El ritmo del Gobierno y el modelo de los palitos chinos frente al coronavirus

Frente a un enemigo invisible, el perfil de la gestión de Alberto Fernández consiste en movimientos pensados e incrementales.

29 de marzo, 2020 | 00.05

Semana atrás flotaba una pregunta: ¿este es el ritmo y la velocidad del gobierno de Alberto Fernández? ¿O se aproxima un momento en el que el Presidente hará una serie de anuncios impactantes? Ese momento no llegó porque la pandemia se apoderó de nuestros ritmos y de la agenda del Gobierno. Hoy nos es difícil recordar cuáles temas estaban en discusión días antes del COVID-19 y sus consecuencias invadieran el conjunto de la vida social. No existe hoy otro tema posible que pueda ser abordado con algún nivel de complejidad, y esto es algo frente a lo que no estamos acostumbrados y por tanto sobre lo que no tenemos experiencias, primer punto que debe tenerse en cuenta en todo momento; la experiencia la estamos acumulado en el mismo presente; de hecho una pandemia reciente, como la gripe H1N1, no pareció generar en nuestra región el impacto que se espera de la presente. Escasa o nula experiencia, primer condicionante a la hora de tomar decisiones.

En ese marco se mueven los gobiernos y para el caso de los de nuestra región, pueden contar con observar lo sucedido en Europa; pero desde luego las condiciones económicas, estatales y sociales en general no son iguales a las de nuestros países, por lo pronto en desventaja frente al desarrollo de aquellos. Crece así la incertidumbre frente a un enemigo invisible y de consecuencias también no determinadas. Y aquí radica uno de los inconvenientes con los que se enfrenta la cuarentena impuesta: el enemigo es invisible, pero también sus consecuencias. La distancia social y el encierro impiden que la enfermedad se propague a un ritmo descontrolado. Como eso no sucede, como no despierta un temor palpable, se corren riesgos de “rebelión” ante la importancia del quedarse en casa, por esa sensación (falsa) de “no pasa nada”.

Apelar a la responsabilidad individual, es otro desafío de la política pública en esta coyuntura. Por otra parte, la pandemia no sucede fuera de nuestra historia, y por eso para muchos otros el quedarse en casa no es una opción porque simplemente no la tienen; los sin hogar son una población con una demanda diametralmente opuesta a la que mencionaba antes. Y de un extremo al otro están las millones de personas que viven situaciones de vulnerabilidad grave, las pymes que se encuentran en un estado crítico, los cuentapropistas que ven deteriorarse inmediatamente su situación. El virus no discrimina, pero la población atacada no es homogénea, sigue existiendo en las situaciones de desigualdad en la que se encontraba, y los recursos por tanto no tienen una distribución equitativa. Allí también la política pública encuentra incertidumbre respecto a los diseños que debe encarar o, sabiendo de esas diferencias, tener recursos limitados para llegar a todos. Algunas son muy claras: los asalariados en el sistema formal continúan percibiendo sus haberes, pero no así el verdadero ejército de personas que trabajan en el mercado informal o todos los cuentapropistas. Es la misma sociedad, pero ahora amenazada en su conjunto por un virus.

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Entonces cabe retomar el planteo inicial: ¿Es el gobierno de Alberto uno de movimientos extremadamente pensados? Algo así. Es un gobierno que debe reflexionar cada movimiento porque el campo de acción es complejo e incluso, incierto, y no vale solo para esta crisis sanitaria. El presidente acumuló información hasta que se decidió a tomar la decisión de forzar a la sociedad al encierro domiciliario. Este modo de plantear decisiones forma parte de lo que en las reflexiones sobre políticas públicas se conoce como inncrementalismo, en contraposición al racionalismo. Este último supone el diseño de políticas que, gracias a la gran cantidad de información que se posee, permite trazar acciones y escenarios de mediano y largo plazo; hay una coherencia con cada medida pensada y cada acción le sucede con cierta armonía a la otra; hay un plan global que las contiene. El incrementalismo en cambio, implica avanzar de a pasos e ir tomando pequeñas decisiones que incrementen una tras otra el camino hacia el objetivo buscado; no hay certidumbre de escenarios a futuro y por eso apuesta a la acción específica, a tal punto que se lo ha denominado “el arte de salir del paso” según las palabras del politólogo norteamericano Charles Lindblom.

Hemos escuchado en nuestro país repetidamente la necesidad de generar “políticas de Estado”; bueno, la irrupción del COVID-19, nos señala algunos límites sobre esas posibilidades. Sí nos dice, si deseamos leerlo, que una salud pública robustecida con recursos económicos y estructurales es una política de estado imprescindible, sobre la que parece haber acuerdo, aunque sabemos que ciertos silencios actuales (los neoliberales han perdido la voz) son solo circunstanciales. Ante este contexto y estas posibilidades de gestión pública, Alberto Fernández ha optado por un modelo que siguiendo el incrementalismo, se parece a una suerte de “palitos chinos”. Quienes no sepan de qué se trata podrán buscar en la web o en las jugueterías: un juego de mesa en donde los competidores debían separar una montaña de palitos muy finos con la ayuda de un único palito buscando que solo se moviera el que se retiraba; si otro se desplazaba el jugador perdía su turno. Allí está el Presidente moviendo palitos de medidas imprescindibles, pero que tienen consecuencias no deseadas sobre otros.

El Presidente ha repetido “entre la economía y la vida hemos elegido la vida de la gente”, muy probablemente pensando en las opciones de gobiernos de otros países que han hecho caso omiso de recomendaciones de restringir la circulación y hoy parecen pagar los costos en infectados y vidas. Pero aun con esa afirmación el gobierno ha impulsado varias medidas para atenuar el impacto en la economía asignando partidas a los sectores más vulnerables económicamente frente esta situación, ya que con la economía semi parada, es el Estado el único capaz de inyectar recursos con mayor gasto público. Y aquí otra vez es ensordecedor el silencio de nuestros monetaristas devotos fervientes de un manual de ajuste que en este momento ni siquiera puede pronunciar un consejo útil; si no aportan frente a las crisis, ¿Cuál es su utilidad?

Palitos chinos: ir enfrentando las situaciones moviendo lentamente las piezas porque la fragilidad de nuestra sociedad así lo requiere; ir desplegando nuevos recursos para que la cuarentena no dañe excesivamente la economía. El perfil de la gestión de Alberto Fernández es lo que perecía desde el principio, movimientos pensados e incrementales.