Dos tramas se desarrollan en paralelo pero absolutamente conectadas. La institucional y la política. Respecto a la primera, finalmente dos listas se presentaron antes de la medianoche de ayer para competir por la presidencia del PJ. Según lo previsto, Cristina Fernández de Kirchner y Ricardo Quintela deberán enfrentarse el 17 de noviembre, aunque existen dudas sobre la posibilidad de organizar la logística de una interna con un padrón de más de tres millones de afiliados.
Las elecciones podrían postergarse hasta marzo, dando tiempo para encontrar un acuerdo de unidad, algo que, al menos de la boca para afuera, todos los actores y actrices involucrados prefieren antes que contarse las costillas adelante de todos. La posibilidad de que se firme la paz en los próximos días, sin embargo, fue perdiendo terreno a medida que escaló la tensión de la segunda trama, la política y la más importante, que enfrenta a la expresidenta con el gobernador bonaerense Axel Kicillof.
CFK encabezará una lista con varios nombres pesados que representan a los bloques oficialistas en el Congreso, al sindicalismo y a los movimientos sociales. La presentó el viernes en un acto en SMATA cuyo contenido se filtró rápidamente a pesar de que no hubo transmisión ni presencia periodística en el lugar. “Los Poncio Pilatos y los Judas en el peronismo no van más”, dijo. Para que no quedaran dudas, el senador Oscar Parrillil confirmó el destinatario a la mañana siguiente.
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Kicillof publicó por la tarde un comunicado en el que buscó ponerse por encima de la interna partidaria, hizo una autocrítica explícita de la experiencia del Frente de Todos, planteó diferencias muy concretas con el modo de conducción de CFK y La Cámpora, y pidió concentrar los esfuerzos opositores en la doble tarea de constituir “un escudo” que defienda a la población de las agresiones del gobierno y construya “una alternativa” para reemplazarlo.
“Milei no ganó por accidente; es presidente luego de que el peronismo hiciera un gobierno nacional que no cumplió con las expectativas. Evidentemente algo no anda bien”, escribió. Sobre la interna manifestó el deseo de “que se logre un encuentro, un diálogo, y se evite una innecesaria competencia interna”. En ese sentido, destacó que CFK y Quintela coinciden en proponer “dos puntos centrales” que son “una nítida oposición a Milei” y una “convocatoria a la unidad”.
Las provocaciones y aprietes en los días previos no lograron doblegarlo ni lo hicieron pisar el palito. “Quintela no es mi candidato, es un gobernador y un dirigente que viene enfrentando, con un coraje que no abunda, las políticas de Milei. Es un error pensar que se trata de un dirigente que yo subo o bajo, pero sobre todo es un gran error atacarlo”, escribió, pidiendo “respeto y acompañamiento” a los gobernadores que fueron reelectos el año pasado.
“La verdad es que no quiero ni puedo estimular peleas entre compañeros pero tampoco puedo convalidar el equivocado mecanismo de que cualquier diferencia o crítica desate el disciplinamiento”, advirtió. “Mi única pelea en la que todos los días pongo cuerpo y alma es la pelea contra Milei y sus políticas de exclusión y crueldad. En esa pelea que me toca afrontar, necesito del pleno acompañamiento del peronismo de mi provincia”.
“Últimamente sectores de nuestra fuerza política, con quienes a veces teneduría diferencias pero también un recorrido común, afecto y coincidencias, han decidido criticarme mucho y acompañarme poco”, dijo. “Cristina está en el corazón del pueblo, también en el mío y no tengo que rendir examen de ese sentimiento”, agregó. “Espero que el Partido Justicialista dedique toda su energía a fortalecer el escudo y la alternativa que tanto necesita nuestro pueblo”, concluyó.
