En 1987 la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC) propuso instaurar el 28 de mayo como Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, con el objetivo de recordar y abordar las múltiples causas de enfermedad y muerte que afectan a las mujeres y, de esa forma, desarrollar políticas públicas en favor de su atención, prevención y tratamiento.
En Argentina el acceso a una salud de calidad no es para cualquiera y quienes pueden acceder a ella, en muchas ocasiones, atraviesan situaciones de discriminación, desatención e incomprensión. En la actualidad, el sesgo de género es algo que atraviesa a las mujeres y disidencias en todos sus ámbitos, de tal forma que termina por reprimir el pleno goce de sus deseos y derechos. Los más comunes y visibles son los vinculados con las posibilidades laborales, que generan brechas salariales y ponen a las mujeres y disidencias en desigualdad, respecto del hombre.
Sin embargo, el sesgo de género en la medicina también existe, y se trata no solo de la falta de perspectiva de género a la hora de la atención médica, el diagnóstico y hasta en la enseñanza académica, sino que tampoco tiene en cuenta un modelo de medicina integral, donde las evaluaciones fueran de forma interdisciplinaria y atendiendo las determinaciones sociales de cada mujer. Dentro de la medicina, se entiende al sesgo de género como la única forma de enfrentar las enfermedades, basada en el cuerpo del hombre. Esto se traduce en demora y errores en el diagnóstico, tratamiento y mortalidad evitable en las mujeres.
“El patriarcado, tan instalado, afecta a esta salud integral que se necesita, porque el entramado argentino es complicado. Está atravesado por tareas de cuidado desiguales, violencias de género, imposibilidad de vivir una sexualidad libre y sin opresiones, barreras culturales y económicas”, explicó Julieta Bazán, medica con especialidad en Medicina General y Familiar, e integrante de la Red de Profesionales por el Derecho a Decidir, de la campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
En esa misma línea, Victoria Freire, socióloga, feminista y Directora del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas, se refirió a este tipo de sesgo de género y destacó: “Dentro del saber medico se ejerce una autoridad que no reconoce los saberes comunitarios, es decir las formas y hábitos de vida de las persona”. En el mismo sentido, este modelo médico hegemónico no tiene en cuenta una perspectiva de derechos, ni de género y posiciona al profesional de la salud en el rol de toma de decisión, sin acompañar el proceso “salud-enfermedad-cuidado”, según detalló Bazán. Tampoco se trabaja sobre diagnósticos diferenciados, porque según marcó la historia el cuerpo que importó, e importa, es el masculino. “Hay una mirada médica que observa, piensa y proyecta sobre un cuerpo masculinizado, entonces las realidades que están por fuera de ese patrón, no están estudiadas o contempladas en profundidad”, agregó Freire.
La brecha de género en la atención médica es un problema tanto nacional como internacional. Un estudio financiado por la British Heart Foundation reveló que las mujeres que sufren ataques cardíacos tienen menos probabilidades que los hombres de recibir el tratamiento médico adecuado y que solo el 15% de las pacientes se colocan stent, a comparación de un 34% de hombres.
En nuestro país, el infarto de miocardio es la mayor amenaza para las mujeres, según la Sociedad Argentina de Cardiología. Pese a eso, le temen más al cáncer de mama que a los problemas cardiovasculares. Tal como plantea María Teresa Ruíz Cantero, en su monografía “Perspectiva de Género en Medicina", las evidencias científicas, relacionadas a las diferencias en las enfermedades cardiovasculares entre hombres y mujeres, muestran que las mujeres tienen una mayor prevalencia de factores de riesgo cardiovascular clásicos y nuevos. Dentro de estos “nuevos factores”, se menciona a la depresión, los factores psicosociales de riesgo, el nivel económico y el medio ambiente. Es por estos factores, que exceden a los propios de la medicina tradicional, que los colectivos feministas y de la diversidad luchan por un modelo medico interdisciplinario, no binario, inclusivo y con perspectiva de género.
Salud Integral y los determinantes sociales
Uno de los reclamos que llevan adelante los movimientos feministas y la comunidad LGBT es la idea de ir hacia una medicina interdisciplinaria que contemple también lo emocional y lo social, como factores determinantes para la salud de las personas. “Es necesario que se nos considere desde todos los ámbitos que nos rodean. Esa es la forma de romper con el estigma”, aseguró Bazan, cuando se le consultó sobre la importancia de este concepto. En ese mismo sentido, reflexionó sobre los modos de atención que se requieren en la actualidad y expresó: “Si entendemos a la salud como un todo, es necesario trabajar para descartar cualquier situación. Por eso es necesario transformar las prácticas actuales”.
No es raro escuchar que a las mujeres se las asocia con el término “histéricas” o “emocionales”, cuando se trata de expresar dolencias. La cuestión de fondo, en estas situaciones, también tiene que ver con la medicina y el sesgo de género. Según Ruíz Cantero, hay una naturalización social de que las mujeres son “histéricas” y está vinculada con el retraso del diagnóstico.
Freire se refirió a la importancia de tener en cuenta todos los ámbitos que rodean a una persona y detalló: “Los datos del RENAPER indican que el 90% de las personas de barrios populares no tienen acceso a la red cloacal, de agua o al gas formal y que solo el 30% de las mujeres de estos barrios tienen un trabajo con ingresos formales”. En ese sentido, la funcionaria remarcó la necesidad de resolver el sesgo que existe en todos los ámbitos cotidianos y apuntó a la urgencia en la conformación de políticas de prevención, de alimentación y redistributivas, para que “todas las personas puedan acceder a las necesidades básicas fundamentales”. Con relación a eso, agregó: “Vemos que la mayoría de las mujeres que peor la pasan, en términos de salud, son de los sectores más populares. Para pensar en un camino de transformación, necesitamos del compromiso comunitario y las políticas públicas”.
