Imposible mirar para otro lado: giros diplomáticos y nuevas protestas en apoyo a Palestina

Ante la indignación global por el caso Palestina, se empiezan a ver cambios en la estrategia diplomática de todos los países del mundo, incluso en los que históricamente apoyaron de manera irrestricta a Israel.

06 de junio, 2025 | 15.20

El genocidio en Gaza ha desatado nuevos y enérgicos repudios en todo el mundo. A medida que las bombas continúan cayendo sobre civiles, mujeres y niños, y el bloqueo israelí a la ayuda humanitaria devela el crimen de Lesa Humanidad, la legitimidad internacional del gobierno de Netanyahu está por el piso. El apoyo irrestricto que Tel Aviv recibía de las potencias occidentales comienza a resquebrajarse tanto desde arriba, a través de decisiones gubernamentales, como desde abajo, con manifestaciones populares masivas. Las protestas en todo el mundo no sólo denuncian la masacre, sino que también interpelan el silencio cómplice de los Estados y el papel de las grandes corporaciones tecnológicas en la censura de las voces palestinas.

De la complicidad al hartazgo diplomático

España ha sido el país que con mayor contundencia ha marcado un punto de inflexión. En la reciente cumbre del Grupo Madrid+, el gobierno de Pedro Sánchez promovió una coalición internacional para imponer sanciones a Israel y romper el bloqueo sobre Gaza. El canciller José Manuel Albares propuso la suspensión inmediata del acuerdo de asociación UE-Israel y un embargo total de armas. Además, planteó que la ayuda humanitaria no puede depender del arbitrio israelí y que Naciones Unidas debe asumir el control de su distribución. La idea de reconocer colectivamente al Estado palestino en la ONU también fue central en la agenda de Madrid.

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La iniciativa española fue acompañada por una veintena de países y organizaciones, incluidos Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Turquía, Marruecos, Brasil y la Liga Árabe. Aunque no hubo un comunicado conjunto, el evento visibilizó una tendencia clara: la impaciencia internacional ante la masacre en Gaza y el rechazo al modelo colonial israelí. Como expresó el primer ministro palestino, Mohamed Mustafá, "si Europa y Estados Unidos adoptan sanciones serias, Israel escuchará".

Reino Unido, por su parte, suspendió las negociaciones de un acuerdo de libre comercio con Israel, sancionó a colonos en Cisjordania y convocó a la embajadora israelí por las atrocidades cometidas. La reacción israelí, que acusó a Londres de "obsesión anti israelí", no logró ocultar el aislamiento creciente del gobierno de Netanyahu.

Incluso en Alemania, bastión histórico del apoyo a Israel en la Unión Europea, comienzan a alzarse voces críticas. El canciller Friedrich Merz reconoció que "las acciones de Israel en Gaza ya no pueden justificarse como lucha contra el terrorismo", mientras que varios parlamentarios piden el fin de la exportación de armas. El dilema moral se vuelve cada vez más insostenible.

Por otro lado, Ursula von der Leyen, condenó enérgicamente el ataque israelí a una escuela en Gaza que servía de refugio a familias palestinas desplazadas.  La presidenta de la Comisión Europea calificó el bombardeo como "abominable", destacando la muerte de civiles, incluyendo niños, como consecuencia de la expansión de las operaciones militares israelíes dirigidas a infraestructura civil.  Von der Leyen exigió a Israel el cese inmediato de la escalada y el restablecimiento de la ayuda humanitaria.

La condena de Von der Leyen refleja el cambio de posicionamiento internacional por la situación en Gaza y la necesidad urgente de una desescalada del conflicto.

En este escenario de descrédito internacional, incluso la administración de Donald Trump busca contener el desgaste. El gobierno estadounidense, a través del enviado Steve Witkoff, presentó una propuesta de alto al fuego de 70 días, aceptada por Hamas. El plan prevé retirada de tropas, intercambio de prisioneros y apertura de fronteras bajo supervisión internacional. A pesar del visto bueno palestino, Israel aún no ha dado una respuesta definitiva, mientras Netanyahu mantiene negociaciones confidenciales y continúa con la ofensiva militar.

La mediación de Trump, con respaldo directo desde la Casa Blanca, expone la contradicción entre el discurso pro israelí del mandatario y la presión geopolítica que impone la necesidad de una tregua. El riesgo de una desestabilización regional mayor y la pérdida de capital político global fuerzan al gobierno estadounidense a mostrar una imagen de gestor de paz.

Movilizaciones desde abajo: la rebelión de los pueblos

La presión no solo viene de los gobiernos. En las calles de Madrid, 80.000 personas se manifestaron bajo el lema "Muévete por Palestina", reclamando el fin del comercio de armas con Israel y el cese de relaciones diplomáticas. En La Haya, más de 100.000 activistas exigieron al gobierno neerlandés que termine su apoyo militar a Tel Aviv. En Cataluña, 25 municipios se sumaron con acampes universitarios y boicots institucionales. En Yemen, Siria, Londres y Nueva York, las marchas coincidieron con el 77° aniversario de la Nakba, recordando la limpieza étnica iniciada en 1948.

Particularmente simbólica fue la protesta en la Universidad de Columbia, donde estudiantes ocuparon la biblioteca Butler bajo la consigna "Universidad Popular Basil-Al-Araj". La represión policial y las sanciones del gobierno estadounidense, incluida la suspensión de fondos federales y la cancelación de visas, no frenaron el espíritu de lucha. Las universidades emergen como epicentro de la resistencia juvenil y académica contra el genocidio.

El poder de las redes sociales para amplificar la causa palestina ha sido respondido con una feroz censura digital. Plataformas como Meta, TikTok y X han eliminado sistemáticamente contenido pro-palestino, suspendiendo cuentas como Quds News Network o Eye on Palestine. Informes de Human Rights Watch y 7amleh denuncian que estas prácticas afectan la libertad de expresión y ponen en riesgo la vida de activistas y periodistas.

La implicación de exfuncionarios israelíes en cargos directivos de empresas como Meta pone en evidencia la connivencia entre gobiernos y corporaciones para silenciar las denuncias. La censura no es solo técnica, sino política, y responde a un intento de controlar el relato sobre lo que ocurre en Gaza. El arte urbano, los símbolos como la sandía o la llave del retorno, y las performances colectivas se han convertido en expresiones de una narrativa que resiste a ser borrada.

Un mundo que dice basta

El mundo no solo vive un repudio a la ofensiva israelí, sino una interpelación profunda al orden internacional. Las protestas y posicionamientos institucionales muestran que, a pesar de los bloqueos, los pueblos y parte de la comunidad internacional comienzan a trazar una línea divisoria: de un lado, quienes defienden la vida, el derecho internacional y la autodeterminación; del otro, quienes justifican crímenes de guerra en nombre de una falsa seguridad.

El Estado de Israel, fundado sobre una promesa de reparación, ha devenido en agente de exterminio. La memoria del Holocausto no puede ser usada para justificar otro genocidio. Y mientras Netanyahu bombardea hospitales, mata bebés y bloquea alimentos, el prestigio de su gobierno se hunde. La desobediencia civil, la diplomacia insumisa y la movilización global son hoy las formas más concretas de solidaridad con Palestina.

El mundo está hablando. El grito por Palestina resuena cada vez con más fuerza.