Los medios hegemónicos y el sector conservador unidos en un discurso antiderechos

02 de marzo, 2019 | 18.06

Los medios hegemónicos al servicio de los sectores tradicionalmente antidemocráticos pretenden ahondar el desaliento frente a la degradación institucional y a la pérdida de derechos fundamentales. Con ese propósito desprecian y estigmatizan las luchas colectivas y pregonan un individualismo exacerbado como único camino hacia una felicidad remota desconectada de la política.

La Democracia

La Democracia no es un concepto unívoco. La Historia da ejemplos muy diversos y a veces contradictorios de cómo puede organizarse la vida comunitaria bajo ese mismo nombre, de cuáles pueden ser los valores fundantes y los niveles de participación política e integración social que la sustenten.

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Sin embargo, en Occidente desde mediados del siglo XX diversos paradigmas teóricos coinciden en definir la Democracia a partir de la igualdad, la libertad (de oportunidades, de género, de orientación sexual), los derechos humanos fundamentales tanto civiles, políticos, económicos como sociales (al trabajo, a la salud, a la vivienda, a la educación, a una vida digna), la protección del medio ambiente, el respeto a la pluralidad y la diversidad, las tutelas especiales para las personas, grupos o sectores en condiciones de vulnerabilidad, los derechos de expresión y de información.

Sucede hoy que la concepción del modelo democrático que conocíamos atraviesa una crisis sin precedentes por la falta de efectiva vigencia de las conquistas antes mencionadas. Ante la gravedad de esa situación, desde diferentes y aún antagónicas posiciones ideológicas la Democracia es interpelada, planteándose su posible agotamiento frente a la ausencia de los consensos básicos que aseguran el orden y la contención propios de un Estado de Derecho.

Las conquistas sociales

Los avances sociales están íntimamente ligados a un rumbo de la Economía que no se subordine a las reglas del Mercado, lo que exige un Estado interviniente a través de políticas públicas que aseguren y amplíen derechos.

El Neoliberalismo que impera a nivel global se proyecta en el desenvolvimiento de las instancias gubernamentales, genera cada vez más condicionamientos en especial en los países subdesarrollados o emergentes, como la Argentina, y es el gran responsable de las graves distorsiones en el funcionamiento democrático.

La concentración de la riqueza en un grado superlativo que no reconoce antecedentes en la historia del Capitalismo; la matriz de acumulación financiera que conspira contra cualquier proyecto de inversión productiva como queda evidenciado en nuestro país en los últimos tres años y la cooptación de los Poderes del Estado que induce comportamientos autoritarios, tienen por consecuencia la negación de los derechos y libertades tanto individuales como sociales que creíamos definitivamente consolidados.

Puede parecer paradojal, pero en el contexto antes descripto la revolución tecnológica y la expansión en materia de informatización, comunicación e inteligencia artificial no redundan en beneficio de la mayoría de la población sino que se trasuntan en un incremento de la sumisión y de la inequidad, como en la manipulación de las subjetividades y del imaginario social.

La degradación de las instituciones

La ausencia de un proceder acorde con los mandatos inherentes a los Órganos estatales, que adoptan quienes por elección o designación acceden a tales responsabilidades se ha convertido en la regla, degradando las instituciones democráticas y provocando en los ciudadanos un creciente descreimiento que suele transformarse en indiferencia por su devenir.

Los graves incumplimientos de los compromisos electorales por parte del Poder Ejecutivo y las complicidades en el ámbito legislativo que se pretenden fruto de un pragmatismo de dudoso sentido y origen,inciden en la frustración de expectativas colectivas con todo lo que ello implica para la preservación del orden democrático.

Otro tanto ocurre con el Poder Judicial, donde muchos jueces y fiscales se hallan inmersos en operaciones delictivas que privan a las personas –y a la sociedad toda- de garantías elementales. La falta de apego a la legalidad y a la Constitución Nacional, como el abandono notorio de las funciones tutelares inherentes a la magistratura de un Estado de Derecho no atañen en exclusividad al Fuero Penal, sino que se registran cada día con mayor amplitud e intensidad en otros Fueros.

Un futuro incierto

A pesar de las responsabilidades directas de muchos de los integrantes de los órganos del Estado y de buena parte de la dirigencia de organizaciones civiles en la descomposición del orden democrático, y del comprensible desaliento que ese proceder genera en la ciudadanía, cuesta explicarse el desinterés respecto del destino común que aparece en una importante porción de la sociedad en la que vivimos.Que olvida -o soslaya- que no hay salvación individual posible o al menos duradera, con la excepción de aquellos pocos a los que nunca nos equipararemos y que,en ese camino,lo que hoy le ocurre a otro mañana habrá de sucedernos a nosotros.

El desentenderse de la Política como si estuviera reservada sólo a quienes hacen de ella su actividad principal; el asumir el lema –facilista y falso- de que son todos iguales; el reducir lo político únicamente a lo partidarioy no reconocer que la política es inherente a todas las relaciones interpersonales y que emerge en cualquier acto de la vida cotidiana donde se manifiesten tensiones de poder, conduce inexorablemente a una profundización de los mecanismos antidemocráticos

La etapa que la Argentina iniciara en 1983 con la recuperación de las instituciones republicanas y su preservación por más de 35 años sin las bien conocidas disrupciones dictatoriales, está en serio riesgo y es responsabilidad de todos sin excepción actuar –y reaccionar- en contra del creciente autoritarismo que erosiona los cimientos del Estado de Derecho que tanto costó conquistar.

La Política es la herramienta de transformación que en Democracia nos permite participar en la construcción de las reglas, las instituciones y las prácticas que hagan posiblenuestra realización personal y como Pueblo, en un proceso permanente de garantía y ampliación de los derechos.

El sistema democrático demuestra diversas disfunciones que exigen una revisión profunda de su organicidad y de su estructura institucional, que amerita un debate serio que abarque incluso adecuaciones constitucionales.

A pesar de sus imperfeccionesno se presentan alternativas a la Democracia que justifiquen su abandono, como sostienen los que alientan la apoliticidad y la indiferencia para consolidar intereses espurios e instaurar regímenes autocráticos ajenos a todo control popular.

El presente año nos brinda una nueva oportunidad para decidir sobre el modelo de sociedad y de país que anhelamos, nadie puede desentenderse de la responsabilidad que le compete ni pasar por alto la trascendencia de la resolución que adopte.