(Por Hugo F. Sánchez) - Entre Nueva York y Buenos Aires, de su infancia a la de su padre y la lengua como territorio posible para un migrante, el director estadounidense Richard Shpuntoff, radicado en la Argentina hace más de 20 años, se pregunta sobre su paternidad y sobre el legado para sus hijas en el documental "Todo lo que se olvida en un instante", que se estrenará mañana en el Centro Cultural San Martín.
"El origen fue el nacimiento de mis dos hijas, que claro, me hizo pensar mucho en la paternidad", explica Shpuntoff en comunicación con Télam, sobre la génesis de un proyecto que lo condujo a interrogarse sobre su propio padre y su identidad.
Si Fernando Pessoa decía "mi patria es mi lengua" y se le atribuye al poeta Rainer Maria Rilke la frase que sostenía que "la verdadera patria es la infancia", el realizador estadounidense-argentino llega a una síntesis de ambas posiciones construyendo un relato que enlaza la problemática de la paternidad con dos ciudades: la Nueva York de la década del 30 de su padre, que luego fue su propia ciudad, y la Buenos Aires del presente, en donde vive, es testigo de sus transformaciones y fue papá, y la tensión entre el inglés y el español como herramienta imperfecta de la comunicación.
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Télam: ¿Qué querías contar con "Todo lo que se olvida en un instante"?
Richard Shpuntoff: El origen fue el nacimiento de mis dos hijas, que claro, me hizo pensar mucho en la paternidad y desde aquí, en Buenos Aires, preguntarme qué era mi papá para mí, como parte de mi herencia, de mi identidad que también tiene que ver con mi vida en Nueva York.
En ese momento empecé a escribir un cuaderno; bueno, un cuaderno por cada hija y se puede decir que ese fue el origen del proyecto de hacer una película, aunque no fui pensando que iba a contar tal o cual cosa, sino que tuve preguntas del tipo "qué voy a dejar como legado".
T: El relato apela a la memoria de tu familia y también a tu propia memoria que vas forjando desde que vivís en Argentina. ¿Cuáles son los sentidos a explicitar al trabajar con estas "memorias"?
RS: Parte de este trabajo tiene el formato de ensayo, sin buscar algún sentido, al menos en el comienzo, pero sí intentando algo que era construir una puente entre el mundo de mi papá, mi mundo y el de mis hijas, entonces ese juego con las memorias no eran tanto de sentido, sino una construcción para completar un rompecabezas sin saber cómo iba a salir al final.
T: La película tiene un eje fundamental que es la lengua: tu propio idioma, también el español aprendido ya de adulto y hasta el idish que traía tu padre a Nueva York desde Polonia. ¿Cómo funciona esa mezcla para tu propia identidad?
RS: Lo obvio es que nunca hubiera podido imaginar, cuando era más joven y solo dominaba un idioma, la idea de que iba a tener conversaciones con mis hijas en otro lenguaje que es el que sabía cuando aprendí a hablar. Hay toda una construcción de las personas a través del lenguaje, que es una de las cosas que nos forma culturalmente y determina la forma de expresarnos y comunicarnos y claro, cuando uno es migrante, cuando uno va a otra cultura y vive en otro lenguaje, muchas veces es difícil no comparar y ser consciente de lo que uno puede hacer con el lenguaje y cuando uno puede expresarse bien.
Con respecto a mi papá, él hablaba en inglés pero un día me contó que su primera lengua había sido el idish y que se lo había olvidado alrededor de los 8 años, esta revelación fue cuando yo ya tenía 22 o 23 años.
Por eso, más allá de la sorpresa, la decisión fue trabajar sobre el tema del bilingüismo y los límites que tenemos entre un lenguaje y el otro, esa ilusión de que, no sé, se puede comunicar correctamente con los subtítulos en una película el idioma farsi o el japonés; eso es un acto de fe, porque incluso cuando está bien traducido siempre estamos perdiendo algo y ese para mí también es un punto interesante: lo que se encuentra y lo que se pierde entre las lenguas.
T: La película también se apoya en la historia del urbanista estadounidense Robert Moses y el ex intendente porteño de la dictadura, además de citas de figuras como José Martí, Roque Sáenz Peña y Franklin Delano Roosevelt. ¿Cómo llegaste a esa síntesis, cómo fue esa elección de esos personajes?
RS: Respecto a las figuras históricas, los primeros que me surgieron fueron Robert Moses, que cambió la ciudad de Nueva York, y Osvaldo Cacciatore, que hizo lo mismo con Buenos Aires, que vinieron a mi memoria por mi fascinación con el urbanismo. En Buenos Aires viví mucho tiempo mirando por la ventana a la Autopista 25 de Mayo, me fascinaban mucho los detalles de esas estructuras, pero después me enteré que la autopista se construyó durante la dictadura, con todo lo que esto implica.
Con respecto a Nueva York, sabía que había una historia parecida y también muy cuestionable por construir autopistas desplazando gente de los barrios y cambiar el paisaje de la ciudad de manera no democrática. Y también estaba la idea de que mientras veía la construcción, mis hijas iban a ver la obra terminada.
T: ¿La película es el intento de atrapar la fugacidad de los recuerdos?
RS:¡Qué lindo atrapar la fugacidad de los recuerdos! No es difícil, es imposible. Sí, siempre está el deseo de poder atrapar eso sin nombre, tal vez hay un punto medio entre el deseo de hacer algo tan imposible y al mismo tiempo un desconocimiento de las propias posibilidades. El cine existe para que tengamos la ilusión de que de alguna manera podemos atrapar los recuerdos.
Con información de Télam