La inflación le pega a los que menos tienen

05 de noviembre, 2014 | 19.10

Mucho se ha hablado de la inflación en Argentina. Primero sobre cuanto era. Durante varios años no pudimos salir del fango de contrastar la realidad con la de un instituto de estadísticas que nos alimentaba con números que ocultaban la realidad. Finalmente se desarrollaron medidas oficiales que desnudaron el problema: el IPC del Congreso o la inflación medida por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Así que ahora sabemos que tenemos una inflación del 40%. Es alta. La pregunta es como bajarla. Esa discusión nos ha ocupado un par de otros años. También sobre esto se han dicho cosas insólitas y sorprendentes.

Pensar que la culpa de la inflación es del almacenero o del supermercadista no resiste un análisis de tan solo unos minutos. Almaceneros o supermercados hay en todos lados. Y no por ello hay inflación. De hecho la inflación es el problema de menos de media docena de países. También se ha hablado sobre la estructura oligopólica de mercado. Pero esto omite que esta estructura no ha cambiado significativamente en tiempo recientes y sin embargo la inflación subió. Se ha culpado de la inflación a la devaluación, cuando la misma es la consecuencia de la inflación y no su causa. La verdad, es que un texto básico de macroeconomía en su primera bolilla va a explicar que la inflación es producto de la emisión monetaria. Si hay muchos pesos, pasa lo mismo que si hay muchas manzanas: baja el precio. Que el peso valga menos es que los bienes valgan mas. Esa es la inflación.

Y la inflación actúa como un impuesto, que le pega a los que menos tienen y deprime el consumo. Por eso financiar el gasto con emisión-inflación no resulta expansivo para la actividad económica. De hecho el gobierno lo viene probando hace cuatro años, sin éxito. La economía está estancada.

El gobierno recurre a la emisión porque no puede convencer a la sociedad que tiene que pagar los impuestos que se necesitan para financiar el gasto. Entonces apela al único impuesto por el que no tiene que pedir permiso: la emisión-inflación.

Pero así como el diagnóstico es fácil, la solución no es sencilla. Porque la solución es la reducción de la emisión y para reducir la emisión o hay que bajar el gasto o subir los impuestos. Por ello en Argentina la inflación se va a corregir cuando el gobierno deje de usar este mecanismo de financiamiento. Nosotros pensamos que esto ocurrirá cuando el crecimiento económico que produzca un cambio de expectativas a partir de 2016 genere los recursos adicionales que permita no tener que recurrir a esta fuente de financiamiento. Esto se combinará con una mejora en la gestión de los recursos públicos que le permitirá al Estado hacer más costando menos.

En definitiva la inflación es el producto de un gobierno que se ha ocupado tanto de decirle a la gente de cómo vivir y a los empresarios como producir, que se olvidó que su responsabilidad primaria es gestionar los recursos públicos.Mucho se ha hablado de la inflación en Argentina. Primero sobre cuanto era. Durante varios años no pudimos salir del fango de contrastar la realidad con la de un instituto de estadísticas que nos alimentaba con números que ocultaban la realidad. Finalmente se desarrollaron medidas oficiales que desnudaron el problema: el IPC del Congreso o la inflación medida por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Así que ahora sabemos que tenemos una inflación del 40%. Es alta. La pregunta es como bajarla. Esa discusión nos ha ocupado un par de otros años. También sobre esto se han dicho cosas insólitas y sorprendentes. Pensar que la culpa de la inflación es del almacenero o del supermercadista no resiste un análisis de tan solo unos minutos. Almaceneros o supermercados hay en todos lados. Y no por ello hay inflación. De hecho la inflación es el problema de menos de media docena de países. También se ha hablado sobre la estructura oligopólica de mercado. Pero esto omite que esta estructura no ha cambiado significativamente en tiempo recientes y sin embargo la inflación subió. Se ha culpado de la inflación a la devaluación, cuando la misma es la consecuencia de la inflación y no su causa. La verdad, es que un texto básico de macroeconomía en su primera bolilla va a explicar que la inflación es producto de la emisión monetaria. Si hay muchos pesos, pasa lo mismo que si hay muchas manzanas: baja el precio. Que el peso valga menos es que los bienes valgan mas. Esa es la inflación.

Y la inflación actúa como un impuesto, que le pega a los que menos tienen y deprime el consumo. Por eso financiar el gasto con emisión-inflación no resulta expansivo para la actividad económica. De hecho el gobierno lo viene probando hace cuatro años, sin éxito. La economía está estancada.

El gobierno recurre a la emisión porque no puede convencer a la sociedad que tiene que pagar los impuestos que se necesitan para financiar el gasto. Entonces apela al único impuesto por el que no tiene que pedir permiso: la emisión-inflación.

Pero así como el diagnóstico es fácil, la solución no es sencilla. Porque la solución es la reducción de la emisión y para reducir la emisión o hay que bajar el gasto o subir los impuestos. Por ello en Argentina la inflación se va a corregir cuando el gobierno deje de usar este mecanismo de financiamiento. Nosotros pensamos que esto ocurrirá cuando el crecimiento económico que produzca un cambio de expectativas a partir de 2016 genere los recursos adicionales que permita no tener que recurrir a esta fuente de financiamiento. Esto se combinará con una mejora en la gestión de los recursos públicos que le permitirá al Estado hacer más costando menos.

En definitiva la inflación es el producto de un gobierno que se ha ocupado tanto de decirle a la gente de cómo vivir y a los empresarios como producir, que se olvidó que su responsabilidad primaria es gestionar los recursos públicos.