¿Quién es la patria?

26 de diciembre, 2020 | 19.54

“Nadie es la patria pero todos lo somos”

El retiro de esa frase del frontispicio del Centro Cultural Kirchner provocó una santa indignación borgiana y patriótica en los principales medios de comunicación. Mayormente el revuelo estuvo más vinculado a la figura de Borges y su mala relación con el peronismo. Se denuncia un “ataque  kirchnerista” a quien es reconocido  como el escritor más importante de la historia argentina, una expresión más de la “intolerancia política”. 

Como el tero, la derecha intolerante canta en un lugar y pone los huevos en otro. Si fuera el caso de reducir la cuestión a una reforma estética, tal como lo ha informado la dirección de ese centro, aun así es la ocasión para asumir una discusión política; no sobre el episodio sino sobre la frase misma. Nadie es la patria, ni el ocasional gobierno, ni los dueños de la tierra, ni los oligopolios mediáticos; y mucho menos la potencia extranjera cuyo actual embajador dijo haber sido enviado al país para reconstruir su sistema judicial. Claro que en la poética de Borges, podría atribuirse el texto –y tantos otros por él escritos- a una advertencia “antitotalitaria”, es decir contra la confusión del todo partidario con el gobierno ocasional (no sabemos qué hubiera dicho Jorge Luis de la adopción del color amarillo como el símbolo de la ciudad de Buenos Aires, lo que no se proclamó en ninguna disposición legal sino que se lo impuso de hecho, sin discusión alguna). Nadie es la patria, hasta ahí podría servir para la clásica adjudicación de voluntad autoritaria al peronismo y, en general, a las fuerzas de identificación nacional-popular. Como una invocación liberal-democrática, plenamente en sintonía con nuestra vigente constitución y, sobre todo, con las reglas de juego de la democracia después de su última recuperación en 1983.  El problema, lo que acaso haya hecho que se redujera a la anécdota la frase, es que abrir una discusión sobre democracia y autoritarismo en estos tiempos no fortalecería mucho la argumentación política de Clarín y los suyos. Peor aún, llevaría inevitablemente a discutir cómo se coloca cada una de las fuerzas en relación a la patria. 

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Hay un sector social ampliamente sobrerrepresentado políticamente  entre nosotros que suele colocar la parte en el lugar del todo. El “campo”, las fuerzas armadas, la iglesia católica han sido en diferentes momentos de nuestra historia colocados en el lugar retórico de equivalentes a “la patria”. Esa historia de cooptación de lo patrio por los sectores más poderosos del país se superpone de manera dramática con otra historia: la de los golpes de estado, las persecuciones, las proscripciones y –en el más oscuro de los casos- el terror y la muerte. ¿No es la frase sacada del frontispicio una clara advertencia contra esas apropiaciones indebidas y sus trágicas consecuencias? ¿No es una tácita condena a la persecución familiar contra Mónica Etchevehere perpetrada por la clase dominante en alianza obvia con el patriarcado? Las preguntas pueden seguir: si todos somos la patria, ¿puede aceptarse que haya millones de hombres y mujeres carezcan de techo en un país con un inmenso territorio vacío? ¿Los hermanos de las comunidades originarias no son la patria? ¿Los desocupados, los discriminados, los perseguidos, las mujeres, no lo son tampoco? ¿Ni siquiera los maestros, que se obstinan en llevar a las aulas el espíritu de la frase de Borges?

El problema no se agota en la cuestión de cómo los poderosos se apoderan de los significados de la palabra patria. Otra cuestión es cómo asumimos los que participamos del amplio y mayoritario espacio nacional-popular-democrático nuestro carácter de “parte de un todo”. En el lenguaje de esta amplia corriente política ocupa un lugar central el de la “representación de las mayorías populares”. Sin embargo, es evidente que las mayorías, tal como lo muestran las elecciones, es cambiante. La “mayoría popular” no es un dato estadístico, es una referencia ideológica, la apelación a un sujeto social potencialmente receptor y protagonista de ese mensaje. Tranquilamente se puede decir entonces que las mayorías populares son imaginarias. Efectivamente, tan imaginarias como el mercado, la democracia, las libertades, tal como lo ha demostrado toda nuestra historia política. Pero imaginaciones no equivale a falsedades: con ese criterio toda la retórica política sería, como decía Gramsci, un “mercado de trampas”. Solamente quien ignore el carácter retórico de la política puede pensar en eliminar de su lenguaje todos los términos que invocan realidades que no pueden tocarse ni medirse, lo que equivaldría al tan conocido “final de la política”. 

Estos temas tienen, en nuestros días, una complejidad particular. Los máximos tribunales de justicia participan, en estos días, de una cadena de iniquidades, claramente orientadas a la persecución política: lo es la ratificación de la condena a Julio de Vido por la tragedia de Once, vulnerando el peritaje que confirmara la responsabilidad del conductor en los hechos. Lo fue también el fallo de la corte suprema que ratifica la condena del ex vicepresidente Boudou; una condena que tuvo como sustento único la declaración de un individuo que reconoce haber recibido dinero del gobierno de Macri a cambio de su declaración acusatoria. Para que realmente “todos” seamos la democracia tiene que haber cambios urgentes y profundos en la administración de justicia. Entre otras cosas porque la administración de Macri violentó de múltiples modos los principios del gobierno democrático. Lo hizo endeudando y favoreciendo la fuga de capitales. Espiando rivales y también dirigentes del propio espacio. Entregando tierras para el enriquecimiento de su propio clan. Y sobre todo operando sobre el poder judicial,  y junto a él para consumar el más grande proceso de persecución contra adversarios políticos que registra la democracia argentina. 

“Nadie es la patria pero todos lo somos” es una poderosa imagen poética compuesta por Borges en el cincuentenario del Congreso de Tucumán. Ya no está en el frontispicio de un edificio público en el que hace muy poco tiempo se le hizo un importante homenaje a su autor, con motivo del “día del lector”. Ojalá podamos abrir un debate franco sobre su vigencia en la Argentina de hoy.