El poder no se tiene, no es una cosa o una externalidad a las relaciones humanas. “Yo tengo el poder” es más una pretensión de libros y películas de ficción, que un dato de la política. Es así que el poder vive exclusivamente en una relación entre personas y grupos, vínculo que puede ser acotado, interpersonal, o político y abrazar a una sociedad toda.
La segunda característica es que el poder nunca es estático; las relaciones de poder se definen por el dinamismo como en El Jardín de senderos que se bifurcan: hoy la relación puede resultar en un sentido, tiempo después, en otro. Este tipo de relaciones tiene actores, los cuales concurren a ellas con diferentes trayectorias y recursos, ya que las más de las veces las relaciones de poder no son un espacio de confrontación igualitario. Esos recursos pueden ser institucionales o informales, económicos o sociales, propios de un grupo o fruto de un acuerdo de varios. El peso de cada recurso lo definirá la relación de poder de la que estemos hablando: en una elección es claro que los votos definen el poder de un partido; en el campo económico el capital en una empresa es un factor clave. Pero en los diversos hechos políticos que atravesamos en cada coyuntura, el valor de los recursos puede variar. Si un gobierno envía un proyecto al Congreso necesita sencillamente de votos para poder imponerlo; si no los tiene, no hay ley. Sin embargo, el clima político puede alterar la posibilidad de conseguir o no esos votos. Por caso, en solo dos años, se modificaron las voluntades en apoyo al proyecto IVE. Casi que quiero pedir disculpas por decirlo, pero las relaciones de poder son complejas y variables, no lineales.
El gobierno de Alberto Fernández atraviesa su segundo año de gestión, el cual continúa dominado por ese imprevisto mundo que es la pandemia. Durante meses fue imposible definir políticas omitiéndola; eso inevitablemente alteró todos los proyectos que pudieran estar rondando en la cabeza del propio presidente y de sus funcionarios, en particular porque se trata de una crisis de características inéditas, de modo que el avanzar a ensayo y error abarcó muchas dimensiones de la gestión en todo el mundo.
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Con los meses la situación comenzó a tener otro tamiz y empezaron a desplegarse nuevas acciones políticas. A esta situación particular debemos sumar otra que proviene de la génesis del FdT: un esquema de coalición, un acuerdo entre espacios que hasta ese momento pensaban en opciones electorales dispersas. Esa resolución tuvo el éxito electoral que conocemos, pero cuyo desarrollo en el ejercicio del gobierno puede enfrentar otros desafíos.
Y aquí un primer punto sobre el tema que estuvo dando vueltas en la semana: las propuestas de Alberto Fernández pueden no tener la misma recepción en cada uno de los espacios del frente y eso implica necesariamente una negociación en la que ese ponen en juego los recursos de cada sector. No porque el acuerdo tenga riesgos de fractura, por el contrario, el FdT se mantiene unido y así parece encarar las elecciones de este año. Sólo que convive con una situación poco frecuente: la transparencia de la criticas que recibe de algunos de sus votantes. Que escuchemos esas críticas no es en sí mismo un elementos positivo o negativo; la cuestión es cómo se procesa políticamente como afecta, para bien o para mal, al frente y en particular al propio gobierno ¿Es parte de un proceso de construcción de una coalición o es el resultado de la resistencia de algunos miembros de la misma a aceptar que se necesitan? ¿Cómo están funcionando esas relaciones de poder que conlleva todo acuerdo? En esa línea se escucha que el presidente “tiene que hacer como Néstor”.
Desde luego la acción política tiene claves de acción que pueden replicarse, estilos, formas, modos de encarar las dificultades. Pero no es menos cierto que los contextos políticos hacen también a las resoluciones, a la disponibilidad de recursos. Porque la política está también hecha de tiempos. Lo supo muy bien el gobierno cuando realizó el acuerdo con el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya para la compra de la vacuna Sputnik V contra el COVID-19. Desde el inicio recibió un ataque incesante de la ya sólida relación entre el macrismo y los grandes medios de comunicación. Un buen grupo de periodistas desarrollaron los más increíbles argumentos para impugnar la vacuna, ninguno muy científico, por cierto. La oposición llegó a denunciar al presidente por intento de envenenamiento a la población, pero el gobierno confió en su decisión y bastó que la vacuna saliera validada por un artículo en la prestigiosa revista The Lancet, para que todas las operaciones cayeran como un castillo de naipes. La política del gobierno triunfó porque en solo horas no quedó nada, pero la tarea de sembrar la desconfianza, ya estaba hecha y antes del artículo, el gobierno tuvo que resistir los embates sosteniendo su decisión.
Las situaciones críticas se dan desde luego en otros planos. Destacan hoy la cuestión de los precios de productos esenciales y el rol del Poder Judicial. Sobre el primero no deberían existir excusas porque está en juego el alimento de la población, y sin embargo no puede omitirse el desastre económico que significó el macrismo que estableció mucho más que un cepo, un verdadero collar de cadenas a toda la economía.
Este año será clave para lograr recuperar poder de compra al mundo del trabajo. El Poder Judicial hizo honor a su nombre esta semana, al verbo por encima del sustantivo; el pase a Comodoro Py de la denuncia por espionaje llevada adelante por el gobierno macrista, es muy cerca de inexplicable pero comprensible en clave política. Semejante con validar la condena a Milagro Sala, que sufre en su propia vida la persecución del gobierno de Jujuy.
Le demandan al gobierno inacción al respecto, pero el Poder Judicial no es solo un grupo de hombres y mujeres con poder. Es una estructura mucho más articulada de lo que comúnmente aceptamos. Ese esquema logró sobrevivir, gracias a la adaptación, a las dictaduras militares; algo de política deben saber.
Hoy se viven tensiones con la Corte Suprema renovada hace poco más de 15 años. Hice una breve observación sobre las dificultades de reformar a ese poder aquí, para no repetirlo. Hay un proyecto esperando juntar voluntades en el Congreso para avanzar con algunas reformas, solo una muestra de las resistencias.
Imágenes que nos ayudan a distinguir una crítica de una crítica política. La primera solo debe expresar el rechazo a algo, una realidad, una propuesta. La segunda necesita definir además de la oposición la comprensión del momento político y de la mayor cantidad de implicancias posibles, para escapar del voluntarismo, porque nos referimos a relaciones de poder.
Hay que ser crítico de los gobiernos, mucho más para exigir derechos. Solo que no se puede prescindir de la dimensión política si se desea que la crítica genere impacto.