Cerati↔Moby
En el iniciático despegue del trío que le había dado fama internacional, Cerati se una a Melero y Melero se une a Cerati para dar vida a un disco único, antes de culto y cada vez más reconocido por el público masivo: Colores Santos. Editado en 1992, no obtuvo el éxito comercial que la compañía productora esperaba, pero ni Gustavo ni Daniel buscaban generar revoluciones: simplemente hicieron el disco que siempre habían querido hacer. El primer track, Vuelta por el Universo, tiene un sonido que al día de hoy remite directamente al estilo sonoro de una placa que sería lanzada siete años más tarde y que se ganaría la fama mundial: Play, de Moby. Imposible no asociar los samplers ochentosos combinados con notas estelares de Why does my heart feel so bad? o Porcelain con el sonido aéreo y profundamente introspectivo de Vuelta por el Universo. ¿Cerati adelantándose al sonido de la melancolía dosmilera desde los recovecos de la década de los 90´? Por supuesto. Pero esta constelación, como casi todas, oculta un repliegue enigmático de tiempo y espacio.
En una entrevista para el suplemento No de Página/12, Cerati habla de su devoción por la música de Ultra Vivid Scene, formación neoyorquia de rock alternativo fundada en el 89´. Richard Hall, posteriormente conocido como Moby , integraba la banda. Ahora solo resta escuchar su sonido para unir los astros con una línea:
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Dylan↔Cerati↔Bowie
En 1999, Cerati editó su primer disco solista post-Soda. Se titulaba Bocanada, y era un saludable y orgánico experimento donde el ex frontman de la banda más popular del rock en castellano dialogaba abiertamente con todas sus influencias y, sobre todo, con todas sus ambiciones. Bocanada cumplió su objetivo de forma ejemplar: ensanchó y pavimentó de una vez y para siempre el camino por el que Cerati desarrollaría su carrera solista. El arte de tapa no se quedaba atrás. Se trata de un retrato de perfil, en azules y a contraluz, una imagen que constela directamente con otras dos placas rockeras legendarias, formando un triángulo perfecto.
Una, la más evidente, es la tapa de Bob Dylan's Greatest Hits, un disco del 67´ en cuya tapa se aprecia a un Dylan de perfil, en azules y a contraluz, con la desordenada melena encendida por el reflector, como una aureola de santidad. La otra, apenas menos obvia, es la placa de Low, disco de Bowie lanzado en el 77´, donde se aprecia la impecable estampa del inglés. También de perfil, esta vez sobre fondo naranja ígneo, a juego con su color de pelo, Bowie viste un abrigo de cuello alto muy linkeable con la bufanda en pieles que luce, orgulloso, su colega argentino.
Cada estrella tiene luz propia, pero todas cumplen el mismo ciclo vital. El disco de Dylan fue su primera publicación después de un inesperado período de silencio causado por el éxito de Blonde on blonde y por aquel misterioso accidente en moto que lo precipitó a una vida familiar blindada. En cuanto a Bowie, después del tour de force que significó Station to Station, decidió que no quería convertise en (sic) otra víctima mortal del rock. Tras un duro tratamiento de desintoxicación en Berlín, que le significó un redescubrimiento personal, nació un disco que nadie esperaba, inquietante y renovador, un disco que elevaba de categoría al ambient y a la música minimalista, hasta entonces considerados como subgéneros por la crítica.
¿Acaso Bocanada no implicaba, también, dejar atrás un pasado agotador y empezar, de nuevo, desde otro lugar? Claro que sí. Como lo hicieron Dylan y Bowie, Cerati dejaría atrás la parafernalia rockera (rebeldía adolescente, giras arrolladoras, adicciones) y se redefiniría en un disco inolvidable. Como Dylan y Bowie, Cerati afirmaría su autonomía creativa por sobre las exigencias de una más que merecida popularidad. El estadounidense necesitó parar el carro y decir esto fui hasta ahora. El inglés vomitó las píldoras y se puso a jugar con los sonidos como lo haría un niño. Cerati se tomó una bocanada. Más que de Humo, de aire fresco.
Cerati↔Spinetta
Entre 1992 y 1995, Soda Stereo ingresó en un limbo. Entre los problemas crecientes al interior del trío, el cansancio que acarreó el Dynamo Tour, un recambio de compañía discográfica y la absurda muerte del pequeño hijo de Zeta Bosio, la banda se vio obligada a tomarse un receso por tiempo indeterminado. Crecían los rumores de separación, que apenas un tiempo más tarde serían contrarrestados por el lanzamiento del mejor disco de Soda Stereo. La intriga, sin embargo, duró mucho, y contó además con un indicio innegable de que las aguas estaban cambiando su curso.
En 1993, Cerati editó su primer disco solista, titulado Amor Amarillo. Pleno de colchones de guitarras y mixturas de géneros, contaba con hits como la rockera Avenida Alcorta, la dulce balada Liza, y la canción homónima al disco, a cargo de la apertura del material. Ya en estas últimas dos canciones se oía una fuerte reminiscencia al Spinetta rítmico e introvertido de Kamikaze, pero, esclavo de sus pasiones, Cerati necesitaba evidenciar su admiración astronómica por el Flaco, como si no hubiera sido suficiente con la incorporación del riff de Cementerio Club en la versión acústica de Té para tres o el coqueteo con el folklore nacional tan patente en Barro tal vez como en Zona de Promesas.
De esta forma incorporó al disco una versión curiosamente fiel del hit Bajan. La elección de este tema y no de cualquier otro (Cerati mismo se confesó un verdadero fan de la obra spinetteana) responde no solo a la perfección pop del track, que lo hermana profundamente a otras composiciones del intérprete, si no a un motivo mucho más personal. Así como Artaud, el disco donde se editó la canción orginial, fue firmado por Pescado Rabioso pero en verdad compuesto y arreglado enteramente por un flamante Spinetta solista, Amor Amarillo era un disco que condensaba varias de las composiciones que Gustavo pensaba proponer a Soda, pero que finalmente decidió encarar de modo personal. Spinetta lo dijo así: me fueron dejando solo, hasta que Pescado Rabioso era yo. Cerati era menos proclive a declaraciones pomposas, al menos respecto al clima interno de la banda. Pero los dos astros, desde distintos espacio-tiempo, cantaban lo mismo: Tengo tiempo /para saber /si lo que sueño concluye en algo.