A Juan Gabriel lo fusilaron por pobre

Bajo un sol que lastimaba, cerca de quinientas personas se reunieron en la esquina de Cruz y Escalada, en el Barrio de Lugano, para exigir justicia por el asesinato de Juan Gabriel González a manos de la policía de la Ciudad en Navidad. Aunque se buscó instalar versiones contradictorias sobre el hecho, los videos tomados por los vecinos permiten una reconstrucción paso a paso de cómo le dispararon a quemarropa.

27 de diciembre, 2025 | 14.07

“Yo quería acercarme a él porque lo veía que estaba todo ensangrentado, lo vi cómo cayó porque estaba atrás, se me vino encima pero ya no me dejaron, me mantuvieron separada, sus últimos minutos”, relata Nelly. Está sentada en medio de familiares y vecinxs que lagrimean con ella, que destilan bronca con ella en cada lágrima, que quieren decir quién era Juan Gabriel González, el pintor de brocha gorda que daba trabajo a los pibes descascarando paredes, poniendo enduido, lavando la cara de las casas de Lugano. “Vi perfectamente cómo le salía la sangre del costado, como a borbotones, él se agarraba el costado hasta que no se lo pudo agarrar más” porque perdió el sentido.

Cinco minutos habían pasado entre ese final rodeado de policías y la intervención de Nelly, la compañera de 25 años de vida de Juan Gabriel, con los brazos levantados para que dejen de pegarle entre cuatro uniformados con las macanas y golpes de puño. Cinco minutos, dice Nelly, en los que vio de lejos la solidaridad de una vecina enfermera que sostuvo el agujero de la bala para que no se escape la vida como se escapó delante de la cana, de los vecinos, de las decenas de celulares que actuaron de testigos y que serán el dedo acusador de esta ejecución sumaria, sin razones, el día de Navidad de 2025 en la Villa 20 de Lugano.

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Nelly tiene la pierna vendada. En el hospital le dijeron que tenía heridas de bala, lisa y llanamente, esas que no disparan las “herramientas anti-disturbios” que la información oficial de la Policía de la Ciudad dice que se utilizaron la tarde del jueves pasado. Fueron balas disparadas por un arma letal.

De su marido dijeron que había muerto por una herida cortopunzante, una versión de patas cortas que desmiente el hermano de Juan Gabriel en la concentración que se organizó el pasado viernes, cuando la Navidad se despabiló y la gravedad de este virtual fusilamiento pasó de las redes a los medios de comunicación. “Es ridículo lo que quisieron instalar, está todo filmado, esa es la herramienta que tenemos ahora. Y por lo demás, acá somos la mayoría vecinos, todos saben que el gordo era un buen trabajador, un buen padre, deportista, ¡era el arquero del equipo del barrio!”, contó. Cerca, dos chicos jóvenes se abrazan y se desarman en lágrimas, tal vez sean Dante y Ángel, los hijos de Juan Gabriel, a quienes se protegió de las cámaras.

Hay unas 500 personas reunidas a pesar de las veinte cuadras a la redonda de accesos cortados por la Policía de la Ciudad. Muchas caminaron esos dos kilómetros bajo el sol rajante de la siesta, en este verano que hierve más allá de la temperatura porque lejos de Lugano, en el Congreso, también hay gente reunida viendo como en el Senado se consagra el escarnio de un presupuesto que desfinancia los derechos del pueblo como la educación, la salud, la ciencia, y más, a la vez que aumenta los recursos para el aparato represivo y de vigilancia. El operativo de asilamiento de la bronca popular no impide que se exprese, que se grite contra la impunidad policial, que se identifique claramente que es el hostigamiento permanente, la deshumanización de quienes viven en barrios como la villa 20, lo que ampara que un policía pueda bajarse de una camioneta y sin preguntar ni dar una voz de alto dispare a quemarropa contra un hombre descalzo y sólo vestido con un short que ya tenía la cabeza totalmente golpeada y sangrando.

