Alberto, las palabras y las políticas

Frente al discurso y las promesas vacías de Cambiemos, el presidente buscó moverse con cautela y volver a darle valor al discurso presidencial. 

02 de marzo, 2020 | 07.51

Las palabras y más precisamente el lenguaje son el medio clave para comunicarnos y conectarnos. Pero además el lenguaje y las palabras elegidas dicen mucho de nosotros y es una de las puertas principales para que otros conozcan nuestra identidad de cualquier. Si de política hablamos, existen algunas contraseñas reveladoras: Si en una conversación pronunciamos la expresión “justicia social” es poco probable, por no decir imposible, que el proyecto liberal hoy encarnado por el macrismo, nos resulte atractivo, ya que  considera a dicha expresión política una falacia. Justicia social es la reivindicación de los derechos de los trabajadores, de los sectores populares. Ese lenguaje le es caro a millones de argentinos que la anhelan porque sus vidas se desarrollan en la angustia de no tener empleo o de tener uno muy mal pago. Esa palabras aunque ellas no modifiquen la realidad misma, abren un horizonte respecto a cuáles son los temas que le preocupan a la política y pronunciadas por funcionarios, al Estado.

El presidente inició su discurso ante la Asamblea Legislativa refiriendo a la importancia de las palabras, más precisamente al valor de la palabra empeñada; refirió a que los dichos pronunciados no estén desconectados del mundo de las acciones y tampoco, por lo que continuó luego en el discurso, las palabras sean meros enunciados sin cuidar la realidad material en la que son pronunciadas. No pareció ser sólo una cuestión de “cumplir las promesas”, sino de utilizar un lenguaje comprometido con las políticas. Algunos señalan que el gobierno de Alberto Fernández no avanza con la velocidad necesaria en los cambios que sus votantes esperan. Quizás al pronunciar esa demanda, esas palabras, no se asuma en profundidad la crisis en la que muestro país aun y por un buen tiempo, está inmerso y de la que las decisiones tomadas desde el 10 de diciembre último, han buscado disminuir el impacto en los sectores más vulnerables. Me pareció que Alberto se esforzó por aclarar ese punto: “no voy a pronunciar palabras que manifiesten hechos que no están sucediendo”. La administración de las expresiones y de los tiempos suelen ser dos componentes claves de un liderazgo político y evitan que un dirigente, un presidente, nos repita frases del tipo “lo peor ya pasó” “hay que atravesar el túnel” “las inversiones llegarán en el segundo semestre”. Frases como esas y otras en el mismo espíritu, Macri y sus funcionarios se cansaron (y nos cansaron a nosotros) de repetir sin que detrás de ellas existiera políticas que pudieran hacerlas realidad. Situar el peso de la palabra en un discurso político fue el punto de partida para todo lo que el presidente dijo después. Y dijo mucho. Es más, la movilización callejera en las puertas de Congreso de la Nación no fue multitudinaria como el peronismo nos suele acostumbrar; esta vez hubo mucha más política al interior del recinto, en el discurso presidencial, que en las calles; me atrevería a decir que los votantes activos de Alberto Fernández lo están terminando de conocer o incluso empezando, si hablamos de su rol de Presidente de la Nación; implica un proceso que  inevitablemente tiene sus plazos porque la misma construcción del Frente de Todos conlleva una etapa nueva en la política de los sectores populares, y su consolidación demandará mucho más que algunas semanas de gobierno. Para ayudar a ese proceso hoy Alberto Fernández les habló a esas expectativas que sus votantes depositaron en él, resumido en la frase que pronunció al promediar el discurso “yo voy a estar del lado del pueblo”. Ese estar refiere a lenguajes, pero principalmente a políticas y aquí radica el giro central respecto de la experiencia macrista; mientras el gobierno anterior nos aseguraba que la salvación vendría de afuera (de inversores, del FMI, del G 20, de los mercados, nunca de nosotros que éramos justamente el problema) Fernández puso la piedra angular: “el Estado perdió muchos instrumento de regulación”. Ni la llegada de inversores ni un recital en el Teatro Colón con mandatarios extranjeros nos proveerá de las herramientas para encarar la superación de la crisis. El Estado retorna como articulador y no meramente como catalizador de un proyecto de desarrollo inclusivo (otro punto de diferenciación, no prosperidad para la Argentina del 20% como proyecto de país) y entonces economías regionales, energía, industrialización, diversificación económica, vuelven a cobrar sentido articulados por un modelo de desarrollo que piensa en potenciar las capacidades internas mientras se busca una negociación con el frente externo más relevante y complejo: los acreedores que Macri nos supo heredar. Y también pronunció palabras esperadas en este tema: ¿quién se benefició con la toma de deuda? Porque sin dudas no fue el conjunto de la sociedad. Mencionó al BCRA rastreando esa cuestión. Los especuladores financieros, pequeño grupo empoderados al calor de la última dictadura militar y que a la democracia le ha costado tanto someter (las veces que esa intención existió) ha provocado daños ilimitados a toda la Nación. Saber quiénes son con mayor precisión, debe resultar en la generación de políticas para moderar su poder, incrementar las regulaciones, impedir su accionar destructivo del tejido productivo. Se abrió una puerta de esperanza. Sobre la deuda mencionó el apoyo del Papa Francisco y de varios países centrales para encarar la negociación. El manto de incertidumbre que cubre hoy a la región, que vuelve a contar con un gobierno fruto de un golpe de Estado, protestas que no cesan y gobiernos abiertamente de derecha, hizo probablemente que el presidente prefiriera no referirse a la política regional. Otro factor complejo que no debe olvidarse.

