El Papa Francisco no para de sorprender al mundo. Ahora anunció que va a facilitar la nulidad matrimonial. No escuché a nadie, como en la época de Alfonsín, salir a decir que esto va a provocar "una catarata de anulaciones". Bue... No lo escuché porque por suerte no estoy en contacto con la gente que está más caliente que delantal de parrillero con el Papa. Muy zurdito para algunos, casi un "Che Bergoglio".
Pero, sin querer entrar en cuestiones religiosas, creo que es una aceptación de la realidad que viven muchas parejas del mundo, y de ahí la importancia de la nulidad matrimonial. Que de alguna manera es el equivalente al divorcio civil. Yo debo admitir que nunca creí en el divorcio... hasta que me casé.
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Y hay veces que es inevitable. Llega un punto que te das cuenta que son las pequeñas cosas, los pequeños detalles que ya no soportás. Pequeñas cosas que te molestan, como que hable, como que respire, ¡como que viva en el mismo planeta que vos! Así y todo, una vez que te divorciás queda como algo especial entre los dos, queda como un sentimiento especial. Se llama rencor, u odio...
Y eso que yo no tenía hijos, por suerte. Igual mi ex pidió quedarse con la custodia, de la guita... Me acuerdo que fui a ver a un abogado. Y le dije: "Me quiero divorciar. Mi mujer no me habla hace un mes". Y el abogado me dijo: "¿Y vos creés que no sos merecedor de una mujer tan buena?" Y como el tipo tenía cancha, me fue guiando en el proceso. Y me explicó: "El divorcio es como una de esas tormentas terribles, como un huracán, como un tornado: cuando llega tenés muchas posibilidades de perder la casa". Y al toque me dijo: "pero mirá que el divorcio es caro. Te va a costar" Y me dio una cifra no apta para hipertensos, porque era re salada. "Eh..." le digo, "¿Por qué es tan caro el divorcio?" Y me contestó: "porque lo vale..."
En un momento, como vio que no había mucha guita para repartir, el abogado intentó que recapacite, que me reconcilie. Y me preguntaba: "Pero Adrián, ¿qué dirías que es lo que se interpone entre vos y tu esposa?" "La policía", le contesté... Al final me divorcié amistosamente. Repartimos lo único que teníamos, que era el departamento. 50 y 50. A mi me tocó el lado de afuera...
Pero por suerte todavía era joven, no ya para rehacer mi vida, sino para aprender la lección y saber que un divorcio es un tiempo de cambio. Yo comprobé que es un tiempo de cambio. No me quedó ni un billete de 100. Apenas monedas...
Porque además, eso de que "la cosa es hasta que la muerte los separe"... eso fue escrito hacen miles de años, cuando la gente vivía, como mucho, 30 años. Y no había cds, ni dvds, ni libros para repartir. Como mucho, un balde con arena y una choza. Hoy, con los avances de la medicina, la gente vive cada vez más, y los matrimonios duran una eternidad, o un par de años que parecen una eternidad
Lo que si me llama la atención es la gente mayor que se separa más allá de los 80 años. Y algunos se separan mal, se pelean, se tiran platos... y es peligroso a esa edad, sobre todo porque los platos que hay en la casa de la gente mayor son platos de la época de la conquista del desierto, esos platos pesados de cerámica, que duelen, lastiman.
Como sea, bienvenido este cambio que propone Francisco, porque las estadísticas no mienten: el 50% de los matrimonios terminan en divorcio. El 50% restante termina cuando la muerte los separe. O sea: pensá que tenés un 50% de chances de estar entre los afortunados o afortunadas...