Brasil: una tragicomedia perversa de mal gusto

El autor, que fue asesor de Evo Morales y vivió muchos años en Brasil, analiza la tragedia del país gobernado por Bolsonaro y las raíces históricas que lo explican.

21 de junio, 2020 | 00.05

¿Por donde comenzar a hablar de Brasil?

¿Por el principio? Es larguísimo.

¿Por el final? Es una tragicomedia perversa de muy mal gusto.

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Voy a ponerlo desordenado que por ahí llegamos a algo. Son las diez de la noche del 20 de Junio. Brasil reportó 48.954 muertos. Vayamos un mes y medio atrás, a una escena del 9 de mayo, leyendo que hay 11.123 muertos y viendo a Bolsonaro que anda paseando en jet sky. Una gente lo saluda desde un yate. Lo saludan, lo felicitan, le preguntan si lo pueden filmar con el celular, y el acepta sonriente. Le preguntan qué pasa con el coronavirus y el responde: “la verdad que no sé, no entiendo, es una cosa de locos como se muere la gente, ¿vio?”. Lo vuelven a felicitar y se va diciendo algo que a primera impresión no se escucha bien.

Vayamos un poco más atrás, al inicio de la pandemia, en un ejercicio de cifras y frases de Bolsonaro, para tratar de entender que piensa, hace y dice, el presidente democrático del país más importante de Suramérica. Cuando el gobierno de Brasil se alerta de la pandemia, ésta ya había matado a miles en Europa y era noticia mundial, de modo que nadie podía alegar ignorancia.

Esta es la lista de la progresión de muertos y respuestas de Jair Bolsonaro a la prensa, cuando le preguntan: “¿que va a hacer, presidente?:

Con 100 muertos : “¡Paren con esa histeria estúpida!

Con 1.000 muertos: “¿Por que tanto escándalo? Es una gripecita!

Con 2.000 muertos: “ Tengo que viajar, no me puedo ocupar de eso.”

Con 3.000 muertos: “¿Y? ¿Acaso yo soy sepulturero?

Con 5.000 muertos: “¿Y que quiere que yo haga, la gente se muere, bueno?. Yo soy el mesías, pero no hago milagros

Hoy, con 48.954 muertos, volvemos a la escena del principio, donde, a bordo de un jet sky, se sorprende, charla un rato, acepta de buen grado las felicitaciones, y poniendo atención al video, se entiende que se despide diciendo “los dejo, estoy de ida a un asado” mientras parte raudo haciendo el patito sobre su moto de agua…

Ahora bien, la pregunta de siempre es: ¿cómo puede ser que Brasil, con su Chico Buarque, su Jorge Amado, su Vladimir Herzog, su Niemayer, y hasta con su Jose Mauro de Vasconcelos, pueda haber llegado hasta aca? Pensá en la cantidad de intelectuales, artistas, científicos que tiene Brasil…es de locos.

Bueno…Pensemos en un país de una extensión enorme, con veintiséis estados, dividido en cinco regiones, desde Rio Grande do Sul, hasta Amapá, desde Pernambuco hasta El Acre, donde cada estado tiene su propia constitución, que podría usarla, pero sin embargo es súper presidencialista, con doscientos diez millones de personas, con una bandera que dice “orden y progreso”, pero que no tuvo guerra de independencia, la cual fue cedida por el príncipe portugués Pedro l, gritando histriónicamente (y ante nadie) “libertad o muerte”, y que para lograrla tuvo que pelearse con el oligarquísimo empresariado esclavista brasilero, que por nada quería un Brasil soberano, porque esto atentaba contra sus intereses, que era, justamente, el tráfico y venta de esclavos. O sea, un emperador, un enviado de la colonia portuguesa, ¡tratando de convencer a los brasileros que era bueno independizarse de la corona!

En fin, que entonces tuvo que pedirle al Marquez de Sabará que por favor le escribiera una constitución “que sea digna del Imperio de Brasil y de mi” y así, con una martingala digna de Coperfild, el tipo se transforma, y pasa de príncipe a emperador y libertador del Brasil. ¡Esos eran jóvenes emprendedores! No estos pichones que ahora hacen cerveza artesanal…

Digo…para fundar una república, no es poco dato, porque además no era Republica, sino IMPERIO del Brasil. Ahora bien, eso es una parte de la historia. Fundacional, es cierto. Y si es cierto que el pasado es destino…ojalá que no.

