Esta semana se conoció el dato de inflación de mayo, que promedió un 5,1% mensual y con una suba interanual del 60,7%. En principio, el guarismo marca una desaceleración con respecto a los meses anteriores y plantea desafíos en torno a lograr sostener esa tendencia en lo que resta del año.
Al respecto, no puede soslayarse que entre los motivos que explican el alza de precios se encuentra la incidencia del escenario internacional inflacionario. Dicho impacto se observa en países que atraviesan récords históricos, como es el caso de Alemania con 7,9% de suba interanual, la mayor desde 1963, así como España que afronta una suba de 8,7% en los últimos doce meses y el propio Estados Unidos que registra un acumulado interanual de 8,6%, la mayor suba en los últimos 40 años.
En relación, tal impacto se detecta en un rubro clave para la determinación del índice de precios: los alimentos, donde el incremento de los precios internacionales continúa teniendo impacto. Si se toman como referencia los datos publicados por FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación), los valores resultan significativos: 12% de aumento desde el inicio del conflicto bélico. Si a partir de este valor se quisiera aproximar a la presión inflacionaria local, y considerando que el tipo de cambio oficial se movió en marzo/mayo aproximadamente 11%, el valor del shock externo alcanzaría 24% (la evolución de precios de alimentos en promedio alcanzó 18,5%).
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Entonces, ¿cómo viene siendo ese impacto a nivel doméstico? Si bien Alimentos y Bebidas tuvo en mayo un incremento del 4,4%, por debajo del promedio de precios del mes y también de los meses precedentes (abril 5,9%, marzo 7,2%, febrero 7,5% y enero 4,9%) cabe señalar que el rubro aún se mantiene en niveles preocupantes y particularmente influenciado por panificados y productos derivados de trigo.
En ese sentido, si se considera la influencia de los principales cultivos (trigo, maíz, soja y girasol) sobre la evolución de precios, se percibe que en mayo los productos con insumos derivados de cultivos intervinieron con un promedio de aumento de 5,5%, mientras que el resto de los productos incrementó sus precios en 3,6%. Si se toman los primeros veinte alimentos del listado de INDEC, se observa que al menos 12 están vinculados con los commodities.
Situación similar se detecta en abril, donde los alimentos con insumos derivados de cultivos intervinieron con un promedio de aumento del 8,6%, mientras que el resto incrementó sus precios en 3%, y el mismo panorama ocurrió en marzo, cuando el porcentaje de suba promedio para los primeros fue del 8,4%, al tiempo que el resto de los productos lo hizo en 2,4%. En ambos meses entre los primeros veinte alimentos, se observa que al menos 13 están vinculados con commodities.
Además de panificados, se agrega la suba en los lácteos (6,4%), carnes y derivados (6,1%) y aceites (5,4%). En cuanto a la carne vacuna, según datos del último informe del Observatorio de Precios del CEPA, en el nivel el actual de precios tienen un rol central tres elementos: el precio internacional del maíz, el uso del ternero como reserva de valor y un escenario internacional que exhibe elevados niveles de precios junto con la demanda creciente de exportaciones, con efecto “contagio” sobre las categorías no exportables.
Vale mencionar también que si se comparan las variaciones del valor de la tonelada de cereales desde enero de este año y hasta mayo de 2022 se observa que: en el caso de la soja el precio por tonelada pasó de USD 602 a 648 USD (+8%), el maíz pasó de USD 272 a 314 USD (+15%) y el trigo de USD 304 a 465 USD (+53%). Estos precios generan tensiones al alza en los precios locales, e incluso desabastecimiento, en los productos vinculados a los commodities. Un ejemplo de ello es el precio de la bolsa de harina de trigo común que en mayo aumentó un 10% mensual, con una suba interanual del 92%.
Dado que la guerra en Europa del Este continúa, desacoplar precios no es un aspecto menor en el objetivo de lograr desacelerar el ritmo inflacionario en el segundo semestre del año. Es oportuno seguir de cerca la política de la Secretaría de Comercio a cargo hoy del Ministerio de Economía y la implementación del fideicomiso del trigo, para contener el precio del pan y los derivados.
Se trata de una buena herramienta que ha logrado amortiguar el impacto externo, pero que encuentra no pocas resistencias en su implementación, y dadas las condiciones mencionadas anteriormente sería oportuno analizar si es suficiente para desvincular los precios locales de los internacionales, en un escenario de creciente especulación cuyo objetivo se orienta a mantener niveles máximos de rentabilidad por parte de sectores favorecidos por una renta extraordinaria que no es resultado de una mayor inversión, producción y empleo, y deriva exclusivamente del conflicto bélico.