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No evitó mencionar la cuestión jubilatoria. La situación de ese sector se sabe que está lejos de ser óptima; también sabemos que el macrismo hizo muchos méritos para que esa realidad fuese más difícil tanto en términos individuales, los haberes perdieron capacidad de compra, como en cuestiones estructurales: el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, fue compilado a prestarle dinero a otras agencias del Estado y hoy sus reservas trocaron en bonos. (Nota: los gobiernos de derecha en la Argentina siempre tuvieron debilidad por volver crítica la situación de  las cajas jubilatorias). Mencionó el parcial recupero de lo perdido para los sectores que cobran los ingresos más bajos y también la inversión en facilitar el acceso a medicamentos, todo en el marco de pensar la respuesta a la gravedad de la cuestión social, empezando por los últimos. Del mismo modo se articuló la asistencia inmediata en el tema alimentario. Pero aún en esa emergencia, Alberto incluyó cuando se refirió al desarrollo productivo a la agricultura familiar y a las cooperativas, como espacios claves para encarar tanto la mejora inmediata de los sectores postergados, como también para pensar el desarrollo. Como se había anunciado, anticipó que se enviará al Congreso un proyecto de ley para legalizar el aborto; el argumento fue mas de carácter estatalista que en la dimensión de los derechos individuales (aunque también hubo mención a la libertad sobre los cuerpos), por el argumento central fue señalar la ineficacia de la prohibición que rige sobre el mismo y las muertes que provocan las prácticas clandestinas. Nuevamente será el Senado quien tenga la última palabra sobre este proyecto. El programa “1000 días” para acompañar a mujeres en situación vulnerable que se conviertan en madres, es también un modo de acercarse a sectores que no comparten la IVE. 

El Poder judicial, representado en el recinto por los ministros de la Corte Suprema, sentados a la derecha del Presidente, fue también mencionado como objeto de intervención. Alberto quiere reformar el fuero federal, ampliar la intervención de un número mayor de juzgados en las causas que involucren a la administración pública para que Comodoro Py deje de concentrar una cantidad de poder que se demostró peligrosa para la misma democracia. Luego del cambio del régimen jubilatoria asoma otro conflicto frente al Poder más conservador y renuente a las reformas que posee el Estado. Las enunciaciones de los nunca más que incluyó en particular a las prácticas de los servicios de inteligencia en el macrismo, fue otro momento clave.

En fin, un discurso plagado de política, que tuvo diagnostico, delimitación de problemas, cuadro de situación, momentos de empatía con los que sufren (la mención a los submarinistas del San Juan y el anuncio del asenso pos mortem fue un momento de importante sensibilidad) y propuestas efectivas; por sobre todo un discurso que dijo qué se va a hacer y no figuraciones sobre cosas que tal vez sucedan. Un discurso político que quiere dar respuestas, y poner al Estado en esa tarea. 

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Sergio De Piero

Politólogo y docente universitario UBA, UNAJ, UNLP.