En San Juan se vive una locura. La alegría se percibe por las ventanillas de cada auto, de cada camioneta, de los camiones que salieron con hinchas. Todo es alegría, celeste y blanco. No importa en qué había que llegar, si en moto, bici o en patines: cada sanjuanino festeja esa Copa que Messi levantó para nosotros.
Una vez terminado el partido, había más de 20 cuadras de fila a la redonda en las calles para llegar a la plaza central: la icónica plaza 25 de Mayo. Imposible llegar en vehículo, porque, por primera vez, todos los sanjuaninos y sanjuaninas querían ser parte.
Una peregrinación para llegar al foco de la locura y del descontrol. Cuando llegabas, la mismísima hinchada del mundo, la que nos hizo vibrar minuto a minuto, estaba ahí para alentar con el alma a la Selección y a Messi. Una verdadera locura de pasión y amor por la camiseta.
Al llegar al epicentro de los festejos, no había más colores que los celestes y blancos. Al grito de "Messi te amo. Vamos Argentina!", una jovencita alcanzó a subirse a lo más alto de un semáforo de peatones, ubicado junto a la intersección de Mendoza y Mitre. Y sí, a esa altura no había miedo, ni contractura. Las barras que alentaron durante toda la tarde, el corazón de los cánticos, ya no eran de otro equipo sino de Argentina. Messi logró el abrazo entre los más rivales, entre barras enemigas, todos fueron uno solo.
Una Copa que llega en una fecha especial, la navideña. Por eso no podía faltar el Papá Noel navideño. El que llegó para sacarse fotos con todos los que pasaban por la esquina de la plaza.
En otros puntos de la provincia también se vivió una locura. Precisamente, en Libertador y Las Heras, otra esquina emblemática para San Juan, un joven (Roberto Vega) se arrodilló en medio de la calle para pedirle matrimonio a su novia Sol Flores. Entre bocinas, gritos, canciones y el desopilante aliento de los presentes, la joven dio el sí y los festejos terminaron como en la cancha.
Por supuesto que no todos fueron festejos sosegados. Cuando la tarde cayó, varios hinchas se pusieron intensos y comenzaron los destrozos. Entonces, llegaron las enemistades y las peleas producto de los excesos. Hubo un par de vidrieras rotas, baldosas que volaron por el aire, corridas e insultos.
Antes de eso, los cabaleros festejaban el logro. Los que dejan la camiseta en la silla, como José; los que no miraban los penales como Laura; los que salían a gritar los goles fuera de la casa como Lucio. Todos eran parte del triunfo. No había más palabras que esas. Canciones, gritos, festejos hasta con el padre Rómulo que se paseaba cerca de la catedral sanjuanina con un jugo de naranja en la mano. Contento, feliz, con el alma llena. Todos se acordaban de Díos, para pedir y para agradecer.
Las fotos de los festejos de San Juan