Corre dólar, corre: el gobierno en su propio laberinto

13 de mayo, 2018 | 06.00

Algunos pocos números de contexto para entender de qué se trata la corrida cambiaria, que no se detiene y amenaza con transformarse en una crisis de proporciones. Tres cuestiones principales:

* Lo primera. La deuda pública ya supera los 320 mil millones de dólares. El autodenominado mejor equipo de los últimos 50 años --el último equipo en auto halagarse fue el “gabinete de lujo” de Fernando de la Rúa-- se cansó de explicar que este número bruto no importaba, que la deuda es baja y que representa apenas alrededor del 60 por ciento del PIB, una ratio mínima para países desarrollados, pero altísima en relación a la verdadera capacidad de pago de la Argentina medida sobre la base de su comercio exterior, que además es deficitario.

Conviene, de todas maneras, no dejarse llevar por los números globales y aproximar la lupa para escudriñar la parte de la deuda que algunos economistas con buen criterio denominan “relevante”, es decir filtrada de obligaciones que podrían licuarse en pesos o que son intra sector público o que podría refinanciarse sin mayores dificultades. En concreto, la deuda relevante es la deuda en moneda extranjera con tenedores de bonos privados y con organismos internacionales, precisamente ese tipo de deuda que el “jugador de las grandes ligas” Luis Caputo, “el Messi” de las finanzas, desparramó por doquier, a troche y moche, desde que la segunda Alianza llegó al gobierno. De acuerdo a los últimos números oficiales, que datan de septiembre último, esta deuda era de 133 mil millones de dólares. No es oficial, pero a la fecha existen por los menos 10 mil millones más. Para tener un punto de comparación, en diciembre de 2015 estos pasivos sumaban 73.000 millones de dólares. En pocas palabras, en apenas poco más de dos años el macrismo duplicó la deuda relevante.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Supóngase ahora que el auspicioso FMI concede a la Argentina un crédito stand by, es decir plagado de condicionalidades, de “alto acceso” por, digamos, 20 mil millones de dólares. Tras la visita a Nueva York en el gobierno confían en esta posibilidad. Creen que la opípara cena a cargo del erario que disfrutó Christine Lagarde en la residencia porteña del ministro Nicolás Dujovne, el terror de las hojas de balance públicas, la dejaron bien predispuesta. En el Fondo, en tanto, brindan con champán por la posibilidad que les da Argentina para volver a jugar el rol de acreedores globales luego de casi dos décadas de ostracismo. Con este nuevo pasivo, la deuda relevante se ubicaría cerca de los 170 mil millones de dólares en 2019. Sólo a modo de referencia en 2001 Argentina entró en default con una “impagable” deuda relevante de 140 mil millones, siempre de dólares.

* La segunda, un tema más hablado en los diarios, las reservas internacionales y las Lebac (Letras del Banco Central). Las reservas, luego de los más de 10 mil millones que el BCRA perdió desde enero, rondan los 55 mil millones, de los que 16 mil son depósitos y 10 mil el Swap con China. El poder de fuego más inmediato para intervenir en el mercado es entonces de alrededor de 30 mil millones de dólares. Esta cifra se enfrenta a los vencimientos de Lebac de este martes, que suman cerca de 680 mil millones de pesos, o sea, prácticamente la totalidad de los 30 mil millones de reservas netas, que además son prestadas. Un dato inquietante fue que entre el jueves 10 y el viernes 11 la tasa que se pagaba por las Lebac en el mercado secundario pasó del 58 por ciento anual a picos del 120. Una lectura posible, sugerida por el economista Matias de Lucchi, es que muchos de los grandes actores financieros que operan en este mercado buscaron hacerse de liquidez antes de la deadline del próximo martes 15, anticipándose a una posible estampida de salida de los instrumentos en pesos y con un valor impredecible para el dólar. Si tal cosa sucediese la sustentabilidad política del gobierno entrará en crisis.

Es difícil imaginar que se produzca semejante golpe de mercado contra un gobierno que se considera propio, aunque el escenario haya cambiado radicalmente en las últimas semanas. Las decisiones del martes 15 de los actores económicos serán primero políticas, ya que fueron las propias autoridades económicas las que desarmaron todas las herramientas de control, incluso, como también fue dicho muchas veces en estos días, resignando la oferta “natural o genuina” de los dólares de las exportaciones, tanto porque ya no existe la obligación de liquidarlos, como por la baja escalonada de retenciones a la soja.

Las apelaciones twitteras de la diputada oficialista Elisa Carrió, guardiana del bien y del mal, invitando a los exportadores del campo a liquidar divisas invocando “patriotismo”, son un tributo a la frase inmortalizada por uno de los últimos ministros de Economía de Raúl Alfonsín, Juan Carlos Pugliese, quien en medio de una corrida cambiaria dijo que les habló a los operadores económicos “con el corazón” y le contestaron “con el bolsillo”. No es así como funciona la economía. El buen hacedor de política económica trabaja sobre la lógica del comportamiento de los actores, no sobre sus deseos imaginarios. Salvo por necesidad inminente, nadie vende hoy un producto que puede vender más caro mañana. En un sistema capitalista tampoco resulta lógico invitar a nadie a perder voluntariamente dinero por amor a la patria. De nuevo, simplemente porque no es así como funciona el sistema. Son las reglas, las leyes y las instituciones las que ordenan el comportamiento de los actores.

* La tercera, las necesidades de financiamiento. El déficit de la cuenta corriente alcanzó en 2017 los 5 puntos del producto. Si la economía siguiese como en el primer cuatrimestre del año, algo que quedó más en stand by que crédito del FMI, en 2018 el rojo sería mayor. Las exportaciones están estancadas, mientras que las demandas de dólares para importar, para turismo, para ahorro, para remisión de utilidades y para el pago de deuda, entre otras, son crecientes. Se estimaba que sólo por estos conceptos se necesitaría financiamiento por 30 mil millones de dólares anuales. Según las risueñas cuentas del oficialismo sólo hasta 2020 según el FMI hasta 2025, según un observador imparcial para siempre o hasta una cesación de pagos.

Las preguntas que surgen a partir de estas tres cuestiones son infinitas. ¿De cuánto tiene que ser una devaluación para equilibrar estas cuentas? ¿De dónde surgirán los dólares que permitan frenarla? Luego, si no hay dólares suficientes y la devaluación se acelera la segunda tanda de preguntas es todavía más inquietante: ¿De cuánto será la inflación? ¿Cuánto caerán los salarios? ¿Qué pasará con las tarifas dolarizadas? ¿Cuál será la resistencia social que se ponga en marcha? ¿Cuánto caerá el producto? Finalmente ¿Podrá mantenerse la libre circulación de capitales y sostenerse el pago de la deuda? ¿Hay 2019 para el oficialismo? ¿Qué pasará con el gobierno y la oposición? ¿Qué grupos sociales están en condiciones de ofrecer una conducción alternativa? A partir del martes 15 comenzarán a surgir las primeras respuestas.-