(Por Marina Sepúlveda).- Desde poéticas distantes, las muestras "Trans humo" de Pablo La Padula y "Flow Flow" de Daniel Joglar se permiten fluir invitando a recorrer propuestas que avanzan desde la manifestación expresiva del humo en tanto huella de vida a la percepción del espacio como fraseo tenue de varillas y anillos suspendidos por hilos invisibles, en dos exposiciones individuales que hasta mediados de octubre podrán visitarse en el museo Macba de San Telmo.
Ambas exposiciones se articulan en el edificio del museo dedicado al arte geométrico: en la planta baja y primer piso con los 20 años de trayectoria de Pablo La Padula con "Trans humo" curada por el artista y ensayista Eduardo Stupía, y "Flow flow" de Daniel Joglar curada por La Padula en el primer y segundo subsuelo.
En "Trans humo", el artista y biólogo Pablo La Padula (Buenos Aires, 1966), expone piezas e instalaciones trabajadas con papel, vidrio y humo, en un recorrido que abarca 20 años de trabajo desde los inicios informales con el humo, como elemento primordial de un "indagar en buscar una poética a partir del fuego", como define en diálogo con Télam, que resulta en una gramática personal, acompañada de un autorretrato, herbarios y gabinetes, en definitiva, el humo trabajado "sobre lo biológico y lo natural, lo mineral".
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El material permite desarrollar un "alfabeto visual encontrado", una síntesis con la que construye "un gran políptico, una especie de poesía visual con pigmentos y símbolos y signos de humo".
Doctor en Ciencias naturales y matemáticas por la Universidad de Buenos Aires, durante sus estudios científicos asistió a talleres artísticos con Carlos Gorriarena y Ernesto Pesce, entre otros. La Padula afirma que su práctica científica y artística poseen abordajes diferentes, pero se cruzan, lo cual es "un problema importante" sobre el que dictamina: "no artistear el trabajo científico y no cientifizar el trabajo poético", porque "los dos son robustos", y "responden preguntas importantes y uno no reduce al otro", afirma.
"Lo que se ve en la sala es el rastro del fuego como un fenómeno físico químico originario del ser humano", como acto en la construcción de una "poética personal, subjetiva y caprichosa en el uso del fuego a través de su registro que es el humo, la huella que deja", expresa.
Entre los núcleos que componen la muestra están los comienzos del trabajo con el fuego para "registrar el mundo natural como una superficie de imprimación" como pueden ser los herbarios, el cuerpo, el registro del mundo natural: "Esto es arte paleolítico, lo primero que hacemos en la caverna hace 40.000 años es usar el fuego y el tizne del fuego para imprimir nuestra mano y nuestra cara en la pared de esa caverna. Esto es la misma operatoria encontrada no programáticamente hecha pero en el siglo XXI. Esto es lo que me interesa, esta coincidencia cósmica entre los tiempos que el arte permite", indica.
Otro núcleo registra ese "empezar a trabajar el arte del fuego por el arte del fuego, la poética propia del fuego". Y entre esas indagaciones del elemento por el elemento en sí mismo, se encuentran "trabajos muy informales, porque el humo es gaseoso, inasible, es muy sutil, y encuentro a lo largo de trabajar una geometría muy contemporánea, muy urbana", cuenta sobre esta coincidencia geométrica no buscada: "Si viviéramos 30.000 años atrás hubiera pintado en una cueva bisontes, mamuts. Esto es mi universo urbano -dice mientras señala un dibujo-, lo tengo inscripto, soy científico, entonces trabajo con la matematización y racionalización por más que me quiera escapar".
Sin embargo, contrapone esto último a una cualidad "mística en la obra de humo" de la que no reniega: "me pongo a favor ese misticismo y de esta cuestión mágica en el sentido más íntimo de una religiosidad que hoy día el mundo contemporáneo no abraza y que el arte sí, en ese lugar donde el arte se conecta con lo sagrado", afirma.
¿Por qué tomar el humo como elemento? "Soy biólogo, estudio los procesos de la vida. Al trabajar con humo encontré el elemento primordial físico químico que es la llama que enciende la vida, quemar para vivir. En el laboratorio trabajo en lo que es combustión celular", y explica: "La combustión a nivel celular es lo mismo que la combustión de la llama de una vela. La única diferencia son distintos niveles de organización, este es poético, el otro es celular microscópico. ¿Qué significa quemar para vivir?, para que los seres vivos obtengamos energía para las funciones vitales necesitamos quemar material orgánico, azúcar ¿cómo quema azúcar la célula?, en presencia de oxígeno. Ahí emite calor, que es la llama, y emite dióxido de carbono que es el carbono que está acá", explica señalando su obra.
"Me interesa no representar el mundo biológico, sino presentar fenómenos biológicos en clave poética", dice.
