Entre Evo Morales y la deuda externa, los ruidos en la relación con Estados Unidos

La presión por la actividad del ex presidente de Bolivia, las críticas a la ministra Fréderic y la situación de la renegociación con el FMI.

29 de diciembre, 2019 | 00.05

Dos funcionarios de la embajada de los Estados Unidos visitaron el viernes la Casa Rosada para dejarle un mensaje a Alberto Fernández: al Departamento de Estado no le gusta que Evo Morales tenga actividad política en la Argentina. En particular, manifestaron su consternación porque el presidente depuesto de Bolivia comenzó a organizar en Orán, provincia de Salta, cerca de la frontera, el congreso partidario para elegir la fórmula que lo representará en las prometidas elecciones del año que viene. La decisión de Morales, resistida por parte de su propia fuerza política, puede ser correcta o no en términos de estrategia electoral, puede resultar problemática o no para el país que le da refugio, puede ser consensuada o unilateral, pragmatismo o provocación. Lo que no es y no debería ser jamás es materia de interés para el personal diplomático de un tercer país. 

Ese fue el mensaje que volvió a Washington después de poco menos de una hora de reunión. El canciller, Felipe Solá; el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, y el futuro embajador en los Estados Unidos, Jorge Argüello, fueron los encargados de manifestar el malestar de Fernández por lo que considera una intervención fuera de lugar. No fue la primera vez que la Embajada se interesa por el refugio de Morales en Argentina. Hubo dos planteos anteriores que no tomaron estado público. En esta ocasión desde la propia delegación diplomática norteamericana hicieron correr la información, como castigo por no haber recibido la respuesta que esperaban. El mismo modus operandi había utilizado hace tres semanas otro enviado de Donald Trump que ventiló en medios afines su decisión de no asistir a la ceremonia de asunción del presidente argentino por la presencia de funcionarios venezolanos.

A pesar de que la cita tomó estado público, no hubo una respuesta oficial por parte de la Casa Rosada, como esperaban los visitantes. Tampoco habrá gestiones privadas para acercar posiciones. Las actividades de Evo Morales en la Argentina continuarán con normalidad; hoy recibe en Buenos Aires a dirigentes políticos y sociales para avanzar en la organización del acto en la frontera. En el gobierno argentino leen estos pasos como provocaciones pensadas para el votante latino en Estados Unidos, que Trump necesita si quiere ser reelecto en noviembre del año que viene. La negociación con el FMI para reperfilar los vencimientos de la deuda, aseguran, corre por otro camino, donde las charlas están rumbeadas. Que en el equipo de Martín Guzmán estén comenzando a preocuparse porque la suba de los bonos puede encarecer las negociaciones con los acreedores habla a las claras de que se pasó a otro escenario.

Las políticas de seguridad son otro ítem que está llamado a hacer ruido en el vínculo bilateral. No es casual que la ministra Sabina Fréderic haya sido la figura del gabinete que recibió más cuestionamientos en las primeras semanas de gestión. No solamente los medios de comunicación que suelen oficiar de voceros de la embajada la eligieron como blanco predilecto; las críticas también llegaron de dirigentes opositores, como el inefable Waldo Wolff, que desde su indiscutible lugar de autoridad en la materia calificó como “cachivache” a la funcionaria. “A esta chica hay que explicarle cómo funciona la república”, dijo. Hubo quienes interpretaron el exabrupto como un ataque misógino, sin embargo parece responder más a cuestiones políticas o judiciales porque durante los últimos cuatro años nadie lo ha escuchado al diputado Wolff hablar en términos similares de la exministra Patricia Bullrich.

La decisión de Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner de congelar por seis meses las dietas de los legisladores, además del programa para recortar gastos superfluos en el Poder Ejecutivo que anunció el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, dejaron a Wolff sin su nuevo caballito de batalla: cuestionar el gasto político que descubrió justo ahora, después de cuatro años encandilado por las luces de ser oficialismo. Mejor así: aunque como gesto resulta pertinente, como debate distrae de lo verdaderamente importante. Ni el ahorro en sueldos de los políticos o en la cantidad de asesores o choferes, o en viáticos de ministros y legisladores, van a sacar a nadie de la pobreza ni van poner al país en el sendero del desarrollo. Estimada la queja y resuelto el malestar, no hay excusas ahora para no abocarse a solucionar problemas que sí le cambian la vida a los argentinos.