(Por María Eugenia Suarez) La escritora Mariana Enriquez presentó en el Teatro Argentino de La Plata "Mis obsesiones extraordinarias", una jornada de lectura en la que, entre relatos inéditos y el repaso de su obra, compartió datos, habló de personajes y de acontecimientos que forman parte de su fuente de inspiración.
Esto es una especie de experimento, dijo Enriquez tras los aplausos que le dieron la bienvenida al ciclo de lecturas que se desarrolló anoche en la Sala Piazzolla del Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino de La Plata.
Ante un auditorio colmado, explicó que uno de los primeros cuentos que leería era inédito y que saldría en un libro de cuentos el año próximo. El título, por ahora, es Elisa. Es una introducción a mis obsesiones. Me obsesionan por suerte muchas cosas. En este recorte son todas cosas sanas, dijo y con la risa cómplice del público, enumeró con ironía: Mujeres asesinadas, asesinos, chicas desaparecidas, novios muertos, calor. Me fascinan las víctimas y los asesinos.
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Elisa transcurre en Los Ángeles. Una periodista vuelve a Estados Unidos después de varios años, distanciada de aquella ciudad tras la muerte de su novio. Aunque escribe artículos sobre política internacional, ahora le propone a su editor participar de una nueva sección y escribir sobre Elisa Lam, una joven turista que, en 2013, tras permanecer desaparecida por más de veinte días, es hallada muerta en uno de los tanques de agua del hotel donde se hospedaba.
Van a ver muchas de las cosas de las que hablo en los videos, advirtió la escritora que se sentó a la derecha del escenario a leer, mientras a su espalda, en el centro de la sala, una pantalla mostraba imágenes de los hoteles donde transcurren las escenas que relata el cuento: un video de las cámaras de seguridad del ascensor donde la chica aparece actuando de forma extraña, fotos del asesino serial Richard Ramírez, de la joven Elizabeth Short, mutilada y descuartizada en la década del 40, del actor Caleb Landry Jones, entre otras que ilustran el cuento.
La dinámica se repitió en los relatos posteriores donde la autora de Bajar es lo peor (1995); Cómo desaparecer completamente (2004); Los peligros de fumar en la cama (2009); Chicos que vuelven (2010), entre otros, representó con imágenes cada una de las lecturas que compartió en una noche donde el silencio del público fue sólo interrumpido por los aplausos y alguna risa ante los comentarios al margen de Enriquez, en los que a veces subrayó la aparición de alguna obsesión o un dato autobiográfico.
El segundo cuento transcurre en la ciudad de La Plata, lugar en el que la escritora vivió. Lo escribí en la época de Las cosas que perdimos en el fuego y es una especie de Lado B de otro cuento que está ahí, que se llama Los años intoxicados. Es un cuento que me gusta, pero que no me gustaba para el libro, introdujo.
Lo elegí para leerlo hoy un poco por populista, porque estamos en La Plata, pero sobre todo porque hay un crimen de una mujer que pasó acá, el de Liliana Talarico, y una amiga que está aquí esta noche vivía en el complejo de edificios donde vivía Liliana, contó la escritora y agregó: Ese fue un verano había cortes de luz y nosotras nos la pasábamos en la escalera (del edificio) y nos asustábamos ante cualquiera que subía pensando que era el asesino. Una cosa absolutamente patética. Era una adolescencia triste. No pongo el nombre de Liliana ni el de su asesino, ni lo que pasó, porque lo exageré un poco y la época está mezclada. En fin, ficción. Estoy harta que me pregunten ¿pasó esto?, ¿pasó lo otro?.
En Ese verano a oscuras, que mecha datos de la situación socioeconómica y política de fines de la década del 80 en Argentina, las imágenes elegidas para proyectar en la pantalla mostraron lugares icónicos de la capital bonaerense como la Plaza Moreno, distintas épocas de la Catedral, edificios y, también, de asesinos seriales como Ed Gein, John Wayne Gacy, Ted Bundy y, otra vez, Richard Ramírez de quien, agregó Enríquez, como verán me sigue obsesionando.
El tercer texto compartido, titulado Silueta, fue inspirado por la obra de Ana Mendieta, una artista feminista cubana de los 70 que, dijo, estaba casada con un imbécil y era famosa por muchas obras, pero sobre todo porque hacía unas siluetas, como las que se hacen en el suelo en las escenas del crimen.
Cuando escribí Las cosas que perdimos en el fuego pensaba mucho en el trabajo de Ana, recordó y luego agregó: Me pidieron un texto y la mezclé con algunas cosas personales.
Ella usaba su propia silueta para dibujarse, contó sobre la artista e interrumpió el relato para compartir que averiguó si a su muerte, tras la caída al vacío desde un piso 34, fue dibujado en el lugar donde cayó, pero no encontró información: Me llama mucho la atención que esta mujer, que admiro tanto, haya ensayado su muerte.
Ven que cuando hablo de obsesiones, hablo de mujeres que se caen, que se yo; uno no elije estas cosas, dijo, mientras el video mostraba distintas obras de Mendieta y del Siluetazo, una movilización de septiembre de 1983 donde artistas realizaron siluetas humanas que representaron a los detenidos desaparecidos días antes que asumiera la presidencia Raúl Alfonsín.
Estuvimos hablando durante esta noche de asesinos seriales y del que no hablamos es de quien sigo obsesionada, de Charles Manson, señaló antes de comenzar a leer el cuarto relato, titulado Influencia.
En esa línea, agregó: Mi obsesión con él tuvo una especie de cambio mental cuando vi Erase una vez en Hollywood de (Quentin) Tarantino porque él, además de cambiar el final, encuentra un video de la esposa de (Roman) Polanski, que Manson mató. Siempre la había visto como aquella mujer que pedía por favor que no la maten y cuando vi esa película, hay una escena donde ella va al cine en secreto y mira una película que ella protagoniza y está súper contenta, feliz.
La despedida fue con la lectura de dos fragmentos de Nuestra parte de noche que acompañó con la proyección de imágenes enviadas por la gente, dibujos de ciertos momentos de la novela, cosas que se imaginan.
Algunos dibujos son míos, algunos hacen mi cara, están locos, pero más los que se la tatúan porque el día de mañana saco un libro malo o un libro que nos les guste ¿y qué hacemos?, preguntó entre risas y completó: Me da un poco de vergüenza, pero es todo agradecimiento a ustedes.
Con información de Télam