Ahora vengamos un poco más acá en la historia.Por hablar solo del último tiempo, ¿Cuantas elecciones perdió Lula hasta llegar a la presidencia? Y mientras tanto gobernó Sarney, un hombre profundamente mediocre sin idea de nada, que llegó ahí porque Tancredo Neves que era el presidente elegido murió antes de asumir. Y Sarney dejó a Brasil mucho más allá del colapso económico. Después de ese desastre llega (hacen llegar a) Collor de Mello, joven fabricado y lógicamente amado por la gran prensa brasilera, cuyo mayor éxito, que resaltaron miles de tapas de diarios y revistas, es que era…¡un eximio Karateca! De ahí, Itamar Franco que completó el periodo presidencial porque al Karate kid se lo llevo un robo comprobado, cuando ya había vendido a precio de gallina muerta un cuarto del Brasil. Entonces la gran prensa decidió que había que promover a un izquierdosito, de preferencia intelectual y rumiante de pensamientos progresistas para que acabara de cerrar esos negocios: Fernando Enrique Cardoso. Todo eso, todo ese tiempo “na mais santa paz”. Salvo en el final de Collor de Mello, la gran prensa brasileña no hablaba de corrupción. Ni de la violencia que azotaba permanentemente las calles de, por ejemplo, Rio o San Pablo. Y en eso, llegó Lula al poder.

Entre esos dos espacios de tiempo, fue presidente Joao Goulart, hombre de la línea de Getulio Vargas, que proponía repartir la tierra improductiva, subir los salarios por encima de la media, inversión en el país de las empresas extrajeras y estatizar las cuestiones estratégicas, más campañas de alfabetización, seguros de salud y etcétera. Y ojo, era un muy hábil político. Tanto, que aceptó transar con todos para asumir, resignando el poder al congreso, y al tiempo recuperó todo el poder más algo más. Ahí la prensa le armó unas peloteras bíblicas e hicieron que la gente pidiera una mano dura que recondujera ese despropósito, al “orden y progreso”. Y aquello terminó con un golpe de estado en el 64

Ojo, sigo intentando contarte como llega Brasil a la cantidad de muertos e infectados por coronavirus, sin que a nadie se le mueva un pelo. Dame un tiempito que ya llego ahí. Estoy intentando ser sintético, pero hay cosas de la historia que no se pueden pasar por alto así como así, ¿se entiende? Son las marcas genéticas de cualquier sociedad, creo...aunque suene fatalista e ineluctable. Después de todo, en Argentina, tras una década de crecimiento votaron por Macri y en Bolivia la gente apoyó un golpe de estado basado en un racismo que creíamos superado. Es jodido como tratan de sacarse el complejo de esclavo los nuevos blancos. Pero ese es otro cuento.

Sigo.

Decía…asume Lula, Brasil se estabiliza, crece, la gente come, se levanta, tiene acceso a derechos, a consumo, a vivir bien, los salarios suben, los campesinos van a a las universidades, hay salud y educación…y aquellos empresarios esclavistas que peleaban contra Pedro l se inquietan de nuevo. Una cosa es un recreo para reponer fuerzas y otra es este escándalo! Así no se puede! Y entonces…¡de nuevo la chancha a los choclos!

Ahí arranca de nuevo la Globo: ¡Corrupción!”. “Violencia desmedida, inseguridad ciudadana producto del gobierno comunista que socapa delincuentes a nombre de los derechos humanos. Se robaron todo”, (¿te suena?) y comienza a crear sentidos comunes donde la población acaba diciendo “como!? Los derechos de estos delincuentes están sobre mis derechos!???”.

