Con Netflix no hay medias tintas: o lo amamos o lo odiamos. En realidad, lo amamos Y lo odiamos. Lo amamos cuando pegamos una atrás de la otra, cuando arriesga produciendo series o películas de calidad, cuando clickeamos Play y en ese mismo momento comienza la fiesta, en la resolución que sea, pero comienza. De esto se desprende una conclusión: hay pocas cosas peores que tener una mala racha. Sabés perfectamente de lo que te estoy hablando. Cuando empezás a buscar por categorías o simplemente tanteás las opciones que te "sugiere"(y entonces te preguntás si te están tomando por alguien que no sos). Creo que todos estamos de acuerdo en que, en términos de motores de búsqueda, la plataforma todavía tiene un largo camino por recorrer.
¡Haya paz! Acá te traigo una solución: frecuentar esta sección fija de El Destape, dedicada exclusivamente a oficiar de salvavidas cuando falta entretenimiento de calidad.
Y hoy te vamos a recomendar, confiadísimos, una película tremendamente divertida y mordazmente dramática. Su título original es "The one I love", pero los que la tradujeron al castellano (fieles a una histórica tradición) cometieron el pecado de titularla "El amor perfecto no existe". No se asusten. La calidad del título en castellano no guarda ninguna relación de representación con la calidad del film.
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"El amor perfecto no existe" parte de una idea original, de esas que, cuando un productor las escucha, se le hace agua la boca. Una pareja que bordea los cuarenta decide consultar a un profesional para tratar sus problemas amorosos. El doctor les recomienda tomarse un descanso en un complejo de cabañas alejado de la ciudad, asegurándoles que todas las parejas que hicieron la experiencia resultaron existosas. La noche en que la pareja se instala parece destinada a cumplir, de la manera tradicional, con los presagios del doctor: la naturaleza, el quiebre con la rutina y un par de botellas de vino los reconecta con el bienestar, afluyen recuerdos alegres del pasado y se asienta un clima de buen humor. Pero (porque siempre hay un pero) a la mañana siguiente surge una discusión: ella le dice que fue hermoso el sexo que tuvieron anoche, y él le dice que se deje de joder, que anoche no tuvieron sexo. Nosotros sabemos, como espectadores, que ella tuvo sexo con él, porque los vimos. Pero es evidente que él no miente al decir que él no estuvo ahí. Sorpresa: cada vez que uno de los dos ingresa en el cuarto del fondo de la cabaña, se encuentra con una versión perfecta del otro. Una suerte de holograma real, que se produce solo si la puerta del cuarto está cerrada y uno de los dos personajes (nunca los dos) quedó adentro.
Conviene decir acá que los actores no son precisamente bebés de pecho. Ella es Elizabeth Moss, más conocida como Peggy de Mad Men (voy a refrenar mi impulso desquiciado de hablar a como dé lugar sobre Mad Men, esa genialidad incomparable). Y él no es otro que nuestro adorado Mark Duplass, caballero andante del cine indie yanqui que en los últimos años fue desarrollando, a la par de su carrera como director, una inmersión cada vez más profunda en el mundo de la actuación. Ambos son actores formidables que, de hecho, salen airosos del desafío de composición que implica encarnar personajes a los que le suceden acontecimientos sobrenaturales pero cuyas reacciones y desiciones entran de lleno en un registro realista.
Toda pareja con cierto recorrido se va a sentir identificada con esta, y a cada cual le será imposible no preguntarse: ¿cómo sería el otro en su versión perfecta (perfecta según mi mirada)? ¿Qué lo separa al otro de eso, y por qué? ¿Tengo yo algo que ver? ¿Encarno yo, ya no mi versión perfecta, si no al menos la mejor versión que el otro ama de mí? Y en todo caso, ¿tengo el deber en encarnarla?
“El amor perfecto no existe” nos pone muy rápido sobre la pista de algunos enigmas. Contar algo de su desarrollo significaría, como siempre en las historias donde el argumento es lo central, spoilear. Pero no es difícil adivinar que, más o menos desde el inicio y si hacemos bien las matemáticas, los finales posibles se cuentan con los dedos de una mano. Bueno, entre esos, esta inquietante comedia dramática tuvo el acierto de elejir el mejor.