El problema para CFK es que no puede explicar la interna con alguien que creció junto a ella sin moverse un centímetro, tampoco ahora, de las posiciones políticas del kirchnerismo. Son muchas las preguntas que no tienen respuesta. “Cada compañero, cada dirigente, cada militante tiene su bastón de mariscal en la mochila. Sáquenlo. Y no le pidan permiso a nadie para sacarlo” dijo Cristina Fernández de Kirchner en Avellaneda, diciembre de 2022.
¿Qué cambió desde entonces? ¿A qué se debe la violenta impugnación que sufrió Kicillof ante el primer atisbo que hizo de proponer un proceso alternativo aunque nunca antagónico al suyo? El novedoso cantito de La Cámpora dedicado al gobernador (“si querés otra canción, vení te presto la mía”) delata dónde está el origen del reproche, muy lejos de las explicaciones y excusas alternativas y a veces contradictorias entre sí que se escucharon desde el jueves.
¿Qué pasó con la esperanza que expresó la expresidenta de que “los hijos de la generación diezmada tomen la posta”? ¿Qué novedad la hizo ahora cambiar de idea? ¿Cómo podría encarar con otros sectores la discusión de un gran acuerdo nacional que permita dejar atrás los problemas estructurales de la economía, como ella viene reclamando desde 2016, si gestiona así las diferencias dentro de su propio espacio, con un dirigente que fue parte, por una década, de su mesa chica?
¿Dónde quedaron las advertencias sobre el riesgo de la fragmentación política, la crisis de representación, la insatisfacción democrática, si en el medio de la más formidable huelga docente y estudiantil en varias décadas, con decenas de miles de personas tomando un centenar de facultades en los 24 distritos del país desviás el foco de la agenda opositora hacia una interna que no se puede explicar, porque se habla mucho de personas, poco de cosas y nada de ideas?
El argumento más repetido para explicar la conducta de la expresidenta tiene que ver con garantizar que en las listas del peronismo haya dirigentes que a la hora de tomar posición en el Congreso levanten la mano en el sentido que les dio el voto popular. Es una explicación que ya utilizó cuando lanzó Unidad Ciudada de cara a las legislativas del año 17, después de que el peronismo sufriera defecciones que permitieron la aprobación del pago a los Fondos Buitre o la reforma jubilatoria.
El argumento se debilita cuando la lista que encabezará Fernández de Kirchner lleva como número dos a José Mayans, uno de los senadores que, comandados por Miguel Ángel Pichetto, rompieron el bloque peronista para darle los votos necesarios a Macri en esas votaciones. La intendenta de Moreno, Mariel Fernández, candidata a vice cuarta del PJ, es dirigente del Movimiento Evita, cuyos diputados también rompieron el bloque del Frente para la Victoria en el 16.
Más acá en el tiempo, el senador camporista Mariano Recalde reconoció en una entrevista con El Destape las negociaciones en curso entre el peronismo y La Libertad Avanza para allanar la designación del juez Ariel Lijo en la Corte Suprema de Justicia. La realpolitik no es mala en sí misma. Hay que prestar siempre atención al para qué y todavía más el para quién. Lo que no es intelectualmente honesto es tomar decisiones por pragmatismo y sostenerlas a partir de juicios morales.
Es muy ilustrativo, por ejemplo, lo que sucede ahora mismo en Jujuy. Allí habrá dentro de un mes elecciones internas del PJ para regularizar las autoridades, después de la intervención del partido en julio del año pasado. Su titular, Rubén Rivarola, fue removido luego de que los legisladores que le responden facilitaran la reforma constitucional que promovía el entonces gobernador Gerardo Morales, en medio de grandes protestas y fuerte represión.
En la disputa actual La Cámpora impugna la candidatura de la senadora Carolina Moisés, con el muy razonable argumento de que no se puede premiar con ese lugar a alguien que dio su voto a favor a varios artículos de la ley de Bases. El problema es que cuando se contrasta esa lógica con la praxis: para enfrentar a Moisés, la diputada Leila Chaher, elegida por CFK para encabezar el partido, terminó firmando un acuerdo con Rivarola, el socio de Morales.