La liberación de Julian Assange: un triunfo en la lucha por la verdad

Assange ha sido a lo largo de los últimos más de 15 años, un símbolo de la lucha por el acceso a la información y la verdad en el mundo. El desafío al que nos invita la lucha de Julian Assange es el de poder romper los cercos.

30 de junio, 2024 | 00.05

El pasado lunes se conoció la noticia de que, tras un largo proceso judicial plagado de idas y vueltas, finalmente Julian Assange, el fundador de Wikileaks, logró un acuerdo que le permitiría, tras declararse culpable de “obtención y divulgación de información sobre la defensa nacional” ante un tribunal de Estados Unidos en las Islas Marianas del Norte, recuperar la libertad y volver a su país tras haber pasado 12 años recluido (7 como asilado político en la Embajada de Ecuador en Londres y 5 en una cárcel británica).

Assange, quien tras declararse culpable recibió una condena de 62, aunque se le reconoció su cumplimiento por el tiempo encarcelado en Inglaterra, ha sido a lo largo de los últimos más de 15 años, un símbolo de la lucha por el acceso a la información y la verdad en el mundo.

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Si bien fundó Wikileaks en 2007, cuando publicó el manual del Ejército de Estados Unidos para soldados que trataban con prisioneros en Camp Delta, Guantánamo, y en 2009 publicó más de medio millón de mensajes del Pentágono, el FBI, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias y la Policía de Nueva York enviados en las primeras horas del atentado contra el World Trade Center, su relevancia global aumentó en 2010 tras publicar un video militar clasificado que mostraba un helicóptero Apache de Estados Unidos disparando y matando a dos periodistas y a varios civiles iraquíes en 2007. Unos meses más tarde, publicaba más de 90.000 documentos clasificados relacionados con la guerra de Afganistán (lo que constituyó la mayor filtración desde los Papeles del Pentágono durante la guerra de Vietnam) y luego los registros de la guerra de Irak.

Desde entonces, el enfrentamiento contra el poder angloamericano, principalmente con su fracción vinculada al complejo industrial-militar, pero también contra la política internacional estadounidense en general, no paró de escalar.

Las acusaciones judiciales y la condena mediática: claves para el disciplinamiento en el siglo XXI

Para fines de 2010, la Interpol había emitido una alerta roja de búsqueda de Assange para su captura y extradición a Suecia, acusado de los delitos de violación, abusos sexuales y coacción, que, según la acusación, habrían sido cometidos 3 meses antes de la mencionada orden de captura. Durante esos años, Wikileaks continuó filtrando documentación, principalmente vinculada al ámbito militar y la diplomacia estadounidense, pero también correos electrónicos de políticos de este país. Los primeros castigos del poder fueron de tal magnitud, que implicaron hasta un bloqueo financiero por parte de Bank of America, VISA, MasterCard, PayPal y Western Union.

Finalmente, y ante el riesgo de ser extraditado a Suecia y luego a Estados Unidos, Assange se asiló en la Embajada de Ecuador en Londres, donde pasaría los siguientes 7 años, hasta que Lenin Moreno le retirara el asilo político. A partir de ese momento, comenzó, casi como en los casos tradicionales de lawfare, un conjunto de acusaciones judiciales que buscaban principalmente una condena mediática de escala global con una clara intención: disciplinar a aquellos que se atreven a luchar contra el poder económico, en este caso, de carácter imperial y guerrerista en el mundo.

Tras retirársele el asilo político por parte del nuevo gobierno ecuatoriano, fue detenido en 2019 por la Policía Metropolitana de Londres, ya no por los cargos originales (que habían sido retirados en 2017), sino por 18 cargos relacionados con la Ley de Espionaje de Estados Unidos. El paso por la prisión fue sin dudas una escalada en este símbolo disciplinador por parte del poder: con el transcurrir del tiempo pudo verse cómo se deterioraba la salud tanto física como mental de Assange, quien por momentos estuvo preso en condiciones inhumanas, incluso negándosele la posibilidad de acceder a atención médica.

La construcción del miedo como factor de poder

La imposición de la condena mediática y la demostración de poder no es menor, ya que la búsqueda de disciplinamiento no pretendia recaer sobre él como individuo, sino sobre los colectivos que a lo largo y ancho del mundo luchan por la verdad, el acceso a la información, contra los crímenes de guerra, entre otras tantas causas nobles.

En la guerra, la información siempre constituyó un elemento central del poder. Sin embargo, el siglo XXI trajo consigo nuevas formas de enfrentamientos en el marco de una guerra multidimensional, cuyos aspectos psicológicos e informacionales resultan centrales en un teatro de operaciones que se globalizó.
Es en este sentido que estas luchas cobran tanta trascendencia, en un mundo que transitó de la informatización a la digitalización de todos los planos de la vida.

Comprender este fenómeno no requiere ejemplos muy lejanos. No hace falta más que reflexionar acerca del genocidio que se está llevando a cabo en Palestina, donde Israel ha desarrollado un ataque militar con un despliegue de armas y explosivos sin precedentes en la Franja de Gaza, donde no hay distinción de población civil o militar, de objetivos militares, ni nada que se le parezca. Simplemente, tierra arrasada y la búsqueda del exterminio de una nación.

Sin embargo, pareciera, en la agenda de las instituciones multilaterales globales y fundamentalmente en los medios de comunicación tradicionales, que sólo se tratara de un enfrentamiento más. En 2007 se comenzaban a conocer, por Wikileaks, imágenes de militares estadounidenses disparando a un grupo de civiles en Irak, desatando grandes reacciones. Hoy, pareciera difícil encontrar la misma capacidad de reflexión y reacción mientras 2,3 millones de Palestinos son desplazados, perseguidos y asesinados.

Pero en la agenda de los pueblos, el hastío contra las guerras, el coloniaje, el imperialismo, y toda forma de explotación, sí emerge con fuerza. Ejemplo de ello son las multitudinarias movilizaciones en todo el mundo contra el genocidio palestino, los movimientos de rebelión en África, o las grandes e intensas movilizaciones que se desplegaron durante el 2019.

El desafío al que nos invita la lucha de Julian Assange es el de poder romper los cercos de la información, en un mundo digitalizado donde mediante algoritmos se intenta moldear la opinión pública. Sin dudas, la lucha de los pueblos es la lucha por la verdad.