"Encontré en el uso del humo un elemento lo más cercano posible a la presentación de un fenómeno físico químico, y me quedé con eso. No me interesa ilustrar una montaña, una célula. Acá está el proceso perfecto en clave poética. Arte arte, ciencia ciencia. Son distintos abordajes, distintas preguntas, pero bajo el mismo fenómeno que es la combustión", sostiene.
Pero como curador de la muestra de Joglar, parte del desafío requirió "una inmersión" en su trabajo, asistir al taller, conversar y "acompañarlo en sus ideas y encontrar una articulación", y en esa observación relacionada al edificio del museo para un trabajo "profundamente instalativo, delicado el gran desafío era cómo esa obra tan sutil, tan inasible, iba a trabajar en el concreto del brutalismo bellísimo, pero terrible del museo, y que el concreto no aplastara esa poética tremendamente sutil".
La obra de Joglar agarra las paredes y forma el esqueleto, como un "exoesqueleto" potenciando lo que denomina La Padula "animal artístico", "donde el Museo vertebra" y otorga "finalmente una estructura a esas instalaciones profundamente aéreas".
"Empezamos con Pangea abajo, que es la base en la cual se sostiene el mundo, la literatura y la poética -con resmas de papel-, lo basáltico, y en el segundo piso, lo aéreo con ´Flow Flow´ que va desde Pangea hasta arriba", y se articula "con el elemento ígneo que es el fuego" de su obra, "quedando el museo vertebrado en los cuatro elementos aristotélicos, explica La Padula.
Pequeñas ruedas de alfileres, aros de bordado, esferas, varillas de metal y madera, tanzas, papel o una jarra son algunos de los elementos de los que vale Joglar para exponer su búsqueda de la levedad e ingravidez, lo que fluye, con ese toque de objetos cotidianos como las cortinas, en una muestra que tiene como punto de partida la instalación "Flow flow" (2017), suspendida entre el primer y el segundo subsuelo del museo, que da título a la muestra.
El espacio y la percepción completan las obras dispuestas entre ambos niveles con móviles como "Serendipia", "Espera su propio sonido" o "Vida lenta" cuyo significado remite a "frenar un poco esa aceleración del mundo cotidiano" -según detalla el artista-, u obras como "Formatos de referencia" sobre los distintos cortes papel, todas permeadas por una luz tenue.
Pero, en ese descenso hacia la tierra con "After Pangea" la instalación de sitio específico que dispone 260 resmas de papel guillotinadas que solo está apoyado en el piso, ligeramente desplazado, tal "como quedaría si se lo ventilara para separar las hojas antes de ponerlas en una fotocopiadora", explica Joglar aludiendo al ámbito de una oficina, como "un dibujo en el espacio".
"El primer subsuelo es todo lo que está como flotando, en el aire y suspendido desde el techo dando esa idea de verdadera ingravidez", lo que implica "dejar fluir, flotar, a ver que fluye", en cambio, en el otro subsuelo "quise generar el juego contrario, es la tierra, el piso, la gravedad, lo que se apoya en el piso", pero como "una gravedad muy leve", describe Joglar.
Nacido en Mar del Plata en 1966 y formado en la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro, entre sus intereses están las composiciones de "algo leve, ingrávido, algo que lleva a un estado casi como de contemplación, de quietud (donde) el movimiento es sugerido, hay una idea de cinetismo en las piezas", dice. Precisamente, "la muestra se llama ´Flow flow´ (fluir fluir) porque refiere a un estado propio que tengo para trabajar al momento de la creación, que es como dejar fluir las cosas, los materiales, las formas y demás", y que tiene como clave el uso de un elemento del mundo cotidiano, ordinario como alfileres o la cortina de una casa.
El proyecto de la exposición comenzó en el 2018, después vino la pandemia, y luego la propuesta de La Padula como curador, porque consideraban que su obra está relacionada con la ciencia. Una relación tal vez forzada que puede tener sustento por su formación como técnico químico en la secundaria y estudios posteriores de bioquímica abandonados, hasta que llego al arte, "así que seguramente algo de ese estudio previo puede aparecer en mi trabajo", específica y agrega que "la materia sobre todo", y también la inspiración de los gráficos científicos, "todo ese mundo tan abstracto para representar el mundo concreto y real".
También lo lúdico está presente, no solo en títulos como "Donaldmejudme" basado en el nombre del artista americano Donald Judd, sino en la propuesta de sus obras: "siempre está muy presente en mi trabajo porque es un juego con los colores, las formas, con los elementos primarios del lenguaje plástico", explica sobre esta cualidad del juego, al tiempo que sostiene sobre su práctica que no busca narrar sino que es algo que surge después "a partir de los elementos del lenguaje plástico, en la composición", o que lo adquieren al ser instalada en un museo.
"Trans humo" y "Flow Flow" podrán visitarse hasta el 15 de octubre en el museo de la Fundación Aldo Rubino de Avenida San Juan 328 (CABA), de lunes a viernes, sábado, domingo y feriados, de 12 a 19, con entrada general de 1.000 pesos.
Con información de Télam