El Papa Francisco cerró en El Vaticano una cumbre panamericana de jueces, a la que asistieron, entre otros, el ex juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni, actual juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, Inés Weinberg de Roca y la jueza Elena Liberatore.
La Cumbre Panamericana de Jueces sobre Derechos Sociales y Doctrina Franciscana, fue celebrada en el Vaticano los días 3 y 4 de junio, con concurrencia de magistrados de toda América, constituyó un verdadero espacio de discusión de la pobreza en América, y la vulneración de los derechos sociales (vivienda, trabajo, alimentación, educación, salud, medio ambiente, entre otros).
Francisco requirió la creación de “una nueva atmósfera", "de una cultura señalada por un liderazgo compartido y valiente que abra caminos para las nuevas generaciones, sembrando las condiciones para superar las dinámicas de exclusión y segregación, de manera que la desigualdad no tenga la última palabra”.
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El Papa se mostró preocupado por el hecho de que hoy “se levantan voces que tratan de ‘explicar’ que los derechos sociales son viejos, pasados de moda, y no tienen nada que hacer con nuestra sociedad”.
“De esta manera confirman políticas económicas y sociales que llevan a nuestros pueblos a aceptar y justificar la desigualdad y la indignidad”, sostuvo.
Francisco señaló que la injusticia y la falta de oportunidades tangibles “son también un modo de generar violencia silenciosa, pero siempre violencia”. “Miles de nuestros vecinos y hermanos, niños incluidos, se ven negar sus derechos y son llamados con elegancia ‘gente de la calle", dijo. Agregó que “es curioso cómo en el mundo de las injusticias abundan los eufemismos. Casi parece que las garantías constitucionales y los tratados internacionales no tengan como práctica un valor universal, y que la injusticia social sea naturalizada y por tanto invisible”.
El Papa destacó que un sistema político-social “debe garantizar que la democracia no sea solo nominal sino que pueda traducirse en acciones concretas que salvaguarden la dignidad de todos sus habitantes según la lógica del bien común”. Ahora es necesario “pensar nuevas vías para que la igualdad frente a la ley no degenere en una propensión a la injusticia”, sostuvo, y agregó que “los derechos sociales no pueden ser solo nominales sino un faro o una brújula para que la salud de las instituciones de una sociedad tenga consecuencias sobre el ambiente y la calidad de la vida humana”.
El Papa recomendó a los jueces no dejarse dominar por la inercia frente al conflicto o por “una actitud estéril de aquel que mira, niega, o avanza como si no hubiera ocurrido nada y se lava las manos para poder continuar con su propia vida”.