En 1964, la revista Primera Plana lanzó una tira de humor cuya protagonista era una niña de clase media, intelectualizada y rebelde, llamada Mafalda. Cincuenta años más tarde, la genial tira de Quino se ha traducido a cerca de veinte idiomas, se sigue reeditando y agotando año tras año, y se ha transformado en un fenómeno mundial. ¿Cómo se explica el éxito y la perdurabilidad de Mafalda? ¿Cuáles fueron sus sentidos sociales, políticos y culturales a lo largo de medio siglo? ¿De qué modo la historieta de Quino se volvió un fenómeno cultural significativo a escala global con vigencia hasta la actualidad? Isabella Cosse propone un recorrido por la historia de las últimas cinco décadas siguiéndole la pista a Mafalda, quien se convierte en una original puerta de entrada a las conmociones sociales, políticas y culturales de todos esos años. La reconstrucción sigue el periplo del personaje que ofreció una reflexión sobre temas tan diversos como el autoritarismo, los enfrentamientos generacionales, el feminismo, la identidad de las clases medias y los cuestionamientos al orden familiar. Así, da cuenta de un espacio social, político y moral que surgió de la intersección de la clase media y la contestación generacional de los años sesenta en Argentina, pero que traspasó esos marcos nacionales, sociales y generacionales. En Mafalda: historia social y política, Isabella Cosse reconstruye la historia detrás del mito, "las relaciones sociales, los dilemas políticos y las dimensiones culturales y económicas que explican por qué Mafalda cobró vida fuera de los cuadros y aún hoy está con nosotros".
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- Mucho se dice de la vigencia de las tiras de Mafalda ¿Por qué hay cuestiones tan identificables con el ahora, medio siglo después?
-En cuanto a la vigencia de los temas existen dos situaciones diferentes. La primera es que un conjunto de cuestiones que, cuando fueron abordadas en la historieta en los años sesenta, eran problemas emergentes, es decir, que estaban surgiendo con singular fuerza en ese momento histórico –como las nuevas identidades juveniles, los conflictos generacionales, las reivindicaciones feministas– pero que aún hoy pernean nuestra realidad contemporánea. La segunda es que la historieta contenía referencias a problemas a temporales –como la injusticia, la desigualdad, la guerra– a partir de los cuales Mafalda opera con la ironía para señalar la distancia entre los principios ideales y los que organizaban la realidad.
-"¿Uno va llevando su vida adelante, o la vida se lo lleva por delante a uno?", decía Mafalda. ¿Cómo la imaginas con 50 años?
- La propia formulación de esta pregunta revela un elemento central para la pervivencia de la historieta: la aparición de una especie de un juego social centrado en imaginar qué habría sido o habría pensado Mafalda –y sus personajes- ante los nuevos problemas o las realidades políticas y sociales. Ese juego, que fue tomando cuerpo a partir del aniversario 25 años y en el que participaban periodistas, humoristas, lectores y al comienzo el propio Quino, facilitó la actualización constante de la historieta y que ésta colaborase a procesar los nuevos dilemas políticos que afectaban a diferentes colectivos sociales y políticos. Por ejemplo, luego de la restauración democrática, en 1988, se imaginó que Mafalda habría estado desaparecida y en los años noventa los diferentes personajes catolizaron las fracturas que el neoliberalismo introdujo en la clase media (con un Manolito que se había fundido y una Susanita que viajaba a Miami). Es decir, imaginar a los personajes con vida expresa –a la vez que produce- un fenómeno social de la historieta.
-¿Se puede decir que Mafalda cambió modos y formas de pensar de un sector de la sociedad argentina? ¿De qué manera?
- Mi idea es que la historieta no sólo expresó la identidad de la clase media sino que contribuyó a darle forma a una expresión singular de parte de ese sector social: la de la clase media intelectual encarnada en el personaje de Mafalda y una representación de la clase media heterogénea y atravesada por las diferencias ideológicas y culturales (con los conflictos entre Mafalda y Susanita o entre ésta y Manolito). En mi visión esos procesos simbólicos fueron centrales porque dialogaron con la realidad concreta, económica, social y política que atravesaba la clase media y la sociedad argentina. Ese diálogo resultó especialmente potente por el modo en que trabaja el humor que exige para producir lo risible que quienes lean o escuchan completen el sentido y, al hacerlo, utiliza y produce una relación de pertenencia e identidad.
