Por Osvaldo Rinaldi, médico veterinario, presidente del Colegio de Veterinarios de la provincia de Buenos Aires.
Rabia, triquinosis, leptospirosis, hantavirus e incluso Covid y gripe aviar tienen en común ser enfermedades zoonóticas, es decir que se transmiten de los animales a las personas y son producidas por distintos agentes infecciosos. Los veterinarios, como agentes de salud pública ocupan en la actualidad un rol central en la prevención de estas enfermedades y actúan como una "barrera" para el equilibrio en la relación entre animales y humanos.
La presencia de las enfermedades zoonóticas no conoce fronteras y en los últimos años ha tomado cada vez mayor relevancia, tanto en los ámbitos de la producción de alimentos como en el cuidado de los animales de compañía, generando grandes pérdidas económicas y situaciones sanitarias de gran complejidad e impacto global.
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Estas enfermedades concentran el 65% de las infecciones que aquejan a la población y se transmiten principalmente por la ingesta de comida contaminada (shigella, salmonella, triquinosis) o por el contacto con animales enfermos (rabia, hantavirus, leptospirosis). La pandemia de Covid y la aparición de focos de Influencia Aviar, que también son enfermedades de origen animal, en distintas partes del mundo dejaron latente la aparición de nuevas pandemias y evidenciaron la rapidez de su propagación y las dificultades y desigualdades para poder hacer frente a enfermedades de este tipo.
Ante este escenario, ¿cuáles serían las mejores alternativas para mitigar el impacto y propagación de estas enfermedades? Justamente la presencia cada vez con mayor importancia en el ámbito de la salud de los veterinarios. Su rol como agentes de salud pública, su compromiso con la notificación obligatoria de enfermedades que así lo requieran, y la permanente tarea educativa y de concientización actúa como "contención" y resguardo de una situación que, sin embargo, requiere cada vez más atención y control.
Esto también incluye a la prevención en el ámbito de la producción de alimentos, donde las incumbencias profesionales de los veterinarios abarcan todo el proceso: desde la observancia de las condiciones de bioseguridad (instalaciones, ambiente, sanidad, alimentación), la faena, el control bromatológico y la posterior certificación de que el alimento es inocuo y que se encuentra en condiciones de ser apto para consumo humano. El riesgo de mantener un proceso de producción sin la presencia de una figura veterinaria a cargo sería incalculable.
Desde el Colegio de Veterinarios de la provincia de Buenos Aires, insistimos en poner foco sobre las enfermedades zoonóticas y el cuidado del bienestar de los animales y la comunidad. Está claro que el rol del profesional en la prevención de enfermedades zoonóticas ya no está limitado al control del calendario de vacunación antirrábica o al chequeo bromatológico de un establecimiento donde se faena ni la sanidad en animales de producción; sin veterinarios no hay inocuidad, ni industria alimenticia, ni importaciones, ni una economía auto sustentable. A fin de cuentas, sin veterinarios ya no hay salud pública.
Con información de Télam