Desde tiempos históricos, la siesta fue siempre un hábito vinculado a diversas culturas alrededor del mundo. Sin embargo, su percepción varía ampliamente, desde ser considerada una práctica de holgazanes hasta ser valorada como un recurso para mejorar la productividad y la salud.
En 1995, un estudio conjunto de la NASA y la Junta de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos demostró los beneficios de una siesta corta de solo 26 minutos. Este hallazgo impulsó el interés en la "siesta de la NASA", que desde entonces ha sido objeto de análisis y recomendaciones por parte de numerosos medios de comunicación.
Sin embargo, a pesar de su respaldo científico, la siesta sigue enfrentando prejuicios arraigados en diversas culturas.
¿Qué representa la siesta en los países europeos?
En Europa, especialmente en los países del norte, la siesta es vista como una actividad propia de personas holgazanas, en contraste con la percepción de los españoles y latinoamericanos, para quienes la siesta es parte de su estilo de vida. Este estigma cultural ha persistido a lo largo de los años, a pesar de los avances científicos que respaldan los beneficios de una siesta breve.
El año pasado, un estudio de la Universidad de Murcia, en España, respaldado por la Universidad de Harvard, reavivó el debate sobre los beneficios de la siesta corta. Según esta investigación, las siestas breves de menos de 30 minutos están asociadas con un menor riesgo de obesidad y problemas metabólicos, mientras que las siestas más largas pueden aumentar el índice de masa corporal (IMC) y la predisposición al síndrome metabólico.
El riesgo de caer en un sueño profundo haciendo siesta por más de 20 minutos
Es importante destacar que la duración y el contexto de la siesta pueden influir en sus efectos sobre la salud. Un estudio del Consejo de Investigación del Sueño del Reino Unido advirtió sobre el riesgo de caer en un sueño profundo si la siesta supera los 20 minutos. Por otro lado, se ha popularizado el término "coffee nap", que sugiere tomar una taza de café antes de una siesta corta para potenciar sus efectos energizantes.
La siesta, además, puede ser una expresión de la genética. Estudios previos han identificado una predisposición genética a la siesta, lo que sugiere que algunas personas pueden beneficiarse más de esta práctica que otras. Sin embargo, se necesita más investigación para comprender completamente el impacto de la siesta en la salud y el bienestar.
La siesta es un tema complejo que va más allá de los estereotipos culturales. A medida que la ciencia continúa explorando sus efectos, es importante considerar tanto la evidencia científica como las experiencias individuales al evaluar su papel en nuestras vidas diarias.