-Umberto Eco dijo que "no es imprudente tratar a Mafalda con el respeto que merece un personaje real" ¿Por qué todos usamos alguna vez una remera con un dibujo de Mafalda impreso?
-Me refería recién a la importancia de ese carácter "real" –con vida- que se le atribuye a Mafalda que se emparenta con el sentido que le atribuía Eco –para quien Mafalda era una expresión que debía atenderse porque su voz era la de las nuevas generaciones-. Además, la historieta es parte de la "realidad" porque interviene con efectos importantes en términos de la identidad colectiva y la subjetividad individual. Desde este ángulo, cada persona le otorga a la imagen diferentes significaciones que, además, ha variado a lo largo del tiempo y en diferentes espacios sociales y culturales.
-En tu libro Mafalda: historia social y política reconstruis sucesos de los últimos años, en un país acostumbrado a las conmociones sociales. ¿Crees que en los 60' los gobernantes -casi siempre militares- miraban con algo de intranquilidad a Mafalda?
-Mafalda –sin duda- fue disonante con el discurso de la Seguridad Nacional que legitimó la intervención de las Fuerzas Armadas con una visión especialista de una nación, concebido como un ente abstracto, que supuestamente estaba amenazada por quienes luchaban contra el statu-quo social, político y familiar. Desde este ángulo, Mafalda –con sus amigos- encarnaba a las nuevas generaciones que, justamente, se preguntaban por la desigualdad y la injusticia pero, también, confrontaban con los adultos y desestabilizaban su mundo, en especial Mafalda quedó asociada –desde el mismo día del golpe de Estado de Onganía- con las posturas antiautoritarias y luego denunció al "palito de abollar ideologías". No es difícil, entonces, pensar que la historieta era disonante con la ideología represiva–aún cuando hubo quienes criticaban por limitado el compromiso ideológico de Mafalda con el cambio social- aunque, paradójicamente la historieta nunca fue censurada en Argentina. En cambio, en España, cuando comenzó a publicarse, en 1970, el franquismo la hizo circular con una leyenda que decía "sólo para menores".
-¿Qué importancia le das a los personajes secundarios?
-Muchísima. En 1965, cuando la historieta aterriza en el diario El Mundo, Quino se vio en la necesidad de crear nuevos personajes para sostener la producción de tiras diariamente. Con ello, la estructura argumental pasó del "family trip" a la de "banda de amigos". Ello le otorgó enorme complejidad a la historieta y le permitió que estructurase esa composición de una clase media heterogénea y atravesada por las contiendas que mencionaba anteriormente. De ese modo, puso en juego múltiples voces de enunciación e identificación, muchas veces antagónicas lo que redobló la riqueza de la interpelación.
-Quino ha sido un insistido en enseñar a cuidar el planeta, a escuchar buena música y a hacernos cargo de nuestras propias torpezas como sociedad ¿Cuál crees que es el legado de Mafalda?
-Creo que Mafalda se ha convertido en un mito contemporáneo, es decir, en un fenómeno cultural que confiere significación a la existencia social. Condensa modelos de conducta, principios morales y reglas prácticas y permite comuniones que dan sentido a los dilemas, las luchas que enfrentan sujetos muy diferentes en distintas partes del mundo. Si eso ha sucedido es porque el legado de la historieta puede ser re-significado constantemente. La riqueza de la tira y el carácter abierto del humor de Quino facilitaron las re-significaciones y apropiaciones múltiples que estuvieron en la base de ese fenómeno.
-¿Por qué tenemos que decir "gracias Mafalda"?
-No diría "tenemos" –en el sentido de obligación social– que darle las gracias. De hecho, existen muchas personas que no lo harían. Lo interesante –lo que hace de la historieta un fenómeno que trascendió al cuadro de la historieta- es que haya muchas personas que sí le agradecen constantemente en los homenajes o en los espacios de consagración, como las exposiciones o la estatua. Creo que lo hacen por diferentes razones pero que hay un vector común: la posibilidad de compartir con otros –amigos y familiares como madres y padres e hijos pero también organizaciones colectivas– una sensibilidad estética y política que otorga sentido de pertenencia.