Reforzar el Estado

05 de abril, 2020 | 00.05

El COVID-19 lo ha subsumido todo, o casi. Y esa situación de omnipresencia redefine e incluso desestabiliza el resto de las tensiones y problemas que atraviesan a una sociedad. Cuidado: en el apuro por aventurar cambios y transformaciones, no faltan quienes asegurar que la pandemia ha provocado la reducción casi a fantasmas o espectros del resto de las conflictividades y demandas. No ha ocurrido eso: las ha subsumido en todo caso que no es lo mismo; las diferencias, exclusiones, desigualdades, injusticas, siguen allí presentes. A tal punto que el virus pone aún más en evidencia esas situaciones: ¿Cómo acceden a una buena alimentación los más pobres? ¿Cómo se movilizan a realizar su tratamiento una persona con una enfermedad crónica? ¿Cómo es la vida de una mujer que vive una situación de violencia machista en épocas de encierro? ¿Y los trabajadores informales?

El macrismo decidió no entregar más computadores mediante el Programa Conectar Igualdad (incluso en un pico de la crueldad algunas notebook simplemente las guardó en un depósito) ¿Cómo harán millones de jóvenes para acceder a la virtualidad de uso extendido por el sistema educativo en estos días a quienes se les negó el acceso a la tecnología? Para nuestras sociedades plagadas de injusticias la pandemia viene también a potenciar esas realidades. Lo comentaba hace unas semanas aquí mismo: todos esperan que el Estado puede reducir los daños de la enfermedad, pues nadie confía en la libre competencia, en la lucha del más apto, como un medio eficaz para que la sociedad logre sortear esta difícil situación con los menores daños posibles. Más aun sabiendo que esos daños serán la pérdida de vidas humanas.

Ahora bien, el Estado debe pensarse para una situación extraordinaria e inédita. Está sucediendo algo que nadie previó en términos de política pública y que está afectando la capacidad de control en todo el mundo. Por eso puede que los mecanismos, prácticas y herramientas de uso frecuente, no funcionen como esperábamos. O que justamente este clima enrarecido haga más compleja su aplicación. Por eso las crisis suelen redefinir las políticas públicas y en ocasiones, fruto de ese proceso doloroso para toda la sociedad, hace que el Estado fortalezca e incluso genere nuevas dimensiones y modos de intervención. Se sabe: las experiencias traumáticas pueden ser generadoras de agenda y nos pocas políticas que hoy conocemos, nacieron al calor de alguna tragedia. Pero no es en el futro que debemos pensar ahora, sino en el presente.

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Los hechos del viernes, la acumulación de personas en la puerta de los bancos esperando cobrar su jubilación, su pensión, la AHU o el refuerzo otorgado por el gobierno, generó una situación de descontrol. Personas mayores esperando por horas poder llegar a la caja de pago. Se asignó para un solo día, una cantidad muy amplia de beneficiarios para cobrar, y siendo pocos los bancos que atienden a estos públicos, previsiblemente el sistema se vio sobrepasado. Si, desde luego: los canales de noticias cubrieron los hechos con una capilaridad poco común y el macrismo se descubrió defensor de los jubilados a los que tanto perjudicó con sus políticas mientras fue gobierno. Pero es claro que algo falló porque esa situación no debió ocurrir.

Es evidente que algunas variables no fueron tenidas en cuenta a la hora de tomar la decisión o simplemente nadie pensó en el impacto social que la decisión podía generar luego de varios días de no funcionamiento de los bancos. Estamos en días en los cuales el desempaño del aparato estatal es harto más importante que el desarrollo de nuestro sistema político, que por otra parte posé muchas capacidades, en particular si uno miro lo que está pasando en la región; lo que está en juego son las capacidades del Estado para tomar el control de la situación que es lo que le está demandado la sociedad y que por momentos le reconoce.

Desde luego ese desempeño también debe lidiar con actores que no están jugando limpiamente; con nuevas o viejas bandas de troll que invaden las redes, con algunos dirigentes opositores que apuestan al fracaso, con empresarios poco dóciles a colaborar. Bastó que el Presidente dijera a los grandes empresarios que llegó el momento de ganar menos para que recrudecieran críticas en las redes sociales, para que se alentaran cacerolazos en Buenos Aires y le levantara el dedo de la indignación para defender los intereses de un puñado de empresas; recuérdese: no es sencillo tocar lo intereses e la argentina concentrada. Pero tomemos las posibilidades: historiadores recuerdan el terremoto en la Provincia de San Juan en 1944, como un espacio en el que también se acunó el peronismo; habría que indagar qué despliegues nuevos por parte del Estado pueden forjarse al calor de esta situación. Porque ser creativos en esa dirección, es mucho más razonable que imaginar que la pandemia significará la derrota del capitalismo y tantas cosas semejantes que hemos escuchado en estos días. En verdad no podemos saber mucho respecto del futuro; pero en cambio estamos obligados a atender el presente y su urgencia. Por eso conviene retroceder la cinta a los hechos del viernes para observar lo que se planificó de manera incorrecta y también cuáles fueron las iniciativas que funcionaron bien. Por ejemplo, varios municipios dispusieron de empleados para que colaboraran en el ordenamiento de las filas; algunos concurrieron con sillas para que la gente esperara sentada; en otros, incluso, se movilizaron sectores de la salud para aplicar gratuitamente la vacuna antigripal.

En el territorio suele haber creatividad y conocimiento de estos emergentes, en un momento de crisis, por eso hay que pensar cuáles niveles del Estado pueden ocuparse de cuales tareas. Y hay que pensar en todos los actores intervinientes: tal vez los bancos privados puedan volver a ser todos agentes de pago de jubilaciones y AUH o colaborar en la creación de puntos de pago (hoy en día son muy pocos los privados que brindan ese servicios) y seguir fortaleciendo las operaciones comerciales con dinero electrónico y bridar capacitación a toda la población para su uso. No se trata de una medida mágica que resuelva estas situaciones sino de combinar los niveles estatales, las nuevas tecnologías, las empresas, las organizaciones sociales y al conjunto de actores intervinientes en la búsqueda de soluciones porque se demandas también cambios sistémicos. La pandemia nos pone en esa situación cuasi límite. Redefinir acciones no es sólo una opción si una necesidad evidente.