidos) son: 50.915 infectados y 4.246 muertos, en una población de diecisiete millones de habitantes.
El presidente Lenin Moreno sigue con las dos tareas que se propuso cumplir, pero publica sin ningún rubor, que “si bien las medidas que hemos tomado han dado resultado frente a la pandemia del #COVID19, no debemos bajar la guardia”, al tiempo que resuelve mantener el estado de excepción hasta el 13 de agosto, lo que le facilita el trabajo que nada tiene que ver con la pandemia.
Es fácil prever como sigue, porque sigue como viene: se multiplican los infectados y muertos por horas, sigue la persecución política de una manera violentamente delincuencial, el ministerio de gobierno insiste en que todo esto es culpa de los correistas y de los rusos. Y lamenta que los rusos estén tan lejos que no los puedan buscar para secuestrarlos también y darles su merecido.
Rafael Correa (seguramente y ojalá) se lamente de, habiendo tenido tantas y tantos leales y cercanos, eligiera esta alianza, con la que esos leales y cercanos no estaban de acuerdo por las razones que tenían y que al final se ven.
Hoy, y al igual que otros correistas electos, Paola Pabón está a punto de ser destituida por una martingala legal inventada dentro de la obscena ilegalidad que gobierna Ecuador. Despropósito que como siempre, fue y es apoyado públicamente por la prensa “libre pero responsable”, que para entretenerse, la “acusa” de haber comprado veinte termómetros con sobreprecio. Los termómetros comprados a un costo de 188 dólares cada uno fueron elegidos de entre sus competidores que los ofrecieron en 220 y 240 dólares por unidad. Un mal chiste. Pero que azuzado por la prensa, funciona.
Mientras tanto el presidente Lenin Moreno, completa la faena de la mano del contralor, buscando y quizá consiguiendo la proscripción de cualquier forma de “correismo”, mientras los muertos por coronavirus se le acumulan en las calles.
Y de Orly Oyague, claro, no se sabe nada.