El colectivo Mapa de la Policía reconstruyó los hechos que terminaron con la vida de Juan Gabriel González con la velocidad que ameritaba el hecho: un hombre pobre había sido fusilado en un barrio porteño mientras pasaba el feriado de Navidad con amigos, amigas, vecinxs y su familia. Sin razones, sin protocolos que habilitaran un disparo, sin ninguna situación de peligro. Asesinado como si sobrara en este mundo, como si su vida fuera descartable. Eso es lo que desde el poder se quiere hacer creer, la misma lógica con que se levanta como basura a la gente que está en situación de calle. La misma lógica con que tuitea uno de los voceros de la batalla cultural del gobierno de Javier Milei, el Gordo Dan. “Kjjjj los kukitas están pidiendo 'justicia' para un gordo borracho que atacó a la policía con un cuchillo. Ya se hizo justicia, bro”, lanzó en redes sociales.

En los muchos videos que tomaron los y las testigos, se ve la secuencia, se identifica el rostro y las acciones paso a paso de quien dispara, incluso se puede ver cómo la misma persona que efectuó el disparo de escopeta (una 12/70, dicen extraoficialmente desde el Mapa), se acerca al González y lo mueve.

También se ven los momentos previos, cuando le pegan cachiporrazos y golpes de puño, se ve a su vecino Néstor Chávez y a Nelly con las manos en alto para frenar la golpiza y el conflicto. Sobre ellos, una mujer policía vuelve a pegar sobre la cabeza de González. La unidad que actuó depende de la Comisaría 8ª de Lugano, se trata de la Unidad “Táctica de Pacificación Nro. 4”, aunque no se ve que hayan hecho ni un solo movimiento pacificador. Queda saber el nombre de quien disparó, aunque su rostro es perfectamente visible igual que la chapa patente de la camioneta policial de la que descendió, gracias al trabajo colaborativo de control social y autodefensa de los abusos policiales que es el Mapa de la Policía.

En la esquina de Cruz y Escalada, a metros de un supermercado Jumbo gigante y vacío, las cabezas de las vecinas se tiñen de los colores de las toallas mojadas que se ponen en la cabeza para salvarse de la insolación. Está la tía de Kiki Lezcano, un pibe de 16 año que en 2009, junto con Ezequiel Blanco, también fueron asesinados por la policía. Sus cuerpos estuvieron desaparecidos durante dos meses. Ningún agente fue condenado por este hecho.

También había familiares de Ezequiel Demonti, el pibe que fue obligado por la Policía de la Ciudad a tirarse al Riachuelo y murió ahogado sin llegar a la otra orilla. La piel del sur de la Ciudad tiene las marcas del gatillo fácil, de la violencia institucional. Victoria Montenegro lo sabe: vivió en Lugano, fue desde ese barrio que recuperó su identidad como hija de desaparecidos. También lo saben Andre D’Atri o Vanina Biasi, otras dos dirigentes que ayer estuvieron entre la gente; igual que Pitu Salvatierra, el primero en difundir los videos que los vecinos pasaron como prueba de la violencia institucional. Pero nadie ocupó el lugar de la familia y de los vecinos y vecinas en el reclamo de Justicia.

Las banderas de Correpi -Coordinadora contra la represión policial e institucional- son de las pocas que flamearon. También hay otra que reza “Somos más pueblo que yuta” y cientos de carteles que piden justicia por Juan Gabriel, ese buen tipo por el que todos reclaman no sólo Justicia, sino que se deje de manchar su memoria. Porque convertirlo en delincuente, darle a la policía razones para toda esa comparsa violenta y a contramano que se ve en los videos y termina en muerte, es la estrategia de este tiempo en que se pretende que unas vidas valgan más que otras. Una estrategia del Gobierno nacional de la que también se jacta el Gobierno de la Ciudad con su plan de higienización de algunos barrios -donde ahora hay policía turística, por ejemplo-  y violencia en otros.

Enfrentados o no por internas, Javier Milei y Jorge Macri comparten la misma estrategia filo-fascista de descarte de algunas vidas; sobre todo de las pobres, racializadas, migrantes, LGBTIQ+, de las putas y de las malas víctimas. Contra eso es necesario resistir con uñas y dientes, bajo el sol en una esquina aislada de Lugano o en cualquier esquina, sacando el celular y filmando si se puede, recordando con más fuerza que este país fundó su democracia contra el Nunca Más a las violaciones a los Derechos Humanos.

Ese es nuestro desafío para el año que está por empezar, por cada uno y cada quienes consideramos nuestrxs -por queridos, por cercanos- y por todes.