La comunidad LGBT y el acceso a la salud
En Argentina la esperanza de vida para las personas travestis y trans es de 35 años y la imposibilidad de acceso a la salud está vinculada con esa cifra. El modelo medico vigente lejos de ser inclusivo, es desigual, hetero-patriarcal y excluyente para la comunidad.
Existe con mayor frecuencia, entre las mujeres cis, el hábito de realizarse controles de rutina ginecológicos, que, como resultado, puede despertar el interesarse por más estudios que brinden información adicional sobre el estado de salud, si lxs profesionales así lo recomiendan. Sin embargo, la comunidad LGBT no corre con la misma posibilidad: “Las personas que hoy tienen menos acceso a la salud es la población de la diversidad y también tiene que ver con el patriarcado, con la persecución social y la falta de acceso a muchos derechos, incluso al sistema de salud”, aseguró Bazan.
La deuda más grande, en términos de salud, es con este sector de la sociedad, que de forma progresiva ve cómo el sistema médico lxs excluye y, como consecuencia, su calidad de vida se degrada, dando lugar a múltiples patologías. “No poder subir la esperanza de vida de la población de la diversidad también tiene que ver con el sesgo de género. Porque no estamos llegando, llegamos tarde”.
El rol de los colectivos feministas y LGBT
En términos de salud, como ya se mencionó antes, acceder a una salud de calidad es una cuestión muy compleja. Pese a eso, los movimientos de mujeres y organizaciones sociales no dejaron de luchar por mejorar las condiciones sanitarias para un desarrollo adecuado de la práctica: “Muchos espacios se han ido transformando, gracias a los movimientos feministas que nos dieron fuerza para interpelar los distintos espacios, de atención de toma de decisión y hasta los académicos”, enfatizó Bazán.
Por otro lado, comentó uno de los logros obtenidos, desde la red de profesionales por el derecho a decidir, y resaltó la inauguración, en 2007, de la primera cátedra del aborto como problema de salud pública, dentro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Las profesionales notaron que a lo largo de la carrera no se trabajaba la problemática del aborto como una cuestión de salud pública. Esto tenía como consecuencia profesionales que no conocían que existía la posibilidad de realizar un aborto por causales.
Las luchas feministas también pusieron en agenda la libertad en la vida sexual reproductiva de las mujeres y disidencias. Desde ese punto, uno de los logros fue romper con el tabú de las relaciones sexoafectivas, los embarazos no deseados y la expresión de todo tipo de violencias: “Una salud sexual integral tiene que ver con construir autonomía, conocer tu cuerpo, pensar una sexualidad desde el deseo y el disfrute. Para eso hay que conocer el cuerpo”, aseguró la profesional de la salud.
Pese a que la medicina invisibiliza el cuerpo de la mujer, en su estudio y diagnóstico, parece que el tema de la interrupción de embarazos es una causa que sí preocupa. Con relación a los métodos anticonceptivos conocemos, al menos, tres que hayan sido probados en cuerpos con genitales femeninos, pero no sucede lo mismo si pensamos en métodos anticonceptivos para cuerpos con genitales masculinos. Por otro lado, acceder a una interrupción voluntaria del embarazo costó muchos años de debate y aún así, la figura de la mujer sigue estando en el centro de las discusiones, cuando de sus decisiones se trata. Esto se relaciona de forma directa con las responsabilidades que recaen en la figura de la mujer, tanto en la salud sexual como en otros ámbitos de la vida cotidiana. En relación a esto, la socióloga argumentó “La responsabilidad de cuidarse está asignada a las mujeres. No hay una responsabilidad asignada al varón ni en el cuidado, ni en las consecuencias, y esto termina siendo un ejercicio de cierto control”.
Datos socio-económicos post-pandemia que afectaron el acceso a la salud
El sesgo de género en la medicina está atravesado por múltiples factores como la imposibilidad de acceso a un trabajo formal, las barreras culturales, las desigualdades económicas y hasta el contexto donde se desarrolle una persona. Si analizamos en profundidad las posibilidades económicas de las mujeres en la actualidad, tenemos que pensar en la cantidad de tiempo que destinan a las tareas domésticas y de cuidado que no son remuneradas.
Según el informe “Hogares en pandemia”, de la Dirección de Economía y Género, los hogares donde las mujeres, cabeza de familia, que no hayan terminado sus estudios, y en el que haya niños, niñas y/o adolescentes, se ubican por debajo en la distribución de ingresos promedio de los hogares. En cuanto a los hogares monoparentales con niños, niñas y adolescentes, a cargo de una mujer, enfrentaron el mayor impacto negativo por la pandemia y son los más alcanzados por la pobreza y por la crisis de cuidados.
Del total de personas relevadas como jefxs de familia, en un rango etario de entre 25 y 59 años, se observó que 88,3% son mujeres. De ellas, el 44% eran asalariadas informales antes de la pandemia. Estos números nos marcan que las mujeres jefas de hogar, con bajo nivel educativo y con responsabilidades de cuidado de niños, niñas y adolescentes, presentan no solo los mayores grados de informalidad laboral, sino que también menores tasas de participación laboral y mayores tasas de desocupación que los hombres.