Y de nuevo la noria, hasta que parte de la gente (pequeña parte en realidad, pero de los centros de atención) se ponen idiotas y comienzan, una vez mas, a cortar la rama sobre la que están sentados…con un entusiasmo! Comienza el mal humor, comienzan los chistes de mierda, la ridiculización, las noticias falsas que la gente en su infinita estupidez, repite, las críticas y las “movilizaciones espontaneas”, y listo. Dilma queda afuera por un golpe “institucional” que de institucional no tiene un carajo, pero como la gente ya estaba esperando volver al “orden y progreso” pasó de largo con todas las ilegalidades de la ley. Y de nuevo, a la mierda la plata de las empanadas! Chau de nuevo Goulart. ¡El mismo cuento!

Por aquellos días algo me movió las bases. Hable una vez más con Aurelio Rocha, un lúcido dirigente político del PT. Le dije: “hay que tener cuidado con el estallido social, si lo meten preso a Lula, Brasil se prende fuego”. Aurelio me respondió con un tono entre la decepción y el cansancio: “lamentablemente e ilegalmente, a Lula lo van a meter preso y aquí no va a pasar nada más que la movilización de algunos pocos militantes”. No le creí. Y por esos días, cercano a las elecciones estuve en Brasil. Y efectivamente, Lula estaba preso y en las calles no pasaba absolutamente nada.

Ahora los intereses gringos mandaban a la gran prensa a poner un nuevo muñeco que recondujera la república. Y no era Bolsonaro. Pero nadie sabe de dónde este bruto militar (y en este caso no es redundancia sino reafirmación) que fue diputado siete veces! Siete periodos! Y que se dio el lujo de decir las barbaridades que todos sabemos, sale de la nada, se arma de miles de celulares y arranca una campaña basada en el clasismo y en unas mentiras que jamás nadie creería. Pero se las creyeron.

Pongo una de esas mentiras, la más bizarra: que el PT tenía preparados unos kits familiares, que llevaban, entre otras cosas, una mamadera con forma de pene…¡ para inducir a los niños a las orgias sexuales! De ahí para arriba imagínate lo que se te antoje. Obviamente la gran prensa nunca lo denunció, sino que lo apoyó hasta cuando se disfrazaban tras alguna “critica”. Y así el tipo gana. Sin una peregrina idea de cómo se maneja el estado, pero felicitado por Trump cada quince minutos.

Cuando la crisis de la pandemia pasó los cinco mil muertos, ya no se podía esconder, se le despegan algunos gobernadores y luego de aceptar un sinfín de barbaridades, también se va el ministro de salud, pero ya el daño estaba hecho. Jair Bolsonaro había conseguido once mil muertos y una parte importante de la población rezaba de noche por orden suya, para que dios los salve, y de día se juntaban a festejar y comprar y salir a pasear, y darse besos mientras pasa la “gripesita”.

Ahora bien, hay que ver como queda a futuro la cuestión internacional de Brasil, más allá del intento de Bolsonaro, de nombrar a su hijo embajador en Estados Unidos, con un argumento sorprendente: “…mi hijo sabe todo de Estados Unidos. ¿Por qué no podría ser embajador allá? ¡Si ya vivió ahí, estudió y hasta trabajó vendiendo hamburguesas!” No te rías que estoy hablando en serio y citando textual.

Decía…la cuestión internacional post pandemia…que para Brasil no se sabe cuándo será “post”. ¿Quien va a controlar el desastre fronterizo? Digo…con esa cantidad de infectados y sabiendo que su control de salubridad es el rezo en las iglesias evangélicas, está difícil. ¿Qué va a pasar con sus exportaciones? ¿Cómo va a superar el próximo gobierno, el miedo a todo lo que diga “Brasil” en la etiqueta? ¿Quién va a pagar la responsabilidad de este despropósito, producto de los intereses de los grandes capitales estadounidenses impulsados por quienes apoyaron a Bolsonaro, que hoy no tienen ni asumen ninguna responsabilidad política ni judicial posterior? Porque eso pasa con esta runfla de operadores, llamada “prensa independiente y responsable”, que, como dicen en Brasil, “van cagando y andando” sin conflicto ético ninguno.

Mira, el desastre llamado “el Brasil de Bolsonaro”, que queda como una turbina de contagio en medio del continente, apenas está asomando, y 48.954, es una cifra de paso, nada definitiva.

¿Se entendió?