Por Pablo Fazio, presidente de la Cámara Argentina de Cannabis.
Eran las 21:38 del jueves 5 de mayo de 2022, desde los balcones del recinto de la Cámara de Diputados de la Nación, estallamos en un grito, nos fundimos en un abrazo. Algunos derramamos lágrimas. Éramos testigos de un día histórico. Consumábamos una conquista largamente esperada. Nos embriagaba la sensación de la tarea cumplida y el objetivo alcanzado. El marco regulatorio para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo Industrial finalmente obtenía su sanción definitiva.
Había sido una larga jornada antecedida por el tratamiento de otros proyectos; horas de espera, tensión y mucho nerviosismo. En el transcurso del intenso debate, se escuchaban voces duramente críticas con el proyecto que venía con media sanción del Senado de la Nación. Cualquier cambio hubiera sentenciado su suerte y significado una nueva postergación. La actividad en el recinto para reunir las voluntades fue muy intensa y hubo momentos en que parecía que, contra todo pronóstico, podíamos naufragar. Quizás fue como una señal del destino; no iba a ser un trámite sencillo conseguir la aprobación de la tan aguardada ley. Probablemente también una advertencia sobre los tiempos por venir, pues una cosa es pensar una industria y otra muy distinta es ponerla en marcha exitosamente.
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Hace unas horas, la ley se promulgaba. Lo que comenzó como el sueño de darle a Argentina la posibilidad de tener una industria nacional de cannabis, se hacía realidad. Hoy es tiempo de festejar, porque el trabajo realizado hasta aquí ha sido enorme. También de juntar fuerzas para lo que sigue, porque todos debemos saber que esto es apenas un punto de partida.
Los próximos ciento ochenta días serán claves, pues definirán los muchos detalles que restan por precisar y que la ley dejó expresamente en manos del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación al momento de su reglamentación.
Como venimos señalando, en esta industria convergen una multiplicidad de actores, con miradas e intereses que muchas veces no son completamente coincidentes. Quizás sea este el territorio donde se expresen las mayores disputas. Será fundamental que los reguladores, los actores estatales, las empresas privadas y los representantes de la militancia histórica del cannabis trabajemos juntos para construir una industria competitiva y robusta en la que nos demos un marco que permita que todos podamos participar de manera equilibrada.
Como tema central, precisamos de un plan estratégico y que la agencia regulatoria que crea la ley (ARICCAME) brinde transparencia, seguridad y certeza sobre los criterios de elegibilidad para el otorgamiento de licencias. Tendremos el deber de ser aquí celosos custodios de que se respete el espíritu de la ley, ubicando a las pymes, a los emprendedores y a las cooperativas como los protagonistas del futuro ecosistema del cannabis. Fomentaremos y privilegiaremos así, la producción nacional de insumos y derivados, abriendo la agenda de innovación, inversión, generación de empleo e impacto económico sobre nuestras economías regionales que todos buscamos plasmar en Argentina; siempre en respeto por el medio ambiente y alejándonos de cualquier intento que pretenda generar una concentración indeseada de la actividad.
Se abre para nuestro país una gran oportunidad. El mercado mundial de cannabis legal, según un estudio publicado por Business Wire en febrero de este año, se estima en un valor actual de USD 25.650 millones y se prevé que alcance los USD 176.000 millones para 2030, con una tasa de crecimiento compuesto del 23,9% anual.
La tarea que enfrentamos es inconmensurable. Será imprescindible tomar nota y aprender del recorrido de países como Uruguay, Colombia, Canadá, Estados Unidos y todas aquellas naciones del mundo que nos anteceden en el reto de poner en marcha esta industria, e identificar las oportunidades, los aciertos y los obstáculos que han encontrado, pues el futuro es desafiante y el escenario completamente dinámico. La única estrategia posible para ser exitosos, será avanzar con pericia, audacia y flexibilidad.
El siguiente paso de esta construcción colectiva será sumergirnos en el debate sobre la regulación del consumo adulto responsable. Algunos discursos de los escuchados durante el tratamiento de esta ley dejaron claro que ese proceso no estará desprovisto de contrapuntos y posiciones legítimamente enfrentadas. Si lo hacemos con honestidad intelectual, basándonos en evidencia, nos convocamos a abandonar los prejuicios, y lo damos bajo las lógicas de la empatía, el respeto a la libertad individual y la tolerancia, seguramente vamos a conseguir hacerlo realidad.
Con información de Télam