Ariel Lijo es el peor juez de Comodoro Py, es decir, de la Justicia Federal porteña, que es la que investiga los casos de corrupción y criminalidad económica de las empresas contratistas del Estado, y que es probablemente el fuero judicial más ineficaz del país. En otras palabras, Lijo es el peor entre los peores. Las propias estadísticas oficiales de Comodoro Py revelan que es el juez de ese fuero que menos causas resuelve, y que más causas de corrupción demoradas tuvo en 20 años. Esto no tiene que ver con que sea ineficiente, sino que es un juez que habría hecho de la parálisis de causas sensibles una profesión, y que fue denunciado por beneficiarse personalmente a cambio de ese “servicio de impunidad”. Es decir, un juez que ha sido acusado de vender fallos y protección.
Pero el problema no es solo Lijo, sino la maquinaria judicial que Lijo representa. El funcionamiento de Comodoro Py es un tumor para la democracia argentina, porque no podemos tener una democracia de calidad con una justicia diseñada para garantizar impunidad al poder político de turno y al poder económico de siempre. Esto implica que las decisiones estatales no dependan de lo que la ciudadanía vote, sino de intereses particulares de ciertos sectores. Con la designación de Lijo, ese tumor que es Comodoro Py haría metástasis, porque llegaría a la cabeza del Poder Judicial y, de ese modo contaminaría definitivamente al resto.
Lo que está en juego no es solo la impunidad de tal o cual dirigente, sino algo mucho más grave: la designación de Lijo es terreno fértil para el avance de la criminalidad organizada en nuestro país. Porque Lijo representa una Justicia que se vende al mejor postor. Y el mejor postor, tarde o temprano, es el crimen organizado. Esto no es algo que solo pase en Colombia o en México. El crimen organizado es la principal amenaza a la democracia en toda Latinoamérica. Basta ver lo que pasa en Rosario. Si avalamos tener una Corte Suprema presuntamente “comprable”, estamos avalando un enquistamiento definitivo del crimen organizado sobre la justicia. Un punto de no retorno, que puede llevar a nuestro país a niveles de violencia que hoy parecen lejanos, pero que en Rosario hace 15 años también parecían imposibles y hoy tenemos naturalizados.
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La nueva excusa para votar a Lijo es que viene a ponerle fin a la persecución político-judicial o al “lawfare”. Sería interesante preguntarle a Boudou si Lijo no puede, ante la primera presión, pasar de ser un protector a ser un paladín de esa persecución. O a quienes señalaban a Lorenzetti como el autor intelectual de la famosa “Doctrina Irurzun” de prisión preventiva automática para funcionarios kirchneristas. Lorenzetti es el padrino político de Lijo y quien lo lleva de la mano hacia la Corte.
La memoria política de corto plazo puede ser entendible y necesaria para los armados electorales, pero cuando se aplica al armado de una Corte Suprema, a la larga es un tiro en el pie. Es pan para hoy y hambre para mañana, porque la única ideología de Lijo es el beneficio personal. Es muchísimo peor que un juez militante: es un juez acusado de ser comprable para cualquier cosa que se le pida. A los mismos a los que hoy les estaría prometiendo impunidad a cambio del voto, probablemente mañana los entregará cuando llegue una mejor oferta. Tendrá 20 años para hacerlo. Una vez más, un sector de la dirigencia intenta aliarse con un sector de “los malos” de Comodoro Py, para intentar neutralizar a “los más malos”. El mismo error de siempre.
No estamos hablando de uno o dos votos en la Corte. Si Lijo es designado, junto a Lorenzetti van a manejar la presidencia de la Corte y, en consecuencia, del Consejo de la Magistratura. Esos dos cargos implican el manejo de la caja, de los recursos y de los cargos (no de magistrados, sino de los secretarios y empleados, que son los que se usan para pagar favores). Es decir, Lijo no solo va a intervenir en las causas que lleguen a la Corte, sino que también va a poder influir sobre todos los jueces federales del país.
Eso es lo que está en juego. No es una negociación más, ni una ficha menor en un ajedrez más amplio. La movida de Lijo a la Corte es una jugada de jaque mate, y las derrotadas son la República y la Democracia, incluidos aquellos dirigentes que hoy, por alguna ventaja coyuntural, creen estar haciendo una jugada maestra. Su poder pasará y, en ese momento, habrá un mejor postor dispuesto a pagar por su cabeza, y un Lijo en la Corte dispuesto a escuchar esa oferta.