Existen personas que carecen totalmente de visión y por tanto no pueden visualizar el entorno, pero igualmente se comportan tal y como si pudieran ver. Este fenómeno se conoce como "visión ciega", término creado por el psicólogo inglés Lawrence Weiskrantz, que hace alusión a la capacidad que tienen algunos sujetos para detectar, localizar y discriminar estímulos visuales de forma inconsciente.
Según los expertos, se trata de un trastorno neurológico provocado por un daño cerebral que afecta a la capacidad de representar conscientemente los estímulos visuales del entorno. Este fenómeno ocurre cuando hay un daño o una lesión en el lóbulo occipital, y más concretamente en la corteza visual primaria (V1), que se encarga del procesamiento de los estímulos visuales.
Desde BBC, explicaron cómo funciona la visión ciega: los ojos reciben la luz y la convierten en información que luego es transmitida al cerebro. Esta información viaja por una serie de rutas hacia el cerebro para terminar, eventualmente, en la corteza visual primaria. En la gente con visión ciega, esta zona está dañada y no puede procesar adecuadamente la información, por ello, ésta nunca llega a la conciencia. Pero esta información igual es procesada por otras áreas del sistema visual que están intactas, lo cual le permite a la gente que tiene ceguera visual realizar tareas.
Las primeras investigaciones sobre el fenómeno de la visión ciega se llevaron a cabo en animales, principalmente en monos. A comienzos de los años setenta, Weiskrantz y sus colegas experimentaron y utilizaron la técnica de elección forzada: los pacientes tenían que elegir entre dos posibles colores o localizaciones, al tiempo que les pedían que adivinaran cuál era aplicable a un objeto visual que decían no poder ver.
Las respuestas de algunos de los pacientes resultaron ser correctas en una proporción significativa; es decir, con una frecuencia mayor de lo que cabría esperar por azar. Por este motivo, se cree que la identificación de objetos y el reconocimiento de objetos son procesos separados y ocurren en diferentes áreas del cerebro, trabajando independientemente uno del otro.
Las personas con visión ciega no sólo pueden “intuir” el color o la localización de los objetos, sino también la orientación de líneas o enrejados, el momento de aparición o las expresiones de rostros. Sin embargo, no pueden hacerlo con otros aspectos como la detección de matices sutiles o de